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III. Las empresarias hablan

Nombre: Nelly S.

Edad: 47 años

Estado civil: Casada

Número de hijos: 5

Tipo de empresa: Confección de ropa deportiva

Nombre de la Empresa: Manufacturas Nelly

Tiempo en el mercado: 4 años

Nelly S. es la dueña de una empresa de confección de ropa deportiva, establecida hace cuatro años. Su propietaria decidió abrirla en mayo de 1994, después de haber pasado un periodo de inactividad laboral, debido a que había sido despedida de su empleo en el magisterio de su ciudad de residencia.

Según recuerda, todo comenzó por casualidad. En algún momento, su hermano, preocupado, al ver que ella no conseguía trabajo y se veía deprimida fue a visitarla a su casa, le mostró una prenda íntima femenina y, le preguntó si, ella era capaz de coser algo semejante. Después de una jornada completa dedicada a deshacer y volver a coser la prenda, Nelly S se convenció que sí era capaz de hacerlo. Eso fue suficiente para darse cuenta que sus conocimientos de costura podrían proporcionarle una nueva actividad laboral y la oportunidad de ganar dinero.

Empresas como esta resaltan el papel como generadoras de puestos de trabajo de las empresas familiares, aunque estos empleos se caracterizan por su precariedad. Ella se refiere a esta faceta de su trabajo con orgullo.

„En el magisterio de esta ciudad trabajé por espacio de 12 años, al cabo de los cuales, fui declarada insubsistente. Allá, como en muchas instituciones departamentales y nacionales, los nombramientos obedecen al apoyo de algún político y yo no tenía ese tipo de respaldo. Entonces un buen día me despidieron y no pude hacer nada para evitarlo. De un día para otro me quede sin nada para hacer, sin trabajo, sin sueldo, sin expectativas.

Estaba en esa situación tan deprimente como es el desempleo, cuando en algún momento, mi hermano trajo a mostrarme un sostén y me preguntó si yo podía hacer algo así. Al principio me pareció difícil pero comencé a desbaratarlo y a volverlo a coser Ese proceso lo repetí varias veces, hasta que la prenda quedó perfecta. Entonces se iluminó una luz en mi cabeza y al día siguiente compre medio metro de tela para coser otro. Lo hice bien y se lo regalé a una hermana.

En mi casa les gustó mucho lo que había hecho y me animaron para que siguiera cosiendo. Compré mas tela para coser otros sostenes y pantys. Me di cuenta entonces, que a la gente le gustaba y cada vez me encargaban más y más prendas. A cada una de mis hermanas les hice un juego y entonces un vecino me dijo que fuera a la Fundación Social, porque allá ayudaban a los personas que estaban comenzando a trabajar en pequeñas empresas.

Todo ese proceso me pareció muy gracioso y sorprendente, pero como no tenía nada más que hacer, me animé y fui a la Fundación Social. Allí me atendieron, y me prestaron $ 2 millones de pesos (USD $ 1.300 aprox.), los cuales sirvieron para comprar una cortadora y una fileteadora. El dinero restante lo invertí en comprar tela. Fue así como arranqué.

En la casa tenía una máquina de coser y con las nuevas que adquirí, permanecí cosiendo cerca de dos años. Era yo la que cortaba, la que vendía, la que cosía, la que diseñaba. Yo hacia todo. Me di cuenta que el producto gustaba y tenia mucha demanda y por eso, llame a una cuñada y le dije que se viniera a trabajar conmigo. Confeccionábamos ropa interior y después nos metimos en la línea de los bodys que en esa época estaban de moda.

En vista que la ropa tenía mucha salida, decidí afiliarme a una cooperativa de confecciones industriales, que recibía asesoramiento de la Fun-

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dación Social. Allá encontré mucha gente que confeccionaba ropa íntima y entonces decidí incursionar en otra línea de ropa. Desde ese momento, me dediqué a la ropa deportiva para dama. Con la cooperativa, mi afiliación duró un año y medio. Después abrí „toldo aparte„, básicamente, porque en esa cooperativa, se presentaban algunos problemas de entendimiento entre la gente y esa circunstancia era muy complicada de manejar.

En el taller independiente seguí trabajando conjuntamente con una compañera. Cada una manejaba sus clientes, sus compras, etc. Sólo compartíamos el espacio físico y nos apoyábamos en lo que cada una necesitaba. A ella también le fue muy bien en su negocio y al cabo de un tiempo, vio la necesidad de trasladarse a otro lugar. Yo seguí con lo mío y aparte del local en que estaba, tomé en arriendo otro local para montar mi punto de venta. En este momento tengo tres locales.

Yo soy casada hace 32 años. Tenemos 5 hijos, tres de los cuales ya son casados y me han dado algunos nietos. Mi marido trabaja en una empresa particular y los fines de semana viene aquí, al taller, para ayudarme.

Antes de descubrir la posibilidad de ser empresaria, mi meta era la de seguir como empleada, jubilarme y obtener la pensión. Las cosas no sucedieron de esa forma y le doy gracias a Dios porque, cuando me quedé sin trabajo, descubrí la posibilidad de ser una trabajadora independiente.

La línea deportiva en la que trabajo actualmente, tiene mucha salida. Nosotros confeccionamos sobre pedido pero también tenemos un punto de venta que es muy visitado.

Desde que abrí el negocio hasta el momento, solamente he pedido dos préstamos. El primero a través de la Fundación Social y el segundo, se consiguió mediante un convenio de la Fundación Social con el Banco Caja Social. Eran prestamos especiales para pequeños empresarios, con bajos intereses y buen tiempo para pagar. El dinero restante, se ha conseguido a través del trabajo. A cambio de la primera máquina con que inicié, ahora tengo dos fileteadoras, dos maquinas planas, una resortadora, una bordadora y una cortadora

Nosotros tenemos clientes al detal y al por mayor, en los departamentos del Huila, Caquetá y el Putumayo. Ese mercado se abrió por intermedio de una vendedora a quien contraté para visitar almacenes de los municipios e impulsar mi producto. Ella lleva las muestras y después se hacen los pedidos y desde aquí se despachan. También tenemos clientes en Ibagué y próximamente vamos a incursionar en la Costa Atlántica.

Poco a poco, a medida que ha crecido, el taller se ha convertido en una pequeña empresa familiar. Aquí trabajan mis cuñadas, mis hermanas, mis sobrinas. Eso sí cuando las vinculo a la nómina les advierto que el parentesco familiar no sirve para nada, que hasta la puerta de la casa son familia y de la puerta del negocio hacia adentro, son extraños. Así las cosas marchan bien. Yo he logrado capacitar algunas sobrinas y son las mejores operarias. Claro que para darles el trabajo, la única condición que les pongo es que continúen, por la noche, con sus estudios.

Mis familiares son buenos trabajadores. Ellas cumplen con su horario como todo el mundo. A excepción de dos operarias, el resto de gente que trabaja conmigo son familiares. Mis hijas también me colaboran. Una de ellas es la encargada de la parte administrativa, y la otra se encarga del empaque … Esto ha sido una experiencia increíble. Jamás me imaginé que iba a ser gerente de mi propia empresa y que iba a tener oportunidad de aprender tantas cosas; manejar personal, aprender a manejar maquinas sofisticadas, manejar el dinero y todo lo que implica una empresa. El proceso ha sido tan beneficioso que todos los días le doy gracias a Dios por darme la oportunidad de progresar tanto.

Por supuesto, soy consciente que me falta mucho por hacer. Yo quiero tener mi propio Departamento de Diseño y poder contratar a una diseñadora profesional. En la actualidad soy yo

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quien diseña y siento que es necesario tener una profesional que le dé más categoría a la ropa. Espero, en el futuro, montar ese departamento con todas las de la ley.

Para continuar progresando en este negocio, continuamente estoy pendiente de lo que pasa en el mundo de la moda. No me pierdo los programas de televisión que hablan sobre el tema y compro revistas para que aquí las lean y aprendan. Obviamente yo no copio, pero estoy pendiente de los colores y las texturas de las telas que se están usando. El clima de esta ciudad, por ser tan caliente, es muy bueno para la ropa deportiva que es muy ligera y cómoda.

Periódicamente viajo a Bogotá, allí visito los centros comerciales y almacenes de telas. Siempre que viajo traigo cosas para el negocio. Lamentablemente todavía no he viajado fuera del país. Hace algún tiempo nos hicieron una invitación para una feria que se realizaría en Miami. Tenía todos los papeles listos pero no me animé a asistir porque, en realidad, aún no me siento preparada para mostrar el producto en vitrinas extranjeras. Esa es la meta para más adelante. Primero quiero consolidarme y tomar esos riesgos cuando crea que estoy totalmente lista. Por ejemplo, la ropa tiene su etiqueta y su marquilla pero falta el empaque.

Mi agenda diaria siempre está muy copada. Claro que tengo la facilidad de tener mi casa muy cerca del negocio; separada pero muy cerca. Al taller llego a las ocho de la mañana y me sumerjo en el trabajo hasta que se acaba el día. Aquí abrimos de lunes a sábado de ocho de la mañana hasta las 6 de la tarde. En temporada alta también abrimos los domingos. En la casa tengo una empleada que me ayuda con el oficio y eso también me facilita las cosas. Yo me seinto como una verdadera gerente. Trabajo mucho pero también disfruto bastante. Es bueno saber que uno trabaja para su propio patrimonio familiar, para nadie más. El ser mi propia jefe me motiva mucho.

Hace año y medio me ofrecieron un empleo y me negué por completo. Por nada del mundo volvería a ser asalariada. El Trabajar por y para uno mismo, es mucho más satisfactorio. Uno trabaja bastante pero no se cansa. Además tampoco se tiene la incertidumbre del trato con el jefe. Aquí todos aportamos un poco cada quien, cumple su responsabilidad y si veo que una persona no trabaja con empeño o se mete en chismes y esas cosas, le hago un llamado de atención, y si no mejora, la despido. Aquí el clima laboral es bueno y quiero mantenerlo así. Además también sigo pagando mi pensión y entonces, no tengo ninguna necesidad de volver a ser empleada.

En términos de la economía doméstica, como gerente del taller yo gano un sueldo que rigurosamente, lo hago efectivo. Mi sueldo es de $ 500. 000 pesos. Una parte de eso va para la casa, porque entre mi marido y yo cubrimos las necesidades del hogar y el resto lo destino a cubrir mis gastos personales. Nunca invierto mi sueldo en cosas del taller, porque no debe ser así. El taller debe dar para pagarme a mí y a cada una de las personas que aquí trabajan. El taller también da para pagar los materiales, la materia prima, el arriendo de los locales y todo lo que se necesita. A nosotros no nos gusta revolver los gastos de la casa con los gastos del taller. Las cuentas son aparte y en eso mi hermana que es la que maneja ese aspecto, es muy estricta.

También, en estos cuatro años, hemos logrado ahorrar un dinero que nos sirvió para cubrir algunas necesidades de esta época que ha sido muy dura. En realidad 1998 ha sido especialmente difícil para todos los negocios. Gracias a los ahorros evitamos adquirir deudas. En términos de lo que es el taller no tenemos deudas. Ya en la vida privada sí, estamos pagando la casa que adquirimos hace poco. Pero eso es aparte.

Para el taller, existen dos temporadas muy fuertes en el año. La primera es durante los meses de mayo, junio julio y la segunda durante los meses de noviembre y diciembre. Sin embargo esas temporadas tan fuertes no excluyen el resto del año porque la ropa deportiva siempre tiene buena salida. Eso es lo más nos ha favorecido. Todos los días la gente necesita vestirse cómodamente. La ropa deportiva no tiene un tipo de

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cliente definido, la necesitan todas las personas; gordas, flacas, jóvenes, bonitas feas, etc.

Desde que empece a trabajar independiente, nunca he tenido una dificultad económica grave. Gracias a Dios siempre hemos contado con una cartera que se mueve. Es que yo pienso que nací para esto. Lo hago con todo el amor y la dedicación. Entonces afortunadamente todavía no hemos tenido contratiempos serios.

La publicidad del taller la manejamos a través de las páginas amarillas de la guía telefónica y también hemos pactado algunas cuñas en el canal local de televisión, sobre todo, en programas deportivos, Así mismo, nos llegan clientes por referidos. De aquí a cinco años, mi proyección consiste en ampliar la fabrica. Quiero que en toda Colombia se conozcan mis productos y poder participar con éxito en ferias nacionales. Eso quiero. También quisiera que la fabrica cuente con su propio local. Estoy segura que lo puedo lograr. Yo sé trabajar duro y lo hago, no sólo por mí, sino por mis hijos. Siempre he pensado en ellos. Mi empresa es para ellos. Uno cumple un ciclo y se va de este mundo pero las obras quedan y yo quiero que mi obra quede como parte de su patrimonio.

Nombre: Irma A.

Edad: 56 años

Estado Civil: Viuda

Número de hijos: 4

Tipo de actividad: Confección de ropa femenina

Nombre de la empresa: Confecciones artísticas

Tiempo de permanencia en el mercado:13 años

Irma A. se enteró que una terrible crisis económica había minado la salud de su marido y la había dejado a ella, y a sus cuatro hijos, prácticamente en la ruina cuando su esposo murió debido a un infarto al corazón. No tenían casa, no tenían dinero, sólo había deudas por pagar y necesidades por cubrir. Fue entonces, cuando ella debió olvidarse de las comodidades de su vida anterior y trabajar de sol a sol, en la confección de ropa para dama. Algunos contratos iniciales le permitieron sobreaguar esa difícil situación y a la vez, iniciar una pequeña empresa que, desde hace 13 años, se ha constituido en la forma de conseguir el sustento para ella y su familia.

„La empresa lleva 13 años de funcionamiento. Yo me inicie trabajando con la confección de ropa sobre medida, me vinculé con varias empresas y les trabajé mucho, después me inicie con el trabajo para dotaciones y a Dios gracias, no me puedo quejar del resultado de esta experiencia.

Al principio tenía una máquina manual y me tocaba mandar a hacer los apliques en otro lado. En ese tiempo, yo trabajaba sola y también aprendí a coser sola. Cuando era pequeña me iba donde una señora que cosía ropa y veía cómo hacía las cosas y desde entonces, sabía que me iba a dedicar a esto. Aprendí los trazos y cuando pude, tomé algunos cursos en el SENA y fue así como logré capacitarme.

Monté mi taller y estaba sola trabajando, cuando comenzaron a llegar los encargos de las fábricas y entonces, me vi en la necesidad de contratar a una operaria para que me ayudara. En este momento tengo cinco operarias, tres de ellas son estables y las otras dos, temporales. Ellas ganan el sueldo mínimo al igual que yo. Siempre hago efectivo mi sueldo y lo incluyo en la nómina general del taller. Mi hija también me colabora mucho en el taller, ella trabaja durante el día y en las noches me colabora con algunos detalles.

Aparte de la niña yo tengo tres hijos varones. Mi esposo falleció hace aproximadamente 14 años. El hecho de que mi marido haya fallecido fue la causa principal para que yo tomara muy en serio este taller. Cuando eso sucedió, debí trabajar muy duro para levantar a mis hijos y darles la educación. Cuando mi esposo vivía, de vez en cuando les cosía algunas prendas a las vecinas, pero cuando él murió, tuve que atender todos los gastos del hogar mediante el trabajo en este taller. Precisamente la crisis por la que él atravesó, se debió a su mala situación económica, pero él nunca me dijo nada de eso y cuando murió, los golpes llegaron uno tras otro. Yo fui la última en enterarme que estábamos casi en la ruina. Mis hijos se quedaron sin protección, el mayor tenía 18 años, el otro 16, el otro 14 y la niña 11 años. Estaban en una edad en que necesitaban mucho dinero para el cole-

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gio, para la ropa, etc. Yo no tenía un solo peso y fue en ese momento cuando me propuse salir adelante.

En ese tiempo, yo trabajaba sola de sol a sol para sacar ese pedido. Mucha gente me dió la mano, un señor me sirvió de fiador para lograr sacar, a crédito, una fileteadora pequeña, otro amigo me prestó una máquina plana. Todos se portaron muy bien porque sabían que mi marido no había dejado un solo centavo. Esos primeros contratos me dejaron dinero suficiente para asumir los gastos de la casa y de mis hijos y más adelante, pedí algunos préstamos para adquirir maquinaria y saqué adelante el taller y a mi familia. Cuando logré adquirir la maquinaria para hacer confecciones de alta calidad, llegaron clientes nuevos como son fábricas, almacenes, corporaciones, etc.

Hace más o menos 5 años, tuve un punto de venta que me favoreció mucho pero, después decidí cerrarlo porque no tenía tiempo para atenderlo y me daba cuenta que las empleadas no atendían el negocio tan bien como yo lo hacía. El cierre del punto de venta no me ha afectado mucho porque, en esta ciudad, la gente me conoce bastante, y vienen a buscarme aquí en el taller. Obviamente, tengo mi marca registrada ante la Cámara de Comercio pero no tengo un aviso en la puerta del taller.

En realidad, quiero confesar que me siento un poco cansada, ya no quiero crecer más, sino mantenerme en el nivel en el que estoy. Yo he terminado de cumplir con las obligaciones para con mis hijos y eso es suficiente. Algunos de ellos ya son profesionales, otros tienen su trabajo e incluso, algunos son casados y tienen su propia vida. Entonces, no tengo la necesidad de crecer más.

Cuando enviudé, quedé sin nada y mediante este trabajo he conseguido lo que yo quería; que era mantener a mi familia y tener mi propia casa. Es más, tengo dos casas propias. Una en la que vivo y trabajo y otra que tengo en arriendo.

En la actualidad nosotros tenemos un buen nivel de producción y después de tanto tiempo de trabajo, he logrado formar a unas operarias muy buenas y capacitadas. Ellas necesitan este trabajo y yo se los proporciono pero, la idea, no es matarme como al principio. Cuando mi esposo murió, yo no sabía cuando era de día y cuando era de noche. Todo el tiempo estaba enfrente de la máquina. Así duré más o menos unos diez años. Ahora, me parece justo el descansar un poco. En la actualidad, mi hija prepara el almuerzo para las dos y yo trabajo, desde las ocho de la mañana hasta las doce del día, en la tarde desde las dos hasta las seis.

Los hijos sienten mucha gratitud hacia mí, por todos los sacrificios que tuve que hacer para sacarlos adelante. Sin embargo, como decía anteriormente, cada uno tiene su vida, cada cual ha ido conformando su propio hogar y uno se va quedando sola. Ellos son muy queridos, están pendientes de mí, de lo que me pasa. Económicamente no me colaboran porque, gracias a Dios, no lo necesito. De todas formas, yo sé que si lo necesitara, ellos me ayudarían. Pero, esa no es la idea, yo quiero valerme por mi misma, quiero tener mis propios medios de subsistencia. Incluso, en algún momento, uno de mis hijos que es abogado y está muy pendiente de mí, me dijo que dejara de trabajar y descansara totalmente de esta actividad. Yo pensé mucho en esa posibilidad pero llegué, con ellos, a la conclusión que después de tanta actividad, seguramente el estar sin una ocupación, al contrario de hacerme bien me haría sentir muy mal. Por eso no abandono el taller.

Como le decía, yo vivo con mi hija y ella es muy colaboradora conmigo. En algún momento yo pensé que tal vez a ella le interesaría hacerse cargo de este taller pero no fue así. Ella es secretaria y no le gusta nada que tenga que ver con las confecciones.

No vale la pena, entonces, fregarse tanto la vida en la idea de hacer crecer este taller. Un día, hace más o menos tres años, yo inicié una sociedad con una amiga que también trabaja en la misma actividad. Esa sociedad, fue la peor experiencia que he tenido a lo largo de todo este tiempo de trabajo. No nos entendimos, los clientes no llegaban y cuando nos encargaban algún trabajo, quedaban insatisfechos. Me di cuenta

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que ella no sabía nada de confecciones, que sólo vino aquí para aprender y llevarse a mis operarias. Esa unión solamente duró 7 meses, al cabo de ese tiempo yo le pedí que dejáramos de trabajar juntas porque las cosas no funcionaban. Me tocó pedir varios préstamos para salir de la crisis. Fue un caso muy especial y eso me quitó las ganas de asociarme con otras confeccionistas.

Nombre: Nelsy R.

Edad. 57 años

Estado Civil: Casada

Número de hijos: 3

Tipo de empresa: Confección de ropa deportiva

Nombre de la Empresa: Nelsy Modas

Tiempo de Permanencia en el mercado: 10 años

Nelsy R. antes de crear su pequeña empresa, cosía ropa para dama sobre medidas, sus clientes eran esporádicas y no ganaba mucho dinero con esa actividad. Como modista, trabajó por más de 10 años, al cabo de los cuales decidió arriesgarse a trabajar en grande. Durante 1988, cuando todavía vivía en una pequeña población de su departamento, pidió prestado algo de dinero a una amiga y comenzó a comprar telas en Cali. Confeccionó ropa para dama y también ropa deportiva para niños.

Fue su esposo, quien era vendedor de una fábrica de electrodomésticos, el encargado de ir por los pueblos vecinos ofreciendo la ropa. Las cosas salieron mejor de lo que ellos pensaban y después de un tiempo, decidieron trasladarse a vivir en la capital del departamento. En esa ciudad, el taller de confecciones ha atravesado por buenas y malas etapas. Allí sigue hasta el momento, bajo la dirección de Nelsy y su esposo y la participación muy activa de todos sus hijos.

„Cuando vivíamos en el pueblo, a mi esposo que trabajaba como vendedor de la Philips, se le ocurrió, un día, llevar a los pueblos donde él tenía que vender su mercancía, una muestra de la ropa deportiva para niños que yo hacía. Regresó a los dos días y me dijo que debía hacer seis prendas de cada una de las muestras, para entregarlas al cabo de ocho días. Yo me asusté mucho por esa responsabilidad pero pedí prestada una máquina y conseguí a una operaria para que me ayudara en la confección de ese primer pedido.

En esa labor también me ayudó mi hermana, yo cortaba y mi hermana se llevaba ropa para la casa y terminaba de coserla. Nos fue muy bien y mi marido comenzó a llevar muestras y a traer pedidos. Cuando se dió cuenta que el negocio podía ser fructífero, se retiró de las ventas en el otro almacén y continúo trabajando conmigo. Así empezamos este pequeño negocio.

En ese momento, todo fue revolución. Tuvimos que reorganizar los muebles de la casa para poder coser con comodidad. A mí me toco dedicarme mucho, porque tenía experiencia como costurera y no como confeccionista; ya no era solamente coser un vestido; lo que tenía que hacer eran cinco ó seis vestidos iguales y además, tenía que entregarlos todos al tiempo. Las cosas cambiaron y decidimos pedir un préstamo para comprar una máquina fileteadora y algo de telas.

En esa época, trabajamos muy duro, yo cosía y mi esposo vendía. Las ganancias eran mayores que las que él tenía cuando era vendedor de electrodomésticos. Incluso nos compramos un carro para que él pudiera llevar la mercancía. Él vendía en las plazas, en los almacenes, iba de pueblo en pueblo y siempre traía más pedidos.

Estabamos en crecimiento y en ese momento, sentí la necesidad de aprender más de lo que sabía. Pregunté a algunas personas y me enteré que el SENA dictaba cursos de confección y sobre manejo de las pequeñas empresas. Fue por eso que decidimos trasladarnos de ciudad, nos instalamos en la capital del departamento, hace 7 años, en 1991.

Con los cursos en el SENA aprendí muchas cosas sobre el corte de las telas, la utilización conveniente de la materia prima. También aprendí a manejar operarias, que es un aspecto muy importante para que a uno le vaya bien. Cada vez, sentía la necesidad de aprender más y más cosas. Todavía ahora, yo asisto a algunos cursos.

Al año de habernos radicado en la capital, necesitamos pedir un préstamo a una cooperativa y allí nos exigieron tener registrado el negocio ante la Cámara de Comercio, lo hicimos y nos afiliamos a los programas que ellos tienen para

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pequeños empresarios. Además, los clientes comenzaron a pedirnos facturas, después tuvimos que registrar el aviso … en fin, aparecieron una serie de cosas formales que nunca nos imaginamos.

Las cosas marcharon muy bien hasta 1996, cuando tuvimos un bajón muy grande. Eso nos llevo a replantear todo el funcionamiento de este negocio. Pensamos, detenidamente, como habíamos manejado las cosas, que habíamos hecho bien, cuáles aspectos estaban mal. Reflexionamos mucho sobre lo que nos había pasado. Encontramos, que las fallas consistían en la falta de experiencia para manejar empleados. Hasta ese momento teníamos doce empleadas, el taller creció tanto que, en realidad, sentí que se me salía de las manos. Yo no tenía tiempo ni para respirar. Mi marido siempre estaba de viaje llevando y trayendo mercancía. Los hijos, estaban en el colegio y permanecían solos en la casa. Todo era muy complicado.

Actualmente, él número de operarias varía según la época y el trabajo. Por ejemplo, en este momento, tengo a tres operarias porque esta temporada no es tan fuerte. Eso nos permite balancear los costos y aprovechar las ganancias. De igual forma, en este momento, mis tres hijos también nos ayudan y eso es favorable en todo sentido. Mi marido también está todo el tiempo aquí en la ciudad, él sigue manejando las ventas, pero desde aquí.

En este momento, el trabajo se divide así: Mi esposo se hace cargo, por teléfono, de las ventas a los pueblos vecinos y también tiene a su cargo, la parte administrativa. Mi hijo mayor estudia en las noches Administración de Empresas y durante el día, está en el taller; él planea los negocios, analiza el estado de la empresa, nos asesora sobre cuáles serán las mejores alternativas de venta, de diseño etc. Cada semana, yo me reúno con ellos y conversamos sobre cómo van las cosas. Entre los tres tomamos las decisiones. Ese método me gusta mucho, aunque a mi esposo no le gusta darle tanta importancia a la opinión de mis hijos.

Mi otra hija, cursa quinto semestre de Contaduría y también asiste a clases por la noche y durante el día nos colabora. La tercera niña estudia bachillerato comercial y ya está interesada en ayudar aquí, en el negocio.

Entonces, desde que los cinco estamos fuertemente vinculados al negocio, las cosas marchan ordenadamente. En realidad, llegó un momento, en que todo estaba muy grande y las cosas, como le decía, se me iban saliendo de las manos. Un día reuní a mi familia y le dije: „estamos en la ruina„. Ellos estaban acostumbrados a que siempre había plata, estudiaban en universidades privadas y no tenían ni la menor idea de cómo marchaban las cosas aquí en la empresa. En la casa teníamos una empleada que hacia el oficio, de tal manera que ellos tampoco tenían que colaborar con los oficios de la casa. Yo les daba dinero para todo, para fiestas, para ropa, etc. Teníamos muchas deudas y yo, muy asustada, pensaba que iba a perder todo lo que había conseguido.

Esa crisis se solucionó reduciendo personal y trabajando muy duro, inclusive durante los sábados y los domingos. Fue un período muy intenso pero nos sirvió para unirnos y luchar juntos por salir adelante. Afortunadamente, los hijos respondieron muy bien, durante ese tiempo no pude costearle, a mi hijo mayor, la matricula de la universidad y él me dijo: „tranquila mamá, yo soy joven, este tiempo, me vengo a trabajar con ustedes y en un año vuelvo a la U„. Eso me dio mucha tranquilidad, porque como mamá, lo que más he querido es darles a mis hijos todo lo necesario, que no se priven de nada porque en mi niñez yo la pasé muy duro y no quiero que ellos pasen por lo mismo. De pronto, fuí un poco „manirrota„, pero cuando las cosas no marcharon bien, recibí de ellos todo el apoyo y el respaldo que necesitaba. Ninguno se quejó y al contrario, todos empezaron a colaborar como nunca lo habían hecho.

Mi marido siempre ha sido bueno y responsable y también me dió todo su apoyo. Fue así, unidos, como salimos del apretón.

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En mi casa, también replanteamos las cosas. Antes teníamos dos empleadas: una para el aseo y otra para la cocina. Ahora no, porque todos ayudamos. Los hombres hacen el aseo, las compras, etc. y nosotras las tres mujeres, cocinamos, lavamos, planchamos. Todos tenemos una función.

Es que, en realidad, cuando uno ha educado bien a sus hijos, con amor, entonces los hijos responden. Y ahora me doy cuenta que ellos son muy responsables. En este momento, a cambio de recibir plata como regalo, ellos se la ganan trabajan aquí y ganan su propia plata. No mucha pero les sirve para sus gastos, para su universidad, incluso la niña pequeña, la que estudia el bachillerato, se gana un dinero por ayudar con la línea de la franela licrada. El muchacho, también se gana un dinero por trabajar en la línea de los estampados. Ellos son muy responsables, se trasnochan para sacar adelante sus funciones aquí y en la universidad ó en el colegio.

Quizá, lo más valioso es que ellos y nosotros hemos aprendido que la plata es agua y que debemos ser cuidadosos con la administración. Todo lo que vivimos, los malos momentos, me sirven a mí para decir que esa crisis fué, en cierta forma, una bendición, porque ahora ninguno de nosotros piensa como pensaba antes. Inclusive los tres hijos me han dicho que cuando tengan un capital y sean profesionales, me van a comprar el negocio. Yo les dije que bueno y eso me ilusiona mucho. Me gusta que a ellos esto les parezca tan valioso como a mí y a mi marido.

En realidad todos estos años de trabajo han sido como un hobby, porque para mí, coser no es un trabajo sino un recreo. Me encanta coser y aunque el trabajo sea muy duro yo no me canso. Igual, a mi marido le encanta estar en la calle, en los pueblos, vendiendo. Para él, eso no es un martirio, es una forma muy rica de ganarse la vida. Ninguno de los dos se aburre con su trabajo, a veces los hijos nos regañan, nos dicen que porqué no salimos del taller, que vayamos juntos a darnos una vuelta, a pasear. En realidad salir juntos es muy rico pero nada me gusta mas que estar aquí, en mi trabajo.

Nuestra casa está ubicada en la planta alta de este local, es decir, el negocio es independiente pero está ubicado en el mismo sitio. A mí me gusta que así sea porque no me toca andar por en la calle, de un lado para otro. En cambio mis hijos dicen que eso no es bueno, que cuando ellos lo compren, van a separar las dos cosas. Ellos dicen que uno debe acostumbrarse a que sale del trabajo y va a descansar y no como hacemos nosotros, como sabemos que para llegar a la casa solamente tenemos que subir las escaleras, entonces, nos demoramos aquí, casi hasta las diez de la noche ó más.

Yo me levanto a las cinco de la mañana, en compañía de las niñas organizamos el desayuno para todos y también dejamos las cosas listas para el almuerzo. Después de eso, bajo a abrir el negocio y allí me quedó hasta las doce y media. A esa hora subimos a almorzar, luego vuelvo al taller durante toda la tarde y parte de la noche, hasta que termino el trabajo del día.

Aquí en esta ciudad, nosotros no tenemos casa propia. Por la casa y el local donde funciona el taller, pagamos un arriendo de 450 mil pesos. En el pueblo, sí tenemos una casita propia y es allí donde pienso irme a vivir cuando los hijos nos compren este negocio. Esa idea de regresar a mi pueblo me pone muy contenta, allá tengo a mi familia, a mis amigas. Vivir aquí ha sido muy productivo, hemos avanzado mucho y también aquí, están las universidades para que los hijos se formen pero, en realidad, me gustaría volver a vivir en mi pequeño pueblo.

En resumen, nuestra situación actual es muy estable. Después de la crisis manejamos menos clientes pero los que tenemos son muy buenos, tenemos mucho trabajo y por lo tanto buenas entradas de dinero. Aquí, en el taller, todos tenemos un sueldo. Yo gano $ 350 mil pesos, quincenales, mi esposo, $ 250 mil pesos y los hijos, ganan el salario mínimo y parte de ese dinero, ellos lo invierten en ayudarnos a pagar sus estudios. El sueldo que reciben es aparte de las ganancias que tienen por las líneas de diseño y confección que ellos manejan.

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Así mismo, las cuentas de la casa son independientes de las cuentas del taller, en eso nos ha ayudado mucho una de las niñas que estudia contabilidad, ella nos pide los recibos de todos los gastos para anotarlos y llevar la contabilidad. Ella esta pendiente de cuánto papel sale y entra, ella es la que nos dice si estamos gastando más de lo que podemos, o cuánto nos queda de ganancias en un negocio.

A las operarias se les paga el sueldo mínimo y como debe ser, tienen su afiliación al Seguro Social y derecho a sus primas de Navidad y mitad de año, etc. Incluso, cuando hay mucho trabajo, se les da una bonificación extra.

La temporada buena para la venta de ropa deportiva, va desde enero hasta junio. Nosotros también trabajamos con dotaciones. Por ejemplo, confeccionamos los delantales y algunos uniformes para varias entidades. De igual forma, sacamos mercancía para vender en las ferias: Durante el año, asistimos a dos ferias; una en junio y otra en diciembre. Allí mostramos nuestros productos, y aparte de las ventas que se logran, también conseguimos algunos contratos. Igualmente, por intermedio de la Cámara de Comercio hemos hecho algunos viajes de negocios a otras ciudades. Por ejemplo, fuimos a Girardot y conseguimos cuatro clientes mayoristas, que hacen pedidos por dos o tres millones de pesos mensuales, cada uno.

En cuanto al apoyo externo que hemos recibido, puedo mencionar con mucha gratitud al SENA que fue donde estudié y perfeccioné mis conocimientos. También estamos muy agradecidos con la Cámara de Comercio que nos ha invitado a ferias, nos ha dictado cursos de capacitación. En la Cámara de Comercio, trabajaba una muchacha muy buena que se llama Marina. Ella fue como un ángel, porque nos ilustraba sobre lo que pasaba en el mundo de la confección, estaba pendiente de nosotros, nos daba mucho ánimo. Ella me decía que yo era muy importante para esta empresa, que era la razón de ser de este negocio y eso me levantaba la moral. Ella era como un ángel, no sólo conmigo sino con todas las señoras que tienen este tipo de negocio.

Actualmente lo que necesitamos es implementar, en nuestras prendas, el código de barras. Eso es un requisito que piden para poder vender las prendas en ciertos lugares. Nos ocurrió que aquí, hace poco, abrieron un centro comercial muy lindo y grande, nosotros intentamos hacer negocios con ellos pero lo primero que nos pidieron fue el código de barras y en ese punto quedamos estancados. En este momento estamos averiguando los requisitos que se necesitan para sacarlo y poder incursionar en otros ámbitos.

Con respecto al ahorro, lamentablemente, hace algunos años, teníamos unos pesos guardados pero todo ese capital se fue en pagar las deudas de la crisis. Ahora, cuando hemos salido de gran parte de esos compromisos, pensamos en volver a ahorrar. Lo que puedo decir, es que los mayores ahorros están invertidos en la maquinaria que tenemos. Todas las ganancias de la vida están en este taller y en el estudio de mis hijos. Eso es un ahorro y una inversión. De todas formas, es necesario volver a tener una cuenta y meter allí una plata para tener un capital que le sirva a uno para la vejez. Eso pensamos mi esposo y yo, los ahorros que hagamos a partir de este año, van a ser para nosotros. Gracias a Dios, nosotros nos hemos querido mucho y no hemos tenido problemas. El ha sido una ayuda y un gran trabajador. Ojalá así sea siempre. Nosotros llevamos 24 años de casados y a pesar de que aquí, la que dirige las cosas soy yo, porque sé más del asunto, él tiene su parte administrativa que la maneja muy bien y su autoridad como papá y como marido sigue intacta.

Mi proyección de aquí a cinco años, consiste en mantener el negocio, abrir mercado en el Putumayo y mantenerlo bien para que, al terminar ese periodo de tiempo, mis hijos puedan comprarnos. En cinco años mis hijos deberán ser capaces de comprarnos el negocio, en ese momento, yo me podré regresar a mi pueblo y me dedicaré a enseñar lo que he aprendido. Todo lo que he aprendido quiero dárselo a otras muchachas, quiero enseñar todo lo que sé sobre esta actividad, que ha sido la mejor experiencia de nuestra vida y lo que nos ha permitido vivir bien y dar empleo a otras personas.

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Nombre: Nidia C.

Edad: 30 años

Estado Civil: Soltera

Número de hijos: 1

Tipo de empresa: Confección de ropa femenina

Nombre de la Empresa: Moda Actual

Tiempo de permanencia en el mercado: 3 años

Nidia C. montó su taller de confecciones en 1995 en asocio con una ex compañera de colegio, con quien volvió a encontrarse luego que ambas habían terminado sus estudios profesionales en Bogotá. Nidia estudió Diseño de Modas y su compañera, se había graduado como Diseñadora Textil. A las dos, la perspectiva de aunar sus conocimientos y esfuerzos, para lograr abrir una casa de modas en su ciudad, les entusiasmó tanto que decidieron jugársela toda para convertir su idea en realidad.

Al carecer del capital suficiente para llevar a la práctica su idea, comenzaron por abrir un modesto taller en la casa de los padres de Nidia. Al poco tiempo de trabajar en él, se dieron cuenta que en su pequeña ciudad, los diseñadores no tenían, todavía, una aceptación real entre la comunidad. Lejos de ser tratadas como profesionales, sus clientes las veían como unas simples modistas. Esa circunstancia las desanimó bastante. A pesar de eso, Nidia, al contrario de su socia, decidió seguir con el taller y luchar por lograr el reconocimiento de su capacidad profesional.

„Yo terminé mi carrera como Diseñadora de Modas en 1992. Vivía contenta en Bogotá y soñaba con ser una gran diseñadora al estilo, de las más reconocidas en este país como Silvia Tcheresasi. Sin embargo, cuando recibí el título tomé la decisión de volver a mi ciudad porque allí vivía mi pequeña hija de 4 años. Durante todo el tiempo que estudié en Bogotá, mis padres cuidaron de ella y era necesario que yo regresara para vivir juntas y terminar de criarla.

Yo sabía que el campo de trabajo, en una ciudad pequeña y todavía muy provinciana, no iba a ser muy grande. Tal vez por eso, se me metió en la cabeza, la idea de abrir mi propio taller y poner en práctica todo lo que había aprendido. Cuando llegué a la ciudad, me di cuenta que el diseño era muy poco valorado y a las profesionales de la confección, nos confundían con las típicas modistas. Eso no me gustaba nada, pero tenía que seguir adelante.

Un día encontré a una ex compañera de colegio que estudió Diseño Textil en Bogotá. Comenzamos a charlar y nos pusimos de acuerdo para abrir un taller de moda en la ciudad. Lo único con que contábamos en ese momento, era con una mesa de dibujo y una silla. Conseguimos un crédito por $ 3 millones de pesos para comprar materia prima. Mis padres nos prestaron el garaje de la casa para que allí funcionara el taller. Los padres de mi amiga también nos colaboraron; ellos nos prestaron algunos muebles y así lo abrimos, con muy pocas cosas.

Ya en la práctica, nosotros diseñábamos la ropa y como no somos costureras, mandábamos a coser a otro lado. Ese proceso era muy complicado y se gastaba mucho dinero. Después de un año de tener el taller, mi amiga Diana se casó y no volvió más. Entonces, decidí continuar sola y como el primer crédito ya estaba cancelado, pedí otro préstamo por $ 4 millones de pesos, el cual lo invertí en comprar dos máquinas. Una de ellas es una automática plana que es muy buena y me ha servido mucho. Ese crédito, lo terminaré de pagar en agosto de 1999.

Aparte de lo que aprendí durante la carrera, he tomado algunos cursos de capacitación en el SENA. Por supuesto, me gustaría mucho hacer una especialización en Bogotá, pero tengo tantas obligaciones por cumplir, que no puedo, por ahora, ni siquiera pensarlo.

Llevo tres años trabajando con el taller y todavía no estoy en capacidad para decir que mi actividad económica es estable. El dinero que produce el taller es poco y con eso es muy difícil mantenerse. En realidad, a mí me ayuda mucho la circunstancia de trabajar y vivir en la casa de mis padres. Eso me ahorra muchos costos. Yo ayudo aquí con algo para el pago de la luz.

Mis clientes vienen, casi todos, por referidos. Cuando alguna cliente queda satisfecha con un trabajo, casi siempre manda a otra persona y así, sucesivamente. También tengo tarjetas de presentación personal que reparto entre amigos y conocidos. Hace algunos meses, la Cámara de Comercio nos apoyó, a mí y a un par de amigos diseñadores, todos muy jóvenes, para que hacer

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un desfile de modas. Nos fue muy bien con eso. Particularmente yo, logré hacer varios negocios.

Mi sistema de trabajo es con cliente directo. Las personas vienen y me dicen qué quieren, yo diseño y al cabo de ciertos días, entrego la obra. No trabajo para almacenes, porque el taller es muy pequeño y no puedo producir a mediana ó gran escala. Es decir, si alguien me pide 20 vestidos, no puedo cumplir. El taller todavía no tiene esa capacidad. De todas formas, si se presentara esa oportunidad, yo volvería a hacer lo que hice al principio; es decir, tomar el contrato para una dotación, diseñar y conseguir gente que se llevara las prendas para coser en su casa.

Yo me siento capaz de asumir contratos grandes. Mi propósito, en ese sentido, es que el taller crezca y me permita aumentar la capacidad de producción. Además, en este momento, estoy muy entusiasmada porque tengo nuevos proyectos personales; antes de terminar 1998 contraeré matrimonio con el papá de mi hija, que ya tiene 7 años. Con él hemos pensado en mejorar mi forma de trabajo. Concretamente, al casarme, yo dejaré de vivir en la casa de mis padres, pero el taller se quedará en el mismo sitio y pensamos conseguir más máquinas y más gente para que trabaje conmigo.

Trasladarme de casa me parece muy bueno, el hecho de trabajar y vivir en el mismo sitio no es bueno. Por ejemplo, no existe esa motivación de salir diariamente a la calle, integrarse a la ciudad. Actualmente, debido a que el taller está en mi casa, prácticamente me quedó todo el día en un mismo sitio. Me levanto, desayuno, atiendo a mi hija y paso del comedor al garaje, ese es mi trayecto diario. Al mediodía es lo mismo y en las noches igual. Entonces, a veces la rutina se vuelve agobiante. Pero también debo reconocer que esa circunstancia me ha permitido tener un sitio donde trabajar sin pagar arriendo.

A partir de 1999 tengo que organizar mi tiempo. Aparte de mi responsabilidad con el taller y como madre, también voy a ser esposa y voy a vivir en otra casa. Tengo que pensar en el transporte, en el tráfico, etc. Mi objetivo a mediano plazo, es conseguir más operarias, comprar mas maquinarias y más adelante, montar una casa de modas. Ese es mi sueño y mi objetivo.

De pronto, todos esos sueños ó proyectos, serán más sencillos de llevar adelante si se cuenta con un compañero. Con mi futuro esposo, hemos conversado mucho acerca de todos los proyectos y él me apoya, entre otras cosas, porque él también se ha criado en un medio muy cercano al de la confección y conoce acerca del negocio.

A mí me interesa mucho la línea de confección para mujeres jóvenes. Por ejemplo, me gustan mucho los diseños sencillos, simples pero muy femeninos y modernos. Me gustan los diseños de Silvia Tcheresasi.

Como diseñadora que soy, yo armo mis propios catálogos y se los muestro a mis clientes. Sinceramente, a través de todos estos años, me he dado cuenta que a la gente le gusta mucho lo que yo hago. Es algo diferente a lo que se ve en la calle. También establezco una relación muy personal con las clientes, cuando me doy cuenta que un diseño no favorece mucho a cierto tipo de persona, entonces la convenzo para que escoja otra cosa, le muestro algunas prendas que le pueden quedar bien y la gente se deja asesorar. Por eso pienso que yo podría tener mucho éxito como dueña de una casa de modas.

Siento que en esta ciudad, no se ha aprovechado convenientemente el mercado femenino. Por ejemplo, anualmente tenemos un reinado de belleza al cual asiste mucha gente, no sólo de la ciudad sino de todos los departamentos y aquí no encuentran nada para comprar. La gente trae todo su ajuar de Bogotá ó de otras ciudades, entonces, pienso que si uno confecciona ropa con materiales buenos, que tengan un diseño bonito, original y moderno, es seguro que le va muy bien. Lo único que me hace falta es capital.

Siempre, desde el comienzo, he tratado de ser muy organizada. Mi negocio es pequeño pero llevo un sistema contable, casero pero muy eficiente. Actualmente conmigo trabaja un sastre

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al cual le pago por obra. Teóricamente tengo un sueldo, pero en este momento no lo hago efectivo totalmente, debido a la situación económica. En realidad, en esta época, después de las fiestas patronales, el trabajo se ha puesto escaso, la gente no tiene mucho dinero para comprarse ropa. Pero creo que esas son temporadas y espero que ahora, cuando comience la temporada de diciembre, la situación se componga.

Aparte del programa para pequeñas empresas que tiene la Cámara de Comercio, yo estoy afiliada a una asociación de confeccionistas. Me parece muy buena la existencia de esa asociación porque, en bloque, hacemos algunos programas de capacitación que son muy útiles. Ellos nos mantienen informados sobre lo que pasa en el mundo de la moda y cuando es necesario, nos brindan asesorías que son muy valiosas.

De forma individual, casi siempre asisto a desfiles de moda o eventos sobre moda que se realizan en Bogotá o Medellín, como son „Colombiatex„ y „Colombiamoda„ Periódicamente compro revistas sobre diseño y estoy pendiente de los programas de televisión que muestran las nuevas colecciones en pasarelas internacionales. Me siento muy conectada con lo que pasa en el mundo de la moda. Sé cuales son los colores de moda, los materiales, etc. Obviamente, trato de aplicar esas tendencias a las necesidades de una ciudad pequeña y caliente como ésta. Así son las cosas, combino mis propias ideas con las cosas que veo en las pasarelas y eso me sirve para ofrecerle a mis clientes, diseños frescos y novedosos.

Un diseño mío y la confección de la prenda vale, alrededor de $ 90 mil y $ 120 mil pesos. El precio depende del material. Mis prendas, tienen la cualidad de que no son parte de una serie, son únicas y eso les gusta mucho a mis clientes. Más o menos, en la actualidad, yo manejo 120 clientes. Eso no es mucho pero, para el tamaño de mi taller, es satisfactorio. Gracias a Dios, durante estos tres años de actividad, nunca se ha presentado un día en el que no tenga nada para hacer, siempre he tenido trabajo y por ende, una entrada de dinero. Por ahora, estoy contenta con eso y con la mayor ganancia que es la experiencia adquirida.

Nombre: Imelda C.

Edad: 62 años

Estado Civil: Viuda

Número de hijos: 4

Tipo de Empresa: Confección de ropa infantil

Nombre de la Empresa: Creaciones Donald

Tiempo de permanencia en el mercado: 4 años

Imelda C a los 53 años quedó viuda. Su situación económica después de la muerte de su esposo era buena, entre otras cosas, porque ella siempre había trabajado. Primero fue maestra de escuela y después de casarse, montó con su marido un negocio que les dejó utilidades satisfactorias. Sin embargo, el sueño de toda su vida fue dedicarse a la confección de ropa infantil. Esa idea nunca fue apoyada por su marido y algún tiempo después de que éste murió, ella pudo hacer realidad su sueño. Vendió el antiguo negocio y montó su taller de confecciones. Eso fue hace cuatro años y en la actualidad, el socio y principal colaborador de Imelda es su hijo menor. El se encarga de la parte administrativa y se está preparando firmemente para, en un futuro no muy lejano, convertirse en el propietario del taller.

„A mí siempre me gustó trabajar en la confección de ropa, sobre todo en la confección de ropa para niñas. No pude dedicarme antes a este oficio porque a mi esposo no le gustaba que yo trabajara en estas cosas. Yo aprendí a coser hace mucho tiempo, tomé varios cursos de confección de ropa infantil y de ropa para dama, la cual no me gustó mucho. Todos los conocimientos los tenía guardados porque mi esposo, no quería ni escuchar hablar acerca de esta actividad.

Con mi esposo teníamos otro negocio, muy diferente a éste. Cuando mi marido murió, hace 9 años, yo seguí trabajando en el negocio pero pensaba que ese era el momento para dedicarme a hacer lo que más me gustaba en la vida. Hace cuatro años, vendí el otro local y comencé a montar esta pequeña fábrica.

Lo primero que hice fue arrendar un local, que queda independiente de mi casa, lo acomodé, compré algunas cosas y arranqué a coser. En ese

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tiempo, yo manejaba esto totalmente sola. Ahora, yo trabajo en compañía de mi hijo que es el administrador. Le vendemos a varios almacenes de cadena y a algunos almacenes de ciudades cercanas a ésta. Nosotros tenemos un punto de venta en un pequeño centro comercial y, afortunadamente, nuestra ropa tiene muy buena salida.

Actualmente, en este negocio trabajamos, de forma permanente, contando a mi hijo que es el administrador, siete personas. Durante temporadas pesadas, llamamos a tres ó cuatro operarias más. Mi labor aquí es la jefatura de producción y mi hijo se encarga de todo lo relacionado con las cuentas, los bancos, etc.

Mi hijo y yo tenemos un sueldo de $ 400.000 pesos, que siempre lo hacemos efectivo, porque el negocio nos tiene que mantener a nosotros. El resto de empleados ganan el sueldo mínimo y tienen todas sus afiliaciones legales.

El local donde funciona el negocio es grande y, en realidad, pagamos un precio muy bajo por el arrendamiento. Afortunadamente, yo vivo en casa propia y entonces no tengo muchos gastos de mantenimiento. El capital con que inicié, lo saqué del anterior negocio que teníamos con mi esposo. Sin embargo, para adquirir maquinaria adecuada y tener buena mercancía, tuvimos que endeudarnos un poco. Cuando necesito pedir un crédito, siempre recurro a bancos tradicionales porque si uno se confía en esas instituciones que dicen prestar a los pequeños empresarios, se queda esperando y nunca pasa nada. Yo quería hacer algunos cambios en mi taller y para eso necesitaba dinero, entonces fui a uno de esos bancos y allí me cobraron un dinero por el estudio y al final, mis papeles fueron rechazados. Fui a otra corporación y allí, inmediatamente me aprobaron el crédito. Esas son cosas que pasan.

Nuestro negocio siempre ha estado separado de la casa. Cuando decidí abrirlo, les dije a mis hijos que lo iba a montar en la planta baja de la casa y ellos se opusieron rotundamente. A la larga eso fue mejor porque me permite cierto grado de independencia. Aquí, la jornada de trabajo inicia a las 7 en punto de la mañana, trabajamos en jornada continua hasta las 3:30 de la tarde. Tenemos una hora para el almuerzo y todos almorzamos en el taller.

Por supuesto que a las 3; 30 de la tarde se van los operarios, nosotros, mi hijo y yo, continuamos hasta las 6:00 PM, a esa hora llega el celador y entonces podemos irnos a la casa. Claro que si por mí fuera, yo viviría aquí, estaría desde las 6 de la mañana hasta las 12 de la noche. Este trabajo no me cansa, al contrario, me fascina.

Trabajar en la confección de ropa infantil es muy satisfactorio, porque todos los padres quieren tener a sus niñas muy bien vestidas, siempre buscan nuevos modelos, nuevos diseños, entonces, las temporadas casi siempre son buenas. Claro que 1998, estuvo muy flojo para las ventas. La gente no tiene plata para gastar.

Yo tengo 4 hijos, 3 de los cuales ya están trabajando y tienen su vida organizada. El hijo menor es el que me ayuda en todo. Yo espero que en cinco años, más o menos, él pueda quedarse a cargo del taller. Quiero dejar que él maneje el negocio a su manera. En un futuro no muy lejano, esto será para él.

Siempre, durante toda la vida he trabajado. Cuando era joven trabajaba como maestra, luego me casé y me dediqué a ayudarle a mi marido en su negocio, que era una gasolinera y después monté este taller. Le digo esto para demostrarle que nunca me he quedado quieta, siempre he estado activa. Yo he manejado mi propio dinero, y es más, en este momento, este taller se sostiene solo, aquí no he comprometido para nada el patrimonio familiar, ni la casa, ni el carro, nada.

Nosotros somos muy organizados. Tenemos un contador externo que nos lleva las cuentas y es muy estricto para hacer el balance anual y esas cosas. Yo siempre sé cómo y dónde está invertido el dinero, cuánto debemos, cuanto ganamos, todo eso.

A mí me encanta que mi hijo trabaje conmigo, es muy satisfactorio porque pienso que no existe

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nadie mejor que él, para llevar las riendas de este negocio. Yo soy muy buena para coser, para diseñar, para comprar telas, pero no me gusta hacerme cargo de las ventas y de las cuentas. Eso me aburre y además no soy hábil. En cambio mi hijo que está estudiando Administración de Empresas, sabe cómo hacer todas esas cosas. Además, él tiene grandes proyectos para el futuro.

La mayoría de nuestros clientes los conseguimos a través de referidos y cuando visitan nuestro punto de venta. La verdad, aunque sabemos que existen muchas fundaciones de apoyo a los pequeños empresarios, solamente estamos vinculados a dos. Esas dos fundaciones tienen buenos programas pero también, tienen una falla muy grande; ellos comunican sus programas, sus cursos etc., cuando el evento está muy encima. Por ejemplo, si mañana van a dictar un taller, ellos llaman hoy. Eso es malo porque uno ya ha programado su tiempo y sus actividades.

Desde el principio, registré el negocio ante la Cámara de Comercio y también mandé a hacer mi marquilla y los empaques. Eso es bueno porque es una manera para hacerse conocer de la clientela y tener un negocio muy pulcro, pequeño pero muy organizado.

El precio de nuestras prendas, depende del material en que estén confeccionadas pero, en promedio, puedo decir que un vestido para niña cuesta $ 13 mil pesos. Ese es un precio módico que cualquier persona puede pagar. A los almacenes le vendemos un poco más barato para que ellos puedan sacar alguna ganancia. Ahora nos estamos enfrentando a un nuevo reto que es sacar el código de barras. Algunos almacenes nos han informado que para 1999 será necesario adquirir la mercancía que cuente con ese código, entonces, mi hijo se está encargando de hacer todas las averiguaciones para estar al día. En eso estamos.

Nombre: Beatriz R.

Edad: 42 años

Estado civil: casada

Número de hijos: 3

Tipo de empresa: Confección de ropa para dama y caballero

Nombre de la empresa: Confecciones Marcela

Tiempo de permanencia en el mercado: 3 años

Beatriz R. nació en Barranquilla y a partir de los diez años de edad, se trasladó con su madre a vivir en Venezuela. Allí transcurrió su adolescencia y su juventud. En Caracas, se casó con un colombiano y tuvo tres hijos. En esa ciudad, aprendió el oficio de la modistería y abrió un taller de confecciones el cual le permitió consolidarse personalmente y en la vida familiar.

Después de casi 20 años de vivir en otro país, Beatriz y su familia decidieron volver a Colombia. En una ciudad de la Costa Atlántica, desde hace tres años, iniciaron nuevamente la aventura de abrir su negocio y salir adelante en un medio, que luego de ese tiempo, es practicamente desconocido para todos ellos.

„Yo me case cuando tenia 15 años de edad y mi esposo 21. Eramos muy jóvenes. Después de casarme ingresé a hacer un curso de modistería en la Escuela Interamericana de Caracas. Luego, trabajé, como operaria, en una empresa internacional, después me compré una máquina y seguí trabajando en la modistería y confección de ropa deportiva. En Venezuela me fue muy bien, todo lo que ahora tengo lo obtuve allá. Aquí en esta ciudad, apenas me estoy dando a conocer y creo que las perspectivas son buenas porque a mis clientes les gusta mi trabajo.

Mi hogar está conformado por mi esposo y tres hijos que nacieron en Venezuela. Salí de Caracas, no porque me fuera mal, sino porque mi esposo quería estar en Colombia. Además Caracas es una ciudad bastante insegura, tal como Bogotá y queríamos tranquilidad. En una ocasión intentaron robarnos y por eso decidimos regresar. En Caracas yo confeccionaba mi ropa y la vendía. Aquí en Colombia, estoy trabajando con terceros y ellos la venden a otras personas. En ambos lugares, he trabajado mucho la confección de blue jeans.

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En Venezuela todavía tenemos una casa. Allá vive mi hijo mayor que tiene 27 años y trabaja como efectivo de la Policía de Sucre. Mis otros dos hijos viven conmigo aquí en Colombia, la niña tiene 11 años y el niño tiene 15. También tengo un nieto de 3 años, es el hijo de mi hijo mayor.

Yo estudié solamente hasta primaria, y el resto lo he aprendido mediante los cursos de capacitación que he tomado. Durante muchos años trabajé como operaria y ganaba un sueldo. Esa actividad me sirvió mucho para adquirir experiencia, la cual he utilizado ahora, en mi trabajo como independiente. El trabajo independiente comenzó hace aproximadamente unos 13 años. Yo me retiré porque quería hacer mis propias cosas, ganar un dinero propio y además ahorrar algo de dinero para mis hijos. Un día me compré un par de máquinas y arranque con el negocio y me fue bien.

Venezuela es una buena plaza para el trabajo de la confección, pero aquí, en Colombia, existe más apoyo para los pequeños empresarios. En Venezuela hay políticas de apoyo, pero son exclusivas para los nacionales y entonces, uno como extranjero está más limitado, más solo. A pesar de eso, logré hacer un pequeño capital y vivir bien. Mis hijos siempre han tenido todo lo necesario para su crecimiento y desarrollo. Yo siempre recordaré a Venezuela con mucho cariño y pueda ser que algún día vuelva a vivir allá.

El taller que tengo aquí en Colombia es más grande que el que tenía en Venezuela. En este momento tengo 11 personas vinculadas. La permanencia de ellas, varía de acuerdo con el trabajo. Eso también depende de las temporadas. En general puedo decir que nos ha ido muy bien. El trabajo no falta y cada día conozco más gente que puede encargarme ropa. Aquí, en esta ciudad, la gente gasta mucho dinero en su arreglo personal y eso es favorable para nosotros los confeccionistas.

Mi esposo es el cortador de esta empresa. Anteriormente, en Venezuela, él tenía su trabajo independiente, pero ahora trabajamos juntos. Él tiene 50 años de edad y ya no le dan trabajo en ninguna parte por eso, la única salida fue trabajar juntos. Este es el momento de apoyarlo a él porque antes, era él quien me apoyaba. Siempre quise tener mi propia empresa y mi marido me brindo ayuda moral y económica.

En nuestra familia existe mucha comprensión y amor, eso ayuda mucho. El hecho de trabajar juntos ha sido una novedad que estamos superando. Como hace muy poco tiempo estamos en esta ciudad, él todavía se siente un poco aislado, no tiene amigos y todo el tiempo la pasa aquí en el taller. Le toca aprender y dedicarse bastante, porque a él nunca le interesó el mundo de la confección y ahora, esa es su forma de ganarse la vida. Esa es una de mis preocupaciones, que él rehaga su vida social, que tenga sus amigos y se sienta contento con lo que esta haciendo, con lo que estamos haciendo para ganarnos la vida.

Con los hijos, aunque no he tenido mucho tiempo para dedicarles, tenemos una muy buena relación. El trabajo en el taller es muy exigente y se roba casi todo el tiempo y es casi imposible sacar unas horas para ver cómo van los niños con las tareas del colegio. Afortunadamente, ellos son muy buenos estudiantes y casi siempre sacan el primer puesto. Además, académicamente yo no estoy capacitada para revisarles o ayudarles en sus tareas, ellos me enseñan a mí. Sin embargo, a cada momento, ellos me reclaman por el poco tiempo que les dedico, eso es duro pero cuando les explico la necesidad que tengo de trabajar, ellos entienden y se portan bien. Una cosa parcialmente buena es que el taller funciona en la casa y estoy esperando pagar una deuda que tengo con una fundación, para poder ampliar las instalaciones y separar lo que es la vivienda del negocio.

Es que en realidad, en esta ciudad, apenas me estoy dando a conocer y eso lleva un tiempo. Si comparo mi situación actual con la anterior que vivía en Venezuela, puedo decir que allá tenía mas comodidades económicas. Por ejemplo, allá teníamos dos carros y aquí no tenemos ninguno. Pero bueno, todas esas cosas se con-

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siguen y estoy tratando de hacer borrón y cuenta nueva.

En la casa tenemos una empleada que nos ayuda con los quehaceres domésticos y se ocupa de los niños. Sin embargo, mi jornada en la casa también es muy dura. Yo me levanto a las 5:30 de la mañana, me arreglo, hago el desayuno, ayudo a los niños a arreglarse, voy al taller y determino el trabajo del día, regreso a la cocina y preparo el desayuno para mí y para mi esposo, desayunamos juntos y volvemos al taller. Así transcurre el día hasta más o menos las diez de la noche. A esa hora, cuando volvemos a la casa y nos acostamos. Nosotros trabajamos de lunes a sábado. El domingo lo dedico para revisar cosas de la casa, para estar con los hijos, para conversar con ellos.

Estamos construyendo un nuevo estilo de vida, en Venezuela todo era diferente. A veces, inclusive hasta hace algunos pocos meses, estuve tentada a vender todo y regresarme para allá, pero conversé con mi esposo y mis hijos y todos juntos decidimos seguir luchando aquí en Colombia. Todavía nos hacen falta muchas cosas pero tenemos energía para trabajar. Además, pienso que siempre es mejor vivir en su propia tierra.

A través de algunos conocidos me han llegado clientes a quienes les he mostrado mi trabajo y les ha gustado. Esos contratos los cuido mucho, porque sé que a través de ellos voy a tener más clientes y por lo tanto más trabajo.

Mi expectativa a corto plazo es separar la casa del taller, mediante una adecuación del espacio y la construcción de nuevas habitaciones. Quiero tener mi casa bien arreglada y que no se mezclen las cosas del taller con las del hogar. Eso será muy bueno para mi familia e incluso, para el negocio. Particularmente, nuestra situación actual, en ese sentido, es molesta porque, por ejemplo, las operarias, necesariamente, se enteran de todos los asuntos del hogar, usamos los mismos baños, tomamos café en las mismas tazas y entonces nosotros, como familia, no tenemos intimidad y eso hace mucha falta. Sobretodo, porque nosotros no estamos acostumbrados a eso, en Venezuela no era así.

A pesar de toda la novedad yo estoy muy satisfecha con el hogar que tengo, con mis hijos, con mi esposo y con mi actividad. Tengo muchas motivaciones para salir adelante. Aquí he encontrado mucho apoyo de parte de algunas fundaciones como la Fundación Mario Santo Domingo, conozco los cursos que dictan en el SENA y los he aprovechado. Con respecto al dinero yo manejo mi propia plata, tengo una cuenta de ahorros y dispongo de algún dinero para un caso de emergencia. Por supuesto que el mayor ahorro y la mayor inversión está en las máquinas que tenemos y en nuestra casa en Caracas.

De pronto, lo único que me hace falta es el estudio, me hubiera gustado ser profesional como mis hermanas, pero no lo hice porque yo fui la única hija que se fue para Venezuela con mi mamá y allá, la vida me cambio por completo. Por eso quiero que mis hijos estudien y sean profesionales, yo no quiero que ellos tengan nada que ver con este trabajo, quiero que lleguen mas alto, que no tengan que fregarse tanto como lo he hecho yo. Eso no quiere decir que esté descontenta conmigo misma, yo sé que el trabajo es una verdadera bendición de Dios y así lo he asumido. Con este trabajo a mi se me ha mejorado mucho el carácter, me doy cuenta que cuando alguien tiene algo en que pensar, algo que hacer, las cosas funcionan de maravilla. Si la mente se mantiene ocupada los seres humanos somos mejores. Eso lo he aprendido a lo largo de todos estos años.

Nombre: Indira

Edad: 39 años

Estado Civil: Casada

Número de hijos: ninguno

Tipo de empresa: Confección de ropa intima para dama

Nombre de la empresa: Women Collection

Tiempo de permanencia en el mercado: 6 años

Indira es una mujer de carácter fuerte y decidido. Es una mujer criada en el campo y de allá se fue para la capital de su departamento, con la idea de hacer algo diferente a lo que había hecho su familia, durante toda la vida. En la ciudad, trabajó durante 9 años como ope-

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raria en una fábrica de ropa y luego de eso, decidió que ya era hora de independizarse. Así lo hizo, mediante un capital prestado, el cual logró multiplicar hasta el punto que, en la actualidad, es dueña de un taller que agrupa a 16 empleadas.

A ella le ha ido bien por su constancia y su sentido de la organización. Con suma cautela, Irdira planea todos los movimientos de su vida y de su empresa. Nada se lo deja al azar porque, como ella misma dice, todo tiene que ser fruto del trabajo y del empeño, nada en esta vida es regalado.

„Este negocio lo comencé sola y desde el primer día que decidí fundar esta empresa, me fui a la Cámara de Comercio para sacar papeles y registrar mi marca. No tenía un solo cliente pero quería tener todo en regla.

Anteriormente, yo trabajaba en una fábrica como cortadora y operaria. Allí permanecí durante 9 años, aprendí mucho de este oficio pero no estaba contenta porque el sueldo era muy bajo y no me alcanzaba para cubrir mis necesidades. Le comenté a un amigo mi situación y él me dijo: „yo te colaboro„. Su colaboración consistió en un préstamo por $ 500 mil pesos. Ese dinero lo invertí en una máquina, telas, accesorios, me sobró una pequeña suma con la que abrí una cuenta de ahorros.

Yo soy muy organizada, por ejemplo, todavía conservo el primer libro de contabilidad que llevé. A mí siempre me han gustado los negocios y soy muy hábil para manejar el dinero. Yo empecé en el mes de agosto y dos meses más tarde, en octubre, ya tuve la necesidad de conseguir a dos operarias para que me ayudaran. Eso sucedió porque una vez que tuve el material en mis manos, hice muestras y me fui para varias poblaciones vecinas a ofrecer mi producto. Yo le decía a los propietarios de los almacenes: „Deje unas prendas sin compromiso y en quince días vuelvo para saber lo que ha pasado. Si no se han vendido, me las llevo y no lo molesto más„. Regresé al cabo de ese tiempo y los propietarios me decían que todo se había vendido, que les trajera más prendas.

En esa época yo vivía sola, no estaba casada y mis padres siempre han vivido en el campo, entonces en esta ciudad solamente contaba con un par de amistades y nada más. El comienzo de este negocio y su éxito en ese momento, se debió a que me dediqué por completo. No pensaba en nada más que en coser y en vender.

Después de esas primeras ventas, decidí que no podía continuar sola y entonces, como decía, contraté a las dos primeras operarias que ganaban por obra. Conseguí varios pedidos y arrancamos a trabajar de día y de noche. Yo no me gastaba un solo peso, todo lo ahorraba, todo lo invertía. Como las cosas marchaban bien y las prendas gustaban mucho, les dije a mis operarias que si en 6 meses las cosas estaban así de buenas, las podía contratar permanentemente. De eso hacen 5 años y ahora tengo 16 operarias. Eso quiere decir que mi negocio ha crecido y se ha consolidado.

Mis operarias ganan el sueldo mínimo y tienen su afiliación al Seguro Social y a Comfenalco. Todo lo tengo en orden. Nuestra jornada de trabajo es de lunes a sábado en una sola jornada de 7 AM a 3 PM. Ese horario me parece correcto, porque sé que muchas de las trabajadoras son mamás y después de trabajar pueden dedicarse a cuidar a sus hijos.

Lo anterior, lo hago porque, aunque no soy mamá, si me doy cuenta que en Colombia casi todas las mujeres de mi condición tienen hijos sin padre y a uno como mujer le toca muy duro para sacarlos adelante. Yo me casé hace tres años y no he pensado, aún, en tener hijos porque siento que no tengo tiempo.

Mi marido me ayuda aquí en el negocio. Cuando nos conocimos, el taller ya estaba montado y pensé que el matrimonio se hizo para que la pareja comparta todo y trabaje conjuntamente por el futuro. Sin embargo, como las cosas deben hacerse correctamente, cuando mi marido y yo decidimos casarnos, le pedí que firmara capitulaciones. Es decir, separé mis bienes de la sociedad conyugal que pensaba conformar. Yo le dije: „A partir del momento en que vivamos juntos las cosas son de los dos, lo que consigamos a partir de hoy con nuestro trabajo es para los dos, pero, lo que yo tenía antes de co-

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nocernos, eso sí es solamente mío.„ Él aceptó sin „remilgos„ y eso fue una buena seña para mí.

Entonces, desde hace tres años él se desempeña como vendedor y gana un salario de $ 350.000, que es igual al que yo gano. Sagradamente, todos los meses, yo hago nómina y pago sueldos, comienzo por el mío y sigo por el de mi marido y el de las empleadas. Ya en la vida familiar, nosotros juntamos parte del dinero que nos ganamos y con eso cubrimos los gastos de la casa. Yo nunca saco un peso de la casa para la empresa y nunca saco un peso de la empresa, para la casa. Aquí él y yo somos empleados como cualquier otro.

Mi marido me ayuda aquí en el negocio. Cuando nos conocimos, el taller ya estaba montado y pensé que el matrimonio se hizo para que la pareja comparta todo y trabaje conjuntamente por el futuro. Sin embargo, como las cosas deben hacerse correctamente, cuando mi marido y yo decidimos casarnos, le pedí que firmara capitulaciones. Es decir, separé mis bienes de la sociedad conyugal que pensaba conformar. Yo le dije: „A partir del momento en que vivamos juntos las cosas son de los dos, lo que consigamos a partir de hoy con nuestro trabajo es para los dos, pero, lo que yo tenía antes de conocernos, eso sí es solamente mío.„ Él aceptó sin „remilgos„ y eso fue una buena seña para mí.

El negocio funciona en el mismo sitio donde queda nuestra casa. Claro que como estamos un poco estrechos, yo he arrendado un local donde guardo parte del material de trabajo. La idea mía, hacia el futuro, es poder separar las dos cosas. Hace poco compré una casa y un carro para que él pudiera hacer sus ventas cómodamente. En este momento, la casa está desocupada porque necesitamos hacer algunos arreglos para que tanto el negocio como la vivienda tengan su espacio propio. Esa inversión que he hecho, me tiene muy entusiasmada porque, por fin, dejaré de pagar arriendo.

Como puede darse cuenta, no me puedo quejar de mi situación actual. Me ha tocado trabajar muy duro pero el esfuerzo valió la pena. Cuando yo era una simple operaria, no me imaginaba que un día iba a ser dueña de mi propia empresa. Lo que sí sabía es que iba a progresar, que las cosas me iban a salir bien, eso es como una especie de presentimiento que no se puede explicar. Yo trabajaba con juicio, colaboraba mucho, le ponía atención a todos los procedimientos de la confección y eso me ha servido enormemente.

Yo creo que el aprendizaje de la costura, nació conmigo. Cuando yo era niña, vivía en el campo con mi familia y allá cosía pantalones para hombre sin molde, nadie me enseñó, yo cogía una máquina manual que teníamos en la casa y me ponía a coser, esa era mi forma de divertirme. Entonces, puede decirse que soy autodidacta, nadie me enseñó este oficio. Lo aprendí sola.

Otra cosa es que desde muy pequeña me gustó la plata. Me gustaba tener mi propio dinero y conseguirlo trabajando. Mi origen es muy humilde, yo provengo de gente del campo que toda la vida ha vivido allá. Cuando me vine a esta ciudad, lo único que tenía era una caja de cartón donde empaqué mi ropa y nada más. El resto lo he conseguido trabajando y ahora, es un orgullo para mí, poder ayudar económicamente a mi familia.

En el negocio, aparte de ser la jefe de producción, yo manejo toda la parte administrativa. Ese „pedacito„ no me gusta que nadie lo toque. Yo soy la que paga, la que cobra, la que lleva cuentas, etc. Me gusta saber el rumbo que tiene la empresa y mi idea es hacerla crecer bastante.

Hace algunos años, unas personas me ofrecieron un negocio que consistía en venderles la mitad del taller. Yo me negué porque esta empresa quiero manejarla totalmente. Cuando apenas inicié, me tocó trabajar con uñas y dientes, levantarme a las cinco de la mañana y acostarme pasada la medianoche.

Aún ahora, todavía nos toca trabajar muy duro. Necesito estar pendiente de todos los detalles, de la calidad, del diseño, de los acabados, de todo. Por supuesto, ahora delego muchas fun-

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ciones y ya no coso y tampoco diseño, hace poco entro a trabajar con nosotros una diseñadora profesional que es la que se encarga de esa parte.

En la actualidad, nosotros continuamos trabajando por pedidos, pero, obviamente, nuestro mercado se ha ampliado bastante. No solamente le vendemos a almacenes de esta ciudad sino de poblaciones vecinas y a un par de departamentos cercanos. Para tener a 16 empleadas trabajando, se necesita tener un nivel muy alto de ventas.

De igual forma, debo reconocer que los programas de capacitación a los que he asistido me han ayudado bastante. Por ejemplo, el SENA me brindó una asesoría acerca de cómo hacer las prendas por operaciones, esto es que una operaria hace una cosa, otra hace otra cosa y así sucesivamente hasta que la prenda termina en el empaque. Ese sistema ahorra mucho tiempo y mucho trabajo y permite que las empleadas sean expertas en una operación de confección. Por eso yo vivo muy agradecida con las entidades que ayudan a los pequeños empresarios. Siempre estoy enterada de lo que pasa en la Cámara de Comercio, en las fundaciones, etc. Yo nunca espero que me llamen, consulto en el periódico y cuando leo alguna información que me interesa, yo misma llamo para averiguar los detalles y poder participar.

En el aspecto anterior, me diferencio mucho de otras confeccionistas. A veces me encuentro con ellas y no hacen nada más que quejarse. Yo pienso que eso es perder el tiempo, las oportunidades están para el que las sepa aprovechar y el que las sepa buscar.

También me he encomendado mucho a Dios. Cuando estoy ofuscada, triste o malgeniada, me paro frente a un espejo y me pregunto a mí misma, cuáles son las causas de mi estado, luego, le pido a Dios que me ilumine para saber qué hacer y cómo hacerlo. Siempre le pido a Dios que me envíe la gente adecuada en el momento adecuado y Él nunca me falla.

Cuando mencionaba la ayuda que he podido brindarle a mi familia, se me olvidó mencionar que yo tengo a varias hermanas trabajando conmigo. Ellas saben que durante el trabajo somos extraños pero del negocio para afuera, somos hermanas y además, muy unidas. Es más, yo quiero enseñarle a una de mis hermanas la parte administrativa. Quiero que alguna de ellas esté al tanto de todo porque sé bien que uno no se quedará en el mundo para siempre y quiero que, en caso de que algo me pase, el negocio lo maneje algún miembro de mi familia. De otra parte, si no tengo hijos, no me afectará porque tengo varios sobrinos, ellos son como mis hijos. Los quiero y los protejo porque son mi sangre y quiero ser una mamá para ellos.

También me parece importante ser una buena patrona. Un día vino una mujer a dejarme una hoja de vida, yo le dije que volviera en ocho días. Volvió y se sentó durante toda la mañana a esperarme. Cuando me desocupé, la atendí y ella me dijo: „Yo necesito trabajar, hace cuatro meses no tengo un trabajo y tengo cuatro niños, debo dinero en la tienda, debo dinero en todas partes. Yo necesito trabajar.„ Me conmovió tanto su situación y su persistencia para esperarme que le di el trabajo y aquí está trabajando y es una de las mejores operarias. Eso es muy satisfactorio, poder ayudar a la gente que de verdad lo necesita le da a uno mucha alegría. Claro que también soy una mujer muy firme, cuando alguien se tiene que ir por mal comportamiento, aunque me duela el alma, se va. No me tiembla la mano a la hora de imponer disciplina. Yo soy una mujer de diálogo pero, si con eso no se logra nada, entonces, prescindo de la gente. Creo que así debe ser„.

Nombre: Nury M.

Edad: 58 años

Estado civil: casada

Número de hijos: 3

Tipo de empresa: Confección de ropa deportiva

Nombre de la Empresa: Ropa Sport.

Permanencia en el mercado: 12 años

Nury M antes de la apertura de su pequeña empresa, nunca había trabajado por fuera de su casa. Su labor diaria consistía en cuidar de su familia y hacer las tareas

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domésticas. El día que su esposo perdió el empleo, comenzó para ella, la angustia por la mala situación económica, que amenazaba con socavar la estabilidad de su hogar. Las preguntas del momento eran; ¿cómo podría ella ayudar a su marido?. ¿Cómo podría colaborar económicamente para el sostenimiento del hogar?

La respuesta la encontró en una máquina de coser que su esposo le regaló cuando decidieron casarse. La máquina y los conocimientos de costura estaban relegados al ultimo rincón de la casa y de allí decidió sacarlos y desempolvarlos para ponerlos a producir. Desde entonces no ha parado de coser y su viejo taller de costura se ha convertido en una reconocida pequeña empresa. Las circunstancias adversas fueron sus mejores aliadas, a la hora de encontrar un nuevo rumbo a su vida y convertirse en una mujer de negocios.

„Empecé este negocio con una vitrina y adornos para la venta. Tenía una máquina casera que mi esposo me regaló cuando nos casamos. Desde entonces la tenía guardada en un rincón de la casa. Cuando decidí coser para algunas clientes, esa máquina y algunos adornos eran los elementos de mi taller. Ese fue el comienzo, pero la historia de por qué decidí trabajar en este negocio tiene que ver con las circunstancias económicas que se derivan cuando el jefe del hogar, el único que sostenía la casa, se hubiera quedado sin trabajo.

Fue así como desempolvé la máquina, conseguí una vitrina y acomodé todo en la parte de abajo de nuestra casa. Abrí la puerta y empecé a vender accesorios como hilos, cremalleras, botones, etc. Paulatinamente fueron llegando algunas señoras conocidas para pedirme que les cosiera un vestido. A ellas les gustaba la forma en que yo lo hacía y a mí también me gustaba esa actividad porque, por primera vez en la vida, tenía la posibilidad de ganarme un dinero propio.

De un momento a otro, me vi en la necesidad de producir cada vez más. Mi marido no conseguía trabajo y los gastos de la casa aumentaban. Para lograr producir mas y por lo tanto obtener mas dinero, tuve que recordar y poner en práctica todos mis conocimientos de confección y costura que había aprendido desde cuando era adolescente. Ese oficio me lo enseñó una tía. Era muy común en ese entonces, que las mujeres aprendiéramos a coser. Era una destreza bastante apreciada en una ama de casa, pero jamás pense que después de muchos años, ese oficio sería el medio para conseguir mi sustento y el de mi familia.

En la pequeña miscelánea yo cosía y también vendía algunos accesorios. Estaba en esas, cuando un día cualquiera me visito un asesor de la Fundación Social, que en esa época, en el año 1981 se llamaba Pro Juventud. El señor, un conocido de mi familia, me animó para que yo tomara en la Fundación, unos cursos sobre pequeñas empresas. Me motivé mucho con esa propuesta y fui a la sede para conseguir información. Tomé los cursos, aprendí bastante sobre confección y sobre administración de un pequeño negocio. Además, allá me ofrecieron un crédito y yo lo tomé.

En ese momento comenzaron mis dolores de cabeza, en el sentido que le tomé mucho amor al negocio y decidí no quedarme con lo que tenia sino crecer mucho más. Con ese primer crédito conseguí una máquina de coser plana, simultáneamente adquirí la fileteadora. Creo que como consecuencia de esos conocimientos y las otras máquinas que incorporé a mi trabajo, cada vez llegaba más y más trabajo hasta el punto, de necesitar una persona que me ayudara en el taller.

Contraté a la primera operaria y en algún momento, una cuñada me dio mucha orientación sobre cómo coser camisas. Aprendí a elaborar camisas y conseguí un contrato para hacer la dotación de uniformes en un colegio. Ese contrato sigue vigente, llevo doce años cosiendo los uniformes para los alumnos de ese plantel.

Mi pequeña miscelánea seguía creciendo y en 1983 un amigo nuestro que trabajaba en la Cámara de Comercio, nos visitó y me dijo que yo debía registrar el negocio ante la Cámara de Comercio. Él me indicó como hacer los trámites y de esa forma registré mi negocio. Todo lo que estaba pasando conmigo y con mi taller me parecía muy chistoso. Las cosas cada vez se formalizaban y mi idea inicial de conseguir algo de dinero para ayudar en la casa, había dado resultado.

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El desarrollo de mi taller se puede medir por el número de operarias que hemos necesitado. Después de tener solamente una, con el paso del tiempo y la evolución de mi trabajo he necesitado más de 10 y hasta 12 operarias. El número de trabajadoras depende de la demanda. En este momento tenemos cinco operarias y para el final de año y temporada de colegio, hemos programado contratar a dos más. Las operarias reciben el salario mínimo con todas sus prestaciones sociales y afiliación al Seguro Social.

Hace cuatro años, mi marido se vinculó a mi empresa. Al cabo de algunos meses de haber montado el taller, él consiguió un empleo y también logró terminar su carrera como Administrador de Empresas. Su último empleo fue con Caminos Vecinales. Allí permaneció hasta que se acabó la empresa y entonces decidió vincularse a mi taller. El rol que él desempeña es en el campo administrativo y en las ventas. Yo soy la Jefe de Producción.

A mí me gusta mucho que mi marido trabaje conmigo, porque me ayuda a tener mucha conciencia sobre los gastos y las deudas que asumo. Cuando apenas llegó a trabajar aquí, él se asustó mucho porque encontró una empresa endeudada pero, paulatinamente, le he explicado que eso sucede en todas las pequeñas empresas. Las deudas son necesarias sobre todo cuando se comienza de la nada, como en la nuestra. Entonces es bueno que él trabaje aquí conmigo porque le mete mucha cabeza y mucho empeño al negocio y sé que vamos a salir adelante.

Claro que yo nunca me he quedado cruzada de brazos. Después de la vinculación a la Fundación Social, continúe recibiendo información acerca de los cursos y talleres que organizaban otras fundaciones. Asistí a todos. A través de esos programas he tenido la oportunidad de hacer giras tecnológicas. He estado en Pereira y allá nos atendieron en el SENA y nos mostraron tecnología que uno podía desarrollar individualmente en su taller. Eso me sirvió mucho, porque desde un principio a mí me interesó ser muy cuidadosa con la calidad del producto. No me gusta que los clientes tengan alguna queja sobre las prendas que yo elaboro.

Así mismo, nunca he perdido la oportunidad de participar en talleres de capacitación y en asociaciones que trabajen por el desarrollo de la confección. Aparte del programa para pequeños empresarios de la Cámara de Comercio, actualmente pertenezco a una asociación de confeccionistas de esta ciudad, la cual es patrocinada por la Fundación Social. Me parece valiosa su existencia porque, si los confeccionistas nos unimos, es posible lograr el desarrollo de todos.

En términos de sueldos, nosotros no somos muy estrictos. El sueldo que nos corresponde obedece a la producción que tengamos. Ese sueldo, por supuesto, sirve para la manutención de nuestro hogar. Los gastos generales de la casa, la educación de los hijos. Este año ha sido muy duro. Las deudas y compromisos financieros han aumentado. El trabajo no falta pero hay que pagar deudas. Actualmente estamos pagando un crédito muy alto. En realidad desde que comencé he permanecido endeudada. Por eso creo que nos ha faltado un apoyo más puntual, sobre todo a las personas que le han puesto todo el dinamismo para el crecimiento de su empresa. Yo he adquirido toda la maquinaria necesaria para que el producto sea óptimo. Pero eso cuesta mucho y por eso he tenido la necesidad de endeudarme.

De todas maneras, yo quiero mucho a esta empresa porque me ha costado demasiados desvelos, demasiados sacrificios. Yo me levanto a las cinco de la mañana y me acuesto bien entrada la noche. Claro que en ocasiones es peor. Por ejemplo, en este momento, estamos trabajando en una dotación que debo entregar en un mes. Eso significa que debo duplicar mi trabajo, porque las operarias cumplen su horario normal y se van. Yo no, debo pararme de la cama más o menos a las tres de la mañana y a esa hora comenzar a trabajar.

Ese rigor hay que mantenerlo porque el éxito en la confección de la ropa para dama, implica hacerle a cada persona su molde, su patrón. Hace algún tiempo yo trabajaba por tallas y me

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di cuenta que eso no funcionaba. Los cuerpos son muy diferentes. Hay personas que de la cintura para arriba tienen una talla y de la cintura para abajo tienen otra. Entonces, mi método de elaborar un patrón individual es muy bueno porque las clientes quedan contentas. Su ropa queda bien cosida y a la medida de su cuerpo.

He tecnificado bastante mi trabajo de costura sobre medida. Para eso, aplico siempre las reglas que he aprendido en los diferentes talleres. Debo aclarar que además del trabajo sobre medida yo trabajo sobre pedido. Es decir, el cliente viene y me pide determinado número de prendas. El trabajo sobre pedido tiene una ventaja adicional y es que uno no corre el riesgo de quedarse con la ropa. Las clientes vienen y me dicen qué es lo que quieren, algunas traen sus revistas, otras tienen una idea y me la cuentan y entre las dos la desarrollamos. Así se trabaja. Cuando el contrato es para una dotación, obviamente el cliente me trae el modelo y yo lo confecciono.

Nosotros hacemos prendas muy simples y también muy complejas, como son los vestidos de novia. Aquí se hace ese tipo de prendas y quedan muy bonitos. En esa parte de la confección me ha ayudado mucho mi hija menor que estudió Diseño de Modas. Desde que yo comencé con la miscelánea me di cuenta que a ella le gustaba mucho este oficio de las telas, de la moda. Cuando se graduó como bachiller, le pregunté si quería estudiar diseño de modas. También le dije que no importaría si después de cursar un semestre, ella se daba cuenta que no le gustaba. Nosotros estábamos dispuestos a apoyarla sea cual sea su decisión.

Mi hija viajó a Cali y se matriculó en la carrera de Diseño de Modas, Al final le fue muy bien y volví a preguntarle si realmente quería estudiar diseño. Ella me dijo que estaba dispuesta continuar y así lo hizo. En 1994 se graduó y desde entonces regreso a Neiva para vincularse a mi taller. La línea que más le gusta es el Diseño Industrial pero también colabora con el diseño de la ropa sobre pedido. Ella también recibe un sueldo, no muy elevado, pero como todos los que trabajamos aquí, gana su propio dinero.

Para el crecimiento del taller, hemos contado con la enorme ventaja de tenerlo en el mismo lugar de la vivienda. Esta casa es propia y decidimos acondicionar toda la planta baja para el taller. Nuestro hogar está ubicado en la segunda planta. De esa forma evitamos pagar arriendo y como la casa es amplia, tampoco estamos estrechos.

En general yo me siento muy satisfecha con los logros obtenidos. A pesar de todas las dificultades económicas estoy convencida que he hecho un buen trabajo. El producto esta bien „posicionado„, entre la clientela. La gente conoce mi marca y sé que les gusta. Nosotros le cosemos a los colegios más importantes de la ciudad y a pesar de que la competencia es mucha, creo que la gente, nuestros clientes, no desean cambiarnos. Eso es muy satisfactorio.

Para hacerme conocer y conseguir clientela, me ayudo con la publicidad en las páginas amarillas de la guía telefónica y uso tarjetas de presentación. Soy consciente, sin embargo, que la publicidad más importante es la que hace la misma clientela. Una cliente siempre trae a otra cliente. Ese es uno de los conocimientos más valiosos que he adquirido en los cursos de capacitación: Para el negocio, el cliente siempre debe ser lo más importante. El cliente siempre, debe irse satisfecho. Por el cliente tenemos trabajo y tenemos para el sustento diario. El cliente es la razón de ser de cualquier empresa. Eso nunca lo olvido, y todos aquí atendemos bien a la clientela, y le hacemos un producto que lo deje totalmente contento.

Otra forma de mostrar el producto es asistiendo a ferias. Yo lo hago con regularidad, cada vez que se organiza una y me llaman, yo voy. Claro que a las ferias que organizan para pequeños empresarios, ya no asistimos. La razón es que en esas ferias asisten no sólo productores, sino también vendedores; Los vendedores llegan con todo tipo de mercancías, algunas nacionales, otras no. Entonces me parece que esas ferias no son buenas vitrinas para mostrar el producto porque se confunde.

En términos generales, el trabajo en este taller ha sido muy productivo. A veces hago un balance y encuentro muchas cosas positivas. En

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realidad, desde que mi esposo salió de su ultimo empleo hasta la fecha, hemos logrado el sustento y hemos proporcionado una forma de vivir a otras personas. Con el producto de este taller, logramos educar a nuestra tercera hija. A los dos mayores los educó el papá cuando trabajaba. El taller también dio la mitad del dinero para adquirir un vehículo. Todas esas cosas cuentan.

Por falta de tiempo no hemos podido salir de vacaciones pero estamos programando salir de viaje a principios de 1999. Nos vamos de paseo a Boyacá que es la tierra de mi marido y allá vamos a descansar y a disfrutar un poco.

Para el futuro, mi idea es mantener la empresa y mejorar la línea de producción, no la calidad, porque esa ya la tenemos, pero necesitamos optimizar los procesos de producción. Mi expectativa no es crecer y crecer y convertir el taller en una fabrica. Yo quiero que esto permanezca medianamente pequeño pero muy eficiente. No quiero que las cosas se me salgan de las manos. Por supuesto, contando con mi hija que es diseñadora, me llama mucho la atención abrir una casa de modas especializada en ropa para dama. Pero la meta en este momento, es terminar de pagar las deudas y permanecer, un buen tiempo, tranquilos, sin deudas. Poder trabajar sin la angustia que dá el deber dinero a los bancos.

Nombre: Nora C.

Edad: 42 años

Estado Civil: Casada

Número de hijos: 3

Tipo de Empresa: Comida

Nombre de la empresa: Buen Sabor

Tiempo de permanencia en el mercado: ocho años

Buen Sabor inicio labores en 1990, hace ocho años, sin embargo, solamente hasta 1994 Nora C. la esposa del propietario, decidió vincularse de lleno a trabajar en el negocio. Anteriormente, ella trabajaba en una guardería infantil y tenía un sueldo fijo. Esa circunstancia le hacía dudar mucho a la hora de renunciar, para unirse a su marido, en la idea de sacar adelante la empresa. Ella pensaba que estar empleada era la forma más segura de ganarse la vida y contribuir para el cubrimiento de los gastos hogareños.

Después de mucho meditar y sobre todo, ser testigo de la enorme carga laboral que, prácticamente solo, debía asumir su esposo, se animó a invertir en el negocio todo su entusiasmo y capacidad de trabajo.

„La historia de Buen Sabor se remonta a una tradición familiar. Los abuelos de mi marido, sus padres y en general toda la familia, conocían la receta original para la cocción de las achiras. Ellos no vendían, pero en sus casas, siempre había una pequeña producción para el consumo doméstico.

La achira es un pasaboca típico de esta región, que se consume en gran parte del territorio nacional. Es un producto natural hecho de requesón fresco, huevos, mantequilla y la harina de un tubérculo llamado achira de la cual toma el nombre. La harina de este tubérculo también se utiliza para la fabricación de un „bizcochuelo„ bajo en grasa y dulce que se consume en fiestas y reuniones familiares.

En casa de mi marido, tenían la receta original para la cocción de esos productos pero, como le decía, no los hacían para la venta. Pasó el tiempo y nosotros conservamos la tradición pero nunca pensamos en vender o en fabricar. Todo comenzó cuando después de un parto, mi esposo me preparó esas achiras y „bizcochuelos„, para alimentarme en el período de lactancia. Yo sabía que la calidad y el sabor de los productos que hacía mi esposo, era mejor a los que uno conseguía en las tiendas y siempre le decía: „¿Porqué no hace achiras y bizcochos para la venta?.„ Después de tanta insistencia, empezó a darle vueltas en la cabeza, la idea de conformar su propia empresa.

En realidad lo que sucedió fue que él comenzó a valorar y a tener amor por lo que sabía. Un buen día, renunció al empleo que tenía en una embotelladora y se dedicó, en una pequeña estufa de gas, a cocer los bizcochos. Preparaba el producto y una vez listo, viajaba hacia las poblaciones vecinas y allí lo vendía. Era muy duro porque a él le tocaba hacer todo, el producto gustaba y cada vez lo pedían más. A esos primeros clientes de los pueblos todavía los conservamos.

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En la actualidad, Buen Sabor, también produce un dulce llamado „Nochebuena„, que igualmente es tradicional de nuestra región y principalmente se consume en la época de Navidad. Antes que yo ingresara al negocio, sólo se fabricaban las achiras y el bizcochuelo pero, a raíz de mi vinculación y a unos cursos sobre procesamiento de frutas y verduras, que tomé en el SENA, decidí explorar la posibilidad de sacar al mercado este dulce llamado „Nochebuena„. Decidí explorar el mercado con ese producto porque, debido a la cantidad de tiempo que toma la elaboración y lo dispendioso del procedimiento, hace que cada vez su consumo en los hogares sea menor. Con base en la capacitación que recibí, innovamos con ese producto y hasta el momento nos ha ido muy bien.

En realidad, los cursos que he tomado en el SENA han sido muy valiosos porque allí uno aprende acerca de cómo mezclar las frutas y verduras, cómo conservarlas en forma natural, etc. La experiencia con la fabricación de ese dulce es extraordinaria porque anteriormente yo sabía hacer el dulce pero en forma casera, para unas cuantas personas. En el SENA aprendí a prepararlo en forma industrial y a conservarlo naturalmente por espacio de un año.

Nuestros productos los vendemos por medio de distribuidores ubicados en ciudades vecinas y en todas las poblaciones de nuestro departamento. En la ciudad se los puede encontrar en los supermercados de cadena regional y en las tiendas de barrio, así como en el Terminal de Transportes. Así mismo, en este momento, el producto está en estudio para ser vendido en supermercados de cadena como Olímpica y Cadenalco, no solamente aquí, sino en otras ciudades. En realidad, estamos gratamente sorprendidos por la acogida que ha tenido este nuevo producto e inclusive, un grupo de estudiantes universitarios escogió a nuestra empresa y al dulce, como producto central para realizar un estudio de mercadeo y calidad. Las muchachas trabajaron muy entusiasmadas y al término de su trabajo hicimos el lanzamiento del producto en esa universidad y los profesores nos decían que la calidad del mismo era excelente y por lo tanto tenía muy buenas perspectivas en el mercado.

Aquí en la empresa trabajan tres operarias, aparte de mi esposo, mi hijo y yo. Además, tenemos una vendedora externa. En vista de la acogida que ha tenido el dulce, estamos estudiando la posibilidad de contratar un par de operarias más, para que nos ayuden durante la temporada de Navidad.

A pesar de ser un negocio pequeño, nosotros estamos muy pendientes de la calidad. Es que, en realidad, cuando se trata de fabricación y expendio de alimentos, las normas son muy estrictas y la supervisión es constante. Por una parte cumplir esas reglas es garantía de tranquilidad y progreso pero también debo anotar una situación que nos afecta mucho: en materia de alimentos como en todas las áreas, aquí en esta ciudad y creo que en toda Colombia, existen muchos expendedores y fabricantes piratas que no registran sus productos, no cumplen normas de calidad, no pagan impuestos, no cumplen con las mínimas normas sanitarias y, a pesar de eso, la gente les compra mucho. Ellos, por supuesto, no pueden llegar a los supermercados de cadena pero si exhiben sus productos en las tiendas de barrio, en los parques, plazas, eventos públicos, etc. Y eso es competencia desleal y no conviene, a quienes hacemos todo correctamente.

En este momento nuestra producción mensual es de aproximadamente 5 millones de pesos, lo cual nos obliga a producir rápidamente y a ser ágiles en la distribución del producto. Claro que ahora, a diferencia de cuando mi marido comenzó, ya tenemos tecnología. Tenemos una cortadora, molino eléctrico, hornos, etc. Todo eso lo adquirimos mediante créditos bancarios. Tuvimos que hipotecar nuestra casa para llenar los requisitos. Todo fue una aventura. Con el crédito también logramos un capital para sacar la bolsa, el empaque de presentación, que es fundamental. Así mismo, conseguimos la etiqueta, el código de barras, todo ha sido un proceso y nosotros, después de tanto trabajo aspiramos a que nuestros productos lleguen muy lejos.

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Aquí en el negocio, todos somos muy organizados y tenemos un cargo definido. Por ejemplo, mi esposo es el gerente. Yo soy la administradora. Mi hijo es el auxiliar contable y colabora también en la producción. La ayuda de mi hijo mayor es muy valiosa porque él ha aprendido mucho de cómo administrar un negocio. Mas adelante, eso le será muy útil, porque en el primer semestre de 1999 va a estudiar administración de empresas y tenemos dos más que todavía son colegiales y en sus ratos libres colaboran con el negocio.

En realidad, la organización tiene que ver con todo. Si no hay organización las cosas no funcionan. Por eso, hace algún tiempo, nosotros decidimos que cualquier miembro de la familia que trabaje aquí, tendría que ganar un sueldo. Eso fue porque en un principio, sacamos de las ganancias el dinero que se necesitaba para una u otra cosa y entonces, las cuentas no cuadraban nunca. Ahora, cada cual gana un pequeño sueldo. Mi esposo como gerente se gana $ 700 mil pesos. El resto de personas ganamos el sueldo mínimo y tenemos la afiliación al Seguro Social y todo lo que la ley exige.

El trabajo aquí es duro. La temporada para los alimentos es todo el año y todo el año hay que entregar pedidos. Ahora, con respecto al dulce la nochebuena que es nuestro producto líder para la temporada de diciembre, nos va a tocar trabajar todavía más duro porque, la única que sabe hacerlo en forma industrial, soy yo. Todavía no tengo una operaria que se encargue de la producción entonces debo trasnochar todos los días para estar al día con los pedidos. En este negocio no hay domingos o festivos, hay que estar siempre en la jugada. Después de algunos meses, cuando el producto se „posicione„ fuertemente en el mercado, vamos a entrenar algunas personas para que sepan cómo hacerlo y trabajen en eso.

También es necesario decir que una circunstancia que nos favoreció mucho para sacar adelante este negocio, fue el hecho de haber adquirido vivienda propia cuando ambos éramos asalariados. Entonces, nunca tuvimos que preocuparnos por pagar arriendo. Nuestra vivienda queda retirada de la fábrica. El local donde funciona el negocio es arrendado y actualmente estamos en negociaciones con el dueño para poder comprarlo. Este local es favorable porque esta ubicado en una zona comercial y además es suficientemente amplio, como para poder montar el punto de venta. La queremos comprar para adecuarla y mejorarla. No lo hemos hecho porque como todavía la arrendamos no vale la pena invertir dinero en mejoras que no son nuestras.

Estar afiliado al programa para pequeñas empresas de la Cámara de Comercio es beneficioso porque uno tiene información sobre lo que pasa en el mundo de los negocios. También nos invitan a ferias y a eventos comerciales. Claro que en realidad, a nosotros las ferias no nos gustan mucho porque nunca nos ha ido muy bien. Esas ferias no siempre están bien organizadas y me da la sensación que uno pierde el tiempo. Lo que más benéfico nos ha resultado es el trabajo individual de impulsar el producto, visitar distribuidores, etc.

Con respecto a la situación familiar, desde que trabajamos juntos, mi esposo y yo, las cosas han mejorado mucho. Es decir, nunca, nuestra situación como pareja ha sido mala pero ahora tenemos un aliciente por el cual trabajar. Esto es nuestro y los dos trabajamos parejo. En el mantenimiento de la casa todos colaboramos. Nos turnamos para limpiar cocinar etc. El resto del tiempo de lunes a lunes estamos aquí, trabajando. Entonces, como se dice popularmente, no tenemos tiempo ni para pelear. En realidad nuestra relación familiar es, gracias a Dios, muy buena.

Nombre: Berenice L.

Edad: 35 años

Estado Civil: Casada

Número de hijos: 2

Tipo de empresa: Fábrica de muebles en madera

Nombre de la Empresa: Muebles Confort

Tiempo de permanencia en el mercado: 8 años

Berenice L. tiene 35 años de edad. Está casada desde hace 13 años y tiene 2 hijos. Su marido. heredó, de su padre, una pequeña fábrica de muebles en madera a la

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cual, ambos le han dedicado la mayor parte de su tiempo y dedicación.

Hace algún tiempo, después de atravesar por una aguda crisis familiar, debido, según ella, al exceso de trabajo y a problemas de comunicación con su pareja, Berenice y su marido comenzaron a frecuentar una iglesia cristiana, donde han encontrado la paz y tranquilidad necesaria para continuar con la búsqueda de su bienestar. A esa experiencia de Fé, en su criterio, intensa y constructiva, ella atribuye el buen sendero por el que actualmente marcha su empresa y su realización personal, familiar y laboral.

„Esta fábrica era del papá de mi marido, por eso, cuando nosotros nos conocimos, ya estaba en funcionamiento, aunque no era muy próspera. Fue mi suegro quien le enseñó a mi marido todo lo relacionado con la carpintería, y cuando el suegro murió, mi marido se hizo cargo de ella. Primero, tuvo que comprarle a sus hermanos la parte que les correspondía y desde ese momento, mi marido continúo solo con la responsabilidad del taller. Después de 6 meses de ser propietarios, yo ingresé a la fábrica para colaborarle.

Yo soy bachiller y Secretaria Bilingüe. Mi esposo estudió Administración Hotelera y Dibujo Técnico. Esos conocimientos nos han ayudado mucho para el fortalecimiento de la empresa. Mi esposo, aparte de saber el oficio de la madera, dibuja muy bien, hace cosas técnicamente excelentes, muy precisas. El secretariado me ha servido para todo lo que es la administración de la empresa.

Después de estar seis meses trabajando juntos, tomamos un curso, para pequeños empresarios, en la fundación Compartir. Allí nos hicieron un préstamo, el cual lo invertimos en la compra de materia prima y herramienta pequeña. Cuando terminamos de pagar el primer préstamo, pedimos otro con la Financiera Compartir que aparte de prestarnos dinero, nos ayudó a elaborar el proyecto de inversión.

Ese préstamo lo terminamos de pagar en 1997. Este año de 1998 decidimos descansar un poco de los créditos. La idea es tratar de capitalizar la empresa, porque en los diversos cursos a los que he asistido, nos dicen que en lo posible, es mejor evitar los créditos innecesarios y eso me quedó sonando mucho.

Yo hago parte además del programa para pequeños empresarios de la Cámara de Comercio. Por intermedio de ellos, tuve acceso a pasantías universitarias. Uno de ellos, vino a trabajar con nosotros y nos hizo un estudio de mercadeo, totalmente gratis. Ese estudio lo presentamos en la universidad ante los profesores del ingeniero, nos felicitaron y a nosotros nos sirvió mucho. Inclusive, en una feria realizamos una serie de encuestas para medir cuánto porcentaje de dinero destinaba la gente para la adquisición de muebles. Cuáles eran las prioridades a la hora de adquirir muebles. Cuáles eran sus gustos. Eso fue fabuloso, el estudio terminó y nosotros seguimos aplicando todo lo que aprendimos.

A raíz de lo anterior y con base en mis estudios de Secretariado Bilingüe, aprendí a llevar caja, a llevar proveedores, facturas, cuentas, etc. Cualquier dato que alguna persona me pida, sobre el desempeño de esta fábrica, yo soy capaz de suministrarlo. Sé cuanto se gasta, cuánto queda, cuánto se gana. Todos los días hago inventario. En cuanto al balance, lamentablemente no me queda tiempo para hacerlo mensual sino semestral. Yo considero, verdaderamente, que todos los conocimientos que he adquirido han sido muy valiosos para aprender a administrar esta empresa.

Nosotros llevamos ocho años trabajando juntos y a lo largo de todo ese tiempo, hemos tenido momentos duros, buenos, regulares. Incluso ha habido momentos en que uno tiene ganas de tirar la toalla. Afortunadamente, hemos contado con gente muy buena que nos ha ayudado y con una benefactora especial, que es mi cuñada. Ella nos cambia los cheques, nos presta plata, hay días en que la plata no llega y en esos momentos, mi cuñada nos presta el dinero y no nos cobra intereses. Lo hace porque es muy buena con nosotros y nos respalda en todo.

Al principio fue difícil compaginar la vida familiar con la vida laboral. Mi esposo es muy bueno pero, a pesar de todo, a veces existen ro-

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ces; el estrés o las necesidades generan mal genio y a veces eso se vuelve incontrolable. Incluso en una ocasión, la carga para mí estaba muy pesada y yo sentía que a pesar de trabajar y trabajar día y noche, la situación no mejoraba, no prosperábamos. Entonces, en septiembre del año pasado tuvimos una crisis muy dura. Yo tengo un carácter muy fuerte y mi esposo es más tranquilo, pero yo me desesperaba con el ritmo tan lento que tenía la empresa y veía que algunos trabajos se demoraban y los clientes no volvían, discutíamos mucho y un día, me cansé y le dije que ya no quería seguir trabajando con él, que me devolvía para la casa.

Discutimos toda una tarde y yo estaba muy cansada y desanimada. Me fui a la casa de mi hermana a conversar un poco. Hace seis años, mi hermana se vinculó a la vida pastoral con la Comunidad Cristiana. Aquel día, llegué cansada y como derrotada, ella me acogió, me aconsejó, y me llevó para la iglesia. La experiencia allá fue increíble. Todo era paz. En la iglesia me recibieron con mucho amor incluso, hasta me lavaron los pies, y yo que estaba tan agotada, sentí un descanso y una paz inmensa. Le conté a mi hermana que no quería trabajar más con mi marido y ella me dijo que esa no era la solución, que lo necesario era orar para que todo se calmara, para recuperar las fuerzas. Ellos oraron por mi toda la noche y en ese momento, le entregué mi corazón al Señor. Desde ese día todo ha sido diferente. Nuestra vida cambió mucho. Yo compartí la experiencia con mi esposo y él también asistió a la iglesia, desde entonces nuestra vida es otra.

Nunca antes nos había ido tan bien. Con decirle que antes teníamos un empleado y hoy tenemos 6 empleados además de nosotros dos. Eso quiere decir que la empresa ha crecido, y ha generado empleo no solamente para nosotros sino para seis familias más. De pronto aquí, en este sitio, no estamos tan cómodos pero la vida está más integrada. Tengo a mis hijos y a mi esposo cerca. Las cosas son más livianas.

En la fábrica yo me encargo de toda la parte de gerencia administrativa. Yo me encargo de proveedores, de la contabilidad. Mi esposo es el encargado de la parte de producción y ambos nos encargamos de las ventas. Yo conecto al cliente, consigo la orden de trabajo, mi esposo hace el diseño, vuelvo donde el cliente para que lo apruebe y comenzamos a elaborar la obra. Aunque mi esposo es el encargado de la parte de producción yo también estoy pendiente de algunos detalles, como por ejemplo, mirar si la obra se ajusta plenamente, al deseo inicial del comprador.

Los seis obreros que trabajan con nosotros, tienen un contrato civil de obra y ganan entre $ 500 ó 600 mil pesos mensuales. Por su cuenta, ellos se han afiliado al Seguro Social. En época de Navidad, nosotros les damos una bonificación extra y organizamos una actividad de recreación para ellos y sus familias. Después de salir de la nómina y pagar a proveedores, sacamos el dinero para la manutención del hogar. Mas o menos, sabemos que para cubrir los gastos de la casa necesitamos entre $ 700 y 800 mil pesos mensuales. Eso lo invertimos en pagar colegios, hacer mercado, pagar servicios etc.

Por lo general, dejamos algún dinero para gastos extras o „plata de bolsillo„ que se llama. Cuando llegan clientes que necesitan que les reparemos algún mueble o cosa parecida, esa plata no la metemos en la cuenta grande. Ese dinero lo toma mi marido para sus gastos personales. Por supuesto, desde que pertenecemos a la iglesia, sabemos que esta fabrica ya no es nuestra sino de Dios y por lo tanto, sacamos un dinero para la iglesia, una especie de diezmo que se utiliza para obras sociales. Uno no sólo debe pensar en su bienestar sino en el de muchas familias que no tienen ni una sola oportunidad. Entonces, colaboramos para las obras sociales y así, cumplimos con nuestra parte de responsabilidad para con la comunidad.

La fábrica y nuestra casa están ubicadas en el mismo sitio. Hicimos una división y separamos muy bien la parte del hogar de lo que es la fábrica. Esta casa no es nuestra, la arrendamos y nuestra idea para el futuro, es vender un pequeño lote que tenemos en Bosa y reunir el dinero necesario para poder comprarla.

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Mi jornada diaria se cumple entre las seis de la mañana y las ocho de la noche. Nosotros madrugamos y nos repartimos el trabajo de la casa. Yo hago el almuerzo, organizo la casa, desayunamos en familia, tomamos nuestro tiempo para la oración y luego, mi esposo lleva los niños al colegio. Después de eso, hacia las 7:30 de la mañana arrancamos a trabajar. De ocho a dos de la tarde estamos trabajando, a esa hora llega el niño del colegio y almorzamos en familia. Seguimos desde las tres de la tarde hasta las ocho de la noche. No trabajamos mas allá de esa hora porque los vecinos molestan por el ruido. Nos vamos a la casa, organizamos la comida, hacemos otros quehaceres, oramos y nos acostamos.

Quiero insistir en que antes las cosas no eran agradables. Todo lo hacíamos a las carreras y así no es posible lograr ningún resultado. No descansábamos, no conversábamos, ahora, nos sentamos a la mesa y charlamos sobre nuestros asuntos, los de los niños, los nuestros. Somos más alegres. Es una motivación muy grande para mí que mi hijo me diga: „¡hay mamá, que rico que tú has cambiado tanto, tú ya no gritas, ya no regañas tanto!„

Mis hijos también son mejores, menos exigentes. Ellos ya saben que no es uno el que les da el dinero para sus cosas sino que es Dios. Por ejemplo, antes, a mi esposo le faltaba un poco de carácter para manejar la empresa, ahora él está absolutamente convencido que es el dueño de esta empresa, que él es el Gerente y debe ponerle toda la energía y fuerza para sacarla adelante. Con Dios en nuestra vida, todo es mas transparente. Ellos, los empleados lo notan y trabajan muy a gusto. Si me hubieran conocido antes se darían cuenta del cambio tan grande que he tenido. No sólo yo sino toda mi familia. Son cosas difíciles de explicar pero fáciles de ver.

Nuestra misión de aquí a cinco años, y en adelante, es cumplir la voluntad de Dios. A nosotros nos gustaría convertirnos en una empresa grande. Como esto, inicialmente, era de mi suegro, quisiéramos honrar su memoria convirtiendo lo que él dejo en una empresa grande e importante. Hasta el momento hemos demostrado que somos capaces de evolucionar y crecer. Lo que obtuvimos de mi suegro, lo hemos multiplicado. Hemos comprado herramienta mas tecnificada, en fin, hemos avanzado en todo sentido. Ojalá sea eso lo que el Señor tenga dispuesto para nosotros.

Nombre: Narda R.

Edad: 59 años

Nombre de la empresa: Confecciones Industriales.

Tiempo de permanencia en el mercado: 12 años

Estado civil: Divorciada

Número de hijos: 2

Narda R. nació en Neiva pero se crió en el Caquetá. Es casada y separada. Su experiencia como confeccionista supera los 25 años y se remonta al trabajo que desarrolló como modista en Bogotá y su posterior vinculación a una alta casa de modas de esa ciudad.

Por ser una excelente modista, los propietarios le ofrecieron llevarla con ellos a los Estados Unidos, país donde habían decidido trasladar su negocio. Ante la idea, su madre se opuso enérgicamente razón por la cual se quedó en Colombia para cuidarla y no contrariar sus deseos. Como ella misma afirma, „esa oportunidad de trabajar en una gran casa de modas se perdió para siempre„ y la incertidumbre de saber cómo hubiese sido su vida en el exterior, ha sido siempre su mayor tristeza.

En realidad, después de esa negativa su vida dio un giro de 180 grados que la devolvió primero al Caquetá y la ubicó posteriormente en Neiva. Allá tiene su empresa llamada Confecciones Industriales, que ella y su ex marido fundaron hace 12 años. Es también en esa ciudad, donde ha logrado desarrollar una importante actividad como líder del sector de la confección.

„Yo soy la presidente de una asociación de confeccionistas de esta ciudad. Yo quisiera que hubiera mas conciencia acerca de lo que en realidad, necesitan los empresarios de la pequeña empresa. Por ejemplo, nosotros estamos manejando un fondo rotatorio para emergencias y hemos aumentado la cuota de créditos a un millón de pesos, dando plazos más largos para cancelar la deuda.

Actualmente 32 pequeños empresarios están afiliados a la asociación, Somos gente con experiencia consolidada en este trabajo. La Asocia-

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ción está conformada por profesionales como, diseñadores, administradores de empresas. Es un personal calificado y organizado y necesitamos obtener un patrocinio de alguna fundación que nos apoye en este empeño.

Mi empresa, se creó hace 12 años pero, en realidad, mi experiencia como confeccionista supera los 25 años. Cuando era muy joven, vivía en el Caquetá, de allí me fui para Bogotá con la idea de conseguir trabajo como secretaria y no lo conseguí. Mi mamá me había enseñado a coser y en vista de que el trabajo no aparecía y con todas las necesidades que tenía para mantenerme, sentí la necesidad de conseguir trabajo como costurera.

Por medio de un aviso en el periódico conocí a una señora que tenía un taller muy pequeño. Allí se cosían los uniformes para las empleadas de las Minas del Muzo. Yo trabaje allí con mucho empeño y aprendí lo que más pude. La paga no era tan buena y decidí presentarme en una casa de modas que en ese tiempo funcionaba en el barrio El Chicó de Bogotá. El dueño era un señor que había hecho su carrera de diseñador en París y su esposa era europea. Los dos trabajaban la alta costura y su casa de modas era muy prestigiosa.

Pasé mi solicitud y me aceptaron. Trabajé muy feliz con ellos durante un año y medio. Eran buenos patrones y aprendí mucho acerca del mundo de la moda. Un día, la esposa del señor se fue a una feria a los Estados Unidos. Ella llevó algunas muestras de lo que se hacía en el almacén y regresó muy entusiasmada con la diea de montar la casa de modas en ese país. Ellos tenían prestigio y capital y ella consiguió contactos en el extranjero. En vista de eso, decidieron trasladarse y nos llamaron a cinco empleadas para que nos fuéramos con ellos. Eramos cinco personas de confianza y las que mejor cosíamos. Casi me muero de la dicha. Yo quería irme y les acepte, pero entonces, llame a mi mamá para contarle esa buena noticia y ella no me dejó. Me dijo que si me iba ella se moría, que no la iba a volver a ver. Como soy hija única sentí que mi obligación era quedarme. Y lo hice. Eso me marcó toda la vida porque fue una gran oportunidad perdida.

Hoy en día, en 1998, casi 25 años después de eso, mi mamá sigue viva y creo que soy yo la que se va a ir primero. La experiencia fue muy triste porque esa casa de modas tenía mucho futuro. Allí se trabajaba tan fino que se cosía a mano sobre maniquí. Verdaderamente alta costura. Trajes muy bellos, de los que uno quedaba supremamente contenta.

Cuando los dueños de la casa de moda se fueron, me quedé sin trabajo pero no quise regresar al Caquetá. Gracias a Dios, en ese momento llegó a Bogotá una empresa famosa y me „encarrilé„ a trabajar con ellos. Allí el trabajo era diferente porque se cosía en forma industrial. Por eso yo estoy capacitada para coser, tanto un traje de fiesta único, bello y especial, así como una dotación de 200 overoles. Allí duré dos años, al cabo de los cuales me casé y regresé al Caquetá.

Mi esposo trabajaba con la Fuerza Aérea y su base estaba en esa región. El tiempo que estuvimos en Caquetá seguí cosiendo y vendiendo algunas cosas. Pasaron un par de años y nos tocó irnos a vivir a Melgar, en el departamento del Tolima, porque la violencia estaba muy recrudecida y debido al cierre de los colegios, los niños no podían estudiar. La situación estaba muy confusa y entonces me establecí en Ibagué. Más tarde en 1983 nos radicamos en Neiva.

En esta ciudad llevamos catorce años. Recién nos trasladamos, cerraron la empresa donde mi esposo trabajaba y él se quedó sin empleo y como tenía cerca de cuarenta años le fue imposible conseguir otro trabajo. Yo le dije: „Vamos a ver qué hacemos„ y me fui al SENA para ver qué estaban ofreciendo. Ocurrió que ese mismo día se iniciaba un curso para pequeños empresarios y me metí y convencí a mi esposo para que también asistiera. Entonces, animados por lo que habíamos aprendido, nos empeñamos en organizar el taller, no como una modistería o una sastrería sino como una microempresa. Así comenzamos.

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La mas entusiasmada con ese asunto era yo porque conocía el mundo de la confección, y le dije a mi marido: „Como usted no tiene empleo entonces trabaje para mí„. A él le correspondía visitar empresas y conseguir clientes. Nuestro capital eran algunos pequeños ahorros. Yo tenía dos máquinas de coser muy buenas y nos conseguimos un primer contrato para hacer una dotación.

Arrancamos con mucha fuerza y fuimos creciendo paulatinamente. Mi esposo manejaba la plata y yo la parte de confección. Los créditos estaban a nombre mío y un día me di cuenta que mi esposo estaba gastando mas de lo que se ganaba, también me entere que tenia algunas „noviecitas„. Comenzaron nuestros problemas económicos y nuestros problemas personales y decidimos separarnos, eso fue en 1990.

El se fue de la casa y yo quede con una situación económica muy dura, tratando de salir adelante. Trabajé 24 horas al día, mientras tanto, mis dos hijos terminaban el bachillerato. Logramos sacar adelante nuestro hogar y nuestro negocio. Ahora, en este momento, uno de ellos esta estudiando Administración de Empresas y el otro trabaja aquí en el área de producción.

Después de la separación, la situación era muy dura pero, gracias a Dios, todo es superable. A título muy personal puedo decir que uno no debe valerse solamente de sus fuerzas sino encomendarse a Dios y dejar que Él haga su parte. Saber que Dios existe y me lleva de la mano, hace que todo sea más fácil, más llevadero. Además yo confío mucho en mi capacidad de trabajo, en mi esfuerzo y voluntad. Eso es lo que he tratado de enseñarle a mis hijos y ellos saben que todo lo que hago es por ellos.

Sin embargo, la vida no es fácil. Hace un año y medio atravesamos nuevamente por muchas dificultades; solicitamos un crédito para llevar adelante un proyecto de industrialización para la producción de blue jeans. Estábamos muy entusiasmados con eso pero cuando comenzamos a llevarlo a cabo, nos dimos cuenta que el momento que atraviesa el país no es bueno para ese tipo de procesos en una empresa pequeña. Las cosas no dieron resultado y aquí estamos, sosteniéndonos con mucho esfuerzo.

Otra cosa que nos perjudico mucho fue un mal negocio; resulta que en esta ciudad, todo está manejado por los „politiqueros„. Le digo eso porque en diciembre de 1997 se dió la oportunidad de hacer una dotación para una entidad departamental. Un día me llamaron para que presentara una cotización, la presenté y después me dieron una orden de servicio por casi cerca de $ 5 millones. Como me dijeron que necesitaban la dotación lo mas pronto posible, tan pronto recibí la orden de servicio, compré la tela.Cuando tenía todas las telas cortadas, recibí una llamada de la oficina contratante. Yo pense que la cita era para darme un anticipo. La sorpresa fue terrible cuando asistí a la reunión y la directora me dijo que ella no había firmado la orden de servicio, que esa firma era del almacenista y que no era yo la elegida para hacer la dotación. Yo me enfurecí y le dije que ya la tela estaba cortada y que no podía hacerme eso. La respuesta fue que ellos no estaban obligados conmigo y que nadie me iba a responder.

Yo quería demandarlos, pero sabía que eso no iba a prosperar. Todavía tengo esa tela cortada y esa plata no la voy a recuperar porque la dotación, era para niños y yo no trabajo nada para niños. Para mucha gente, puede ser poca plata pero, para mí, eso es una fortuna.

Por eso no quiero tener nada que ver con los políticos. En épocas de campaña aquí vienen a visitarnos, muy amables, para pedir votos. Yo les digo que el único color político que conozco es el de las telas y que no me interesa afiliarme a ningún partido.

A pesar de todas las dificultades, a mí no me gusta darme por vencida. Para recuperar las perdidas hemos salido a conseguir clientes en otra parte. Nos ha ido mas o menos bien. Tenemos un solo vendedor que se encarga de conseguir clientes, mis hijos también ayudan en eso. Incluso yo misma he salido a conseguirlos. Esperamos que la temporada de fin de año sea buena y consigamos varios contratos para hacer dotaciones, que son nuestro fuerte.

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Aparte de mis dos hijos y yo, en esta empresa trabajan tres operarias y un vendedor externo. El vendedor trabaja por porcentajes. Las personas que trabajan en el taller ganan el sueldo mínimo y tienen Seguro Social. Mis hijos y yo también ganamos el sueldo mínimo y lo hacemos efectivo para el mantenimiento de la casa, los gastos de alimentación, educación etc. Nuestra contabilidad es muy organizada y nadie saca un peso, sin anotar para qué es.

Algo que nos ayuda mucho para disminuir costos es contar con una casa propia. La compramos cuando todavía vivía con mi esposo. En la planta baja esta ubicado el taller y en la parte alta vivimos mis dos hijos y yo.

Yo estoy muy contenta con mi taller. El trabajo es una bendición de Dios y le dá a uno para el sustento de su familia y el sustento de otras personas. Siempre, desde que lo abrí, este taller y lo que aquí se hace, ha dado para el sustento familiar. Para comer, para vestir, para pasear, para estudiar, para todo.

Con respecto a mis hijos, también soy feliz por ellos. Yo quiero que ellos se formen como buenos ciudadanos y buenos trabajadores. Siempre les insisto en que se formen muy fuertes y valientes y que no vayan a involucrarse en la política. Ellos son honrados y muy creyentes. A partir de la separación de mi esposo ellos están muy unidos a mí. Cuando sucedió eso, nosotros hicimos la respectiva separación de bienes y siempre digo que a mí me fue mejor, porque, a pesar de las deudas que me dejó, quede con el taller y con lo mejor de todo: con mis hijos.

Yo aspiro a que dentro de un año pueda dejar el negocio en manos de ellos. Ambos están grandes, bien formados y capacitados. En cuanto a mí, sólo aspiro a tener dinero para comprarme un pedazo de tierra e irme, dejar que sean ellos los que continúen. Sus conocimientos son muy diferentes a los míos. Yo comencé de una manera empírica, ellos ya estudian y saben como se debe manejar un negocio. Tienen aspiraciones, quieren crecer y convertir esto en una empresa grande, y yo quiero que lo hagan. Eso no quiere decir que yo piense que lo que hice esta mal. Es diferente. Yo aprendí todo en la universidad de la vida. La experiencia de 25 años, equivale a toda una carrera universitaria. Ese título ya me lo gané. Ya me gradúe. Me siento realizada como persona y como profesional.„

Nombre: Nelly A.

Edad: 65 años

Estado Civil: Casada

Número de hijos: 4

Tipo de empresa: Confección de ropa para dama

Nombre de la Empresa: Creaciones Ruth

Tiempo de permanencia en el mercado: 25 años

Nelly A. nació y se crió en Neiva. En esa ciudad, hace 25 años, montó su taller de confección Desde cuando era muy niña su mamá le enseñó a coser y desde entonces le nació la idea de dedicarse a la modistería, entre otras cosas, porque se dió cuenta que el trabajo independiente era una buena forma para ganarse la vida.

Ya en su oficio, su habilidad con la máquina de coser atrajo en poco tiempo muchos clientes. Tantos, que al cabo de dos años de haber abierto su taller, se vió en la necesidad de contratar a una operaria para que le ayudara con el bordado y la obra de mano de sus confecciones. Fue así como se lanzó a la aventura de conformar un taller que con el paso del tiempo se convirtió en una pequeña y próspera empresa.

„Aparte de todo lo que aprendí de mi mamá, fui consciente de que debía perfeccionar mis conocimientos. Por eso tomé cursos de capacitación en el SENA y algunos talleres de confección en Coltejer. El resto, lo he aprendido a lo largo de estos 25 años, mediante el trabajo diario. Este es un oficio donde todos los días se conoce algo nuevo.

En 1987, gané el Primer Premio de la Gobernación de mi departamento, a la Mujer Microempresaria más destacada del año. En esa época, la administración gubernamental se preocupaba por incentivar la actividad de los pequeños empresarios. El concurso consistía en un estudio a la elaboración de una prenda. Algunos supervisores visitaban a los confeccionistas y examinaban la elaboración de un vestido, para establecer la calidad de la costura y los acabados. Al parecer, mi vestido fue el mejor hecho por-

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que después de algunos días me comunicaron que era yo, quien había ganado el concurso. El premio consistía en $ 300 mil pesos [Equivalente a USD 200.] y salí en una foto en el periódico junto al Gobernador. Ese hecho fue importante porque mucha gente conoció mi taller a través de la publicidad.

Siempre he sido muy agradecida y ese día pensé que ese dinero no me lo podía comer yo sola. Entonces hice una invitación a todo el Gabinete de la Gobernación y a unos amigos. Organicé un asado con música en vivo para que todos celebráramos juntos. A raíz de eso, me hice amiga de todos los empleados de la Gobernación. Desde el más humilde hasta el más importante.

Gracias a Dios, mi trabajo siempre ha sido muy bien acogido. La gente viene y vuelve y además, traen a otras personas. La clientela no me falta. También trabajo con dotaciones para empresas que es una muy buena entrada de dinero. Actualmente, conmigo trabajan cinco mujeres operarias y todas están muy contentas. El taller funciona en mi casa y aquí nos sentimos como una gran familia porque somos muy entregadas a Dios. En este oficio todos los días se aprende y cada una de nosotras nos preocupamos por hacer una prenda de muy buena calidad. Yo estoy muy pendiente de los acabados, de los accesorios. El trabajo es intenso pero muy agradable.

En términos de maquinaria, aquí trabajamos con máquinas planas, fileteadoras y cortadoras eléctricas. Cuando comencé sólo tenía una máquina industrial, pero con el paso del tiempo es necesario tecnificarse para hacer un trabajo actualizado y bueno. Claro que en este momento yo ya no coso. Doy instrucciones, diseño y vigilo el proceso. Pero cuando, por alguna circunstancia, debo coser, entonces lo hago en la máquina con que inicié. Las máquinas planas son tan veloces que ya no les cojo el tino.

De todas formas, eso no sucede con frecuencia, ya no tengo tiempo ni ganas para coser. A veces vienen clientes y me dicen: „Quiero que sea usted la que cosa mi vestido„. Eso me da risa, les respondo que no lo hago porque no tengo tiempo y que todas las empleadas del taller son muy buenas modistas y ellas cosen tan bien como yo lo hacía. Además, yo vigilo todo y estoy pendiente de cómo hacen las prendas.

Para adquirir las máquinas tuve que hacer algunos préstamos pero nunca los obtuve a través de entidades que prestan a los pequeños empresarios. Siempre lo logré a través de bancos comunes y corrientes. Una vez tuve una necesidad muy grande de obtener un préstamo y recurrí a un banco que presta a los pequeños empresarios. Me llenaron de ilusiones de que sí aprobaban el préstamo. Llevé todos los papeles y no fueron aceptados. Salieron con nada y como en realidad necesitaba la plata, entonces me fui a otro banco y allí me prestaron los cinco millones que necesitaba tan urgentemente. Eso me indignó mucho y fui a la Fundación Social y le dije a los asesores que si en el momento, cuando uno necesita verdaderamente una ayuda, no la obtiene, para qué dan falsas esperanzas y dicen que los créditos son muy fáciles de adquirir, y después, no salen con nada.

En materia de eventos, cuando me invitan a ferias, asisto pero, me he dado cuenta que eso no es productivo. Creo que es más lo que se gasta que lo que uno recibe. Entonces yo voy pero no le tengo mucha simpatía a esos eventos, hasta el momento no le he encontrado la utilidad.

Ahora, estoy afiliada a una asociación de confeccionistas de esta ciudad. Ellos están estudiando la posibilidad de tener una línea propia de créditos. A mí me sirve estar afiliada porque nos llevan a hacer giras tecnológicas y a visitar algunas ferias como observadoras. También hacen reuniones para integración y recreación. Además sirve para aprender mucho de los otros compañeros.

Desde cuando comencé con este negocio, siempre sabía que me iba a ir muy bien porque siempre he creído en Dios y con él lo tengo todo, pero también pongo mucho de mi parte: „a Dios rogando y con el mazo dando„. Todos los días me preocupo porque la gente se vaya satisfecha. Si el cliente queda descontento con

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el trabajo, no vuelve nunca y tampoco recomienda el lugar a sus amigos. En cambio si uno hace las cosas bien, la gente pregunta, ¿quién le cosió ese vestido? ¿Quién hizo esa dotación?. Algunos clientes son egoístas y dicen, „Yo lo traje de Bogotá, lo compré en Medellín„. Pero otras personas, sí le cuentan a sus amigas, quién es la persona que les cose. Entonces, las amigas vienen y traen mas gente. El secreto del éxito es confiar en Dios y mandar satisfecho al cliente.

Soy tan creyente que le inculco mi fe a las trabajadoras. Aquí, diariamente rezamos el rosario y ellas mismas se dan cuenta que el trabajo nunca falta y por eso, ellas tienen su empleo fijo y no les falta el dinero para llevar a sus casas. Cuando, por algún motivo, dejamos de rezar juntas, alguna de ellas viene y me dice, „Señora hoy no hemos rezado„. A todas nos hace falta y por eso trabajamos tan unidas y contentas.

Siempre he pensado que los hombres somos hijos de un padre rico, él lo tiene todo y ¿cuál hijo pide a su padre y se va con las manos vacías? Entonces esa ha sido la gran enseñanza de todo este tiempo, cuando hay fe no hace falta nada. En ocasiones, la gente me visita y me cuenta que la situación está muy dura, que la situación del país está muy mal, que no hay plata y que todo esta muy caro y yo, si soy sincera, no me he percatado de eso porque aquí la plata y el trabajo no faltan.

Cada ocho días debo pagarle a mis empleadas. Ellas ganan $ 75.000 a la semana y esa plata sale de aquí, de lo que se cose y lo que se vende. De aquí también sale la plata para mantener la casa, para darle a los hijos, para la comida, para pagar servicios. Todo sale de aquí y la plata alcanza. No nadamos en dinero pero, jamás ha llegado una semana en la que no pueda pagarle a mis empleadas. Las mismas empleadas pueden decirle, en ocasiones la gente hace fila para lograr que nosotras le cosamos un vestido o le hagamos una dotación. En esta ciudad, hay muchos talleres de confección y aquí, la gente hace fila. Eso es la mano de Dios.

Hace algún tiempo, logré abrir mi punto de venta. Tengo una tienda de ropa en un centro comercial, la cual es atendida por mi hija. Aquí se cose y allá se vende gran parte de la producción. Mi ropa tiene su propia marquilla, bolsas, todo lo necesario para ser comerciales.

Mi esposo también trabaja conmigo. El se encarga de las compras, de las cuentas, de la administración y es una ayuda muy buena porque me libera de unas cargas que eran muy pesadas. Él fue empleado bancario durante 30 años y desde hace cuatro años, cuando se retiró del banco, recibió una indemnización y desde entonces, trabaja conmigo.

Nosotros tenemos 4 hijos, tres de los cuales son casados y profesionales. La última está estudiando derecho. Aparte de la niña que atiende el almacén, a mis otros hijos no les interesa mucho el taller. Incluso a la menor le dije, cuando se graduó como bachiller, que si ella estudiaba algo referente a este negocio, yo escrituraba el taller a su nombre. Pero ella no quiso y prefirió estudiar Derecho.

Así son las cosas: „En casa de herrero cuchillo de palo„. Pero no me molesta porque creo que cada persona debe elegir su camino. Claro que, en un principio, sentí un poco de tristeza, uno no sabe hasta cuando va a estar en este mundo y mis hijas no tienen idea de cómo manejar el taller. No saben cuánto vale una tela, cuánto hay que comprar, cuánto dinero se debe cobrar. Nada de eso.

Puede ser esa la circunstancia, por la cual mi meta no sea crecer mucho. Creo que con lo que tengo y como lo tengo, es suficiente para vivir bien y dar a otra gente la posibilidad de trabajar. Ni mi esposo ni yo somos jóvenes, entonces para qué pedir mas de lo que se puede abarcar?. Además la maquinaria que tengo es muy buena y con eso puedo ganar lo necesario.

Mi meta nunca fue esclavizarme y volverme una mujer muy rica. Gracias a Dios estoy terminando mis obligaciones con los hijos: les di la educación profesional y cada cual va a tomar su camino, entonces lo que deseo es continuar con el nivel de trabajo que vengo manejando. No quiero que las cosas me queden grandes.

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Entre otras cosas, para crecer más, necesitaría volver a endeudarme y yo le tengo mucho miedo al hecho de deber dinero. El que debe plata no duerme y yo prefiero dormir. Durante mucho tiempo tuve que pagar prestamos y ahora, al lograr liberarme de todo eso, estoy tranquila y así quiero seguir.

En algún momento, pensé en independizar el trabajo de la casa pero siempre me arrepentí a tiempo. Vivir y trabajar en el mismo sitio ha sido muy positivo. Esta casa siempre ha sido mía porque yo soy hija única y la heredé de mis padres. Es una casa muy amplia, con jardín interior y habitaciones grandes donde todos estamos cómodos. El ambiente de trabajo es favorable porque yo estoy pendiente de contratar gente que no sea conflictiva, chismosa o grosera. Aquí se trata muy bien a la gente, todas se sienten como en su casa. Una de mis empleadas lleva mas de diez años en el taller, otra de ellas ocho años y así, sucesivamente. Las cinco son personas que me conocen muy bien y saben que aquí se debe trabajar con juicio. Nuestra jornada es de lunes a viernes de ocho a seis de la tarde. Los sábados trabajamos hasta mediodía.

La materia prima para las confecciones la compro, mediante pedidos, en Bogotá, a través de esos almacenes, sé lo que esta pasando en la moda, lo que se está usando, los colores, las texturas. Ni mi marido ni yo ganamos un sueldo. Al terminar de pagar las obligaciones y la nómina, nos damos cuenta de cuánto dinero queda y de allí, tomamos para los gastos de la casa y los gastos personales. Mi vida es cómoda y sencilla. Se trabaja duro pero también se disfruta. No tenemos para lujos pero vivimos bien. Entonces, ese es el verdadero motivo para no querer endeudarme con el fin de crecer más. Si mi hija, la menor, hubiera estudiado algo referente a la moda, tuviese un motivo para asumir riesgos y lanzarme a otras aventuras. Como no fue así, entonces, estoy tranquila con mí pequeña empresa que, gracias a Dios es una fuente de empleo para otras personas. No quiero más: „El que mucho abarca, poco aprieta.„

Nombre: Blanca C.

Edad: 37 años

Estado Civil: Separada

Número de hijos: 2

Tipo de empresa: Confección y alquiler de ropa para dama.

Nombre de la empresa: El taller de la moda

Tiempo de permanencia en el mercado: 7 años

Blanca C. nació en Duitama, Departamento de Boyacá y se trasladó a vivir en Bogotá cuando tenía 17 años de edad. Luego de culminar su bachillerato, ingresó a estudiar Diseño de Modas y Alta Confección. Desde pequeña, siempre supo que iba a dedicarse al mundo del diseño y la confección.

Blanca C. no sabía cómo podía hacerlo, pero desde pequeña, presentía cuál iba a ser su futuro.

„Al principio, después de graduarme como diseñadora, trabajé en algunas pequeñas casas de modas, donde adquirí experiencia. No recuerdo el nombre del taller ni el de la dueña pero sí recuerdo que ese empleo lo conseguí a través del periódico. Allí, yo colaboraba en todos los aspectos concernientes al diseño. No acepté desempeñar otra actividad porque siempre insistía en que debía trabajar en mi profesión.

Con este taller, llevo ya 7 años. Lo único que hizo posible su creación fue el deseo de hacerlo. No contaba con capital, ni asesoría, ni absolutamente nada. Solamente tenía el deseo y la necesidad de hacerlo. Pienso que si lo hubiera hecho de otra forma, es decir, si hubiera esperado a reunir un capital, jamás lo hubiera logrado. Es que si uno piensa detenidamente en conformar una pequeña empresa, no lo hace porque lo que se necesita es mucho: se requiere capacitación, capital, asesoría, un local, empleados, etc. Entonces, yo creo que una persona como yo, jamás habría tenido nada si hubiera empezado de esa forma. Si me hubiera capacitado primero, nunca habría logrado avanzar en la práctica.

En términos materiales, lo único con que contaba en ese entonces, eran mis manos. Yo empecé en esto sola. Claro que debo decir que antes

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de montar este taller, yo trabajaba con mi ex marido. Después de permanecer 7 años juntos, él me echó y yo me vine para este sitio y abrí el negocio.

Llegué aquí sin nada. Compraba material para dos vestidos. Los confeccionaba, los entregaba al cliente y de esa forma fuí creciendo poco a poco. Ni en un principio ni ahora he contado con un préstamo o una ayuda económica. Y realmente pienso que en este momento, eso es lo que me hace falta, para no seguir en lo mismo. Me gustaría que este taller crezca y se vuelva una verdadera microempresa y para eso necesito ayuda.

Cuando salí de la casa de mi marido, hace 7 años, yo tenía una máquina de coser. Esa me la traje junto con mis dos hijos, que ahora tienen 13 y 11 años. Aquí en este sitio, que sólo tiene tres habitaciones, vivíamos los tres. Aquí dormíamos, comíamos y aquí mismo, yo trabajaba, cosía y atendía a la clientela.

Como estábamos tan estrechos luché mucho para poder ubicar mi vivienda en otro sitio y solamente hasta el primer semestre de 1998, pude lograrlo. El trasteo lo hice el Domingo de Ramos. Recuerdo mucho la fecha porque para eso me tocó trabajar con las uñas, de sol a sol.

En realidad para que un negocio pueda progresar es muy importante tener separada la vivienda. Eso es esencial, pero también debo reconocer que al comienzo, vivir y trabajar en el mismo sitio, me ahorró muchos costos que para mí hubieran sido insostenibles. Además, tenía todo a la mano: mis hijos y mi trabajo.

Mi matrimonio duró 7 años y durante todo ese tiempo, le ayudé a mi esposo a conformar su negocio de confección de ropa para hombre. Trabajamos mucho pero cuando nos divorciamos, me vi en la necesidad de empezar sola y sin nada. Lo único que me quedó de mi trabajo con él, fue la experiencia que adquirí. La separación no ocurrió por el trabajo sino por motivos personales. Al principio fue muy difícil adaptarme a la nueva vida, es que toda ruptura es complicada. Lo más difícil fue el aspecto económico. Mi esposo ayuda a mis hijos económicamente, no en todo lo que debería pero, por lo menos, corre con los gastos de la educación y de vez en cuando, les ofrece algo de recreación.

Mis clientes, los que visitan el negocio, son personas más o menos solventes económicamente. Ellos me conocen, sobretodo, por recomendación de otros clientes y por la guía telefónica, donde tengo un aviso.

Yo trabajo en la confección de ropa femenina sobre medidas, los trajes que tengo en el negocio son para alquiler que también tiene mucha salida. Se ha vuelto muy ventajoso alquilar el traje, porque la gente necesita vestirse para una ocasión y no tiene la plata para comprarse un vestido cada vez que la invitan y tampoco quiere repetir una misma prenda, entonces la opción es alquilar. La gente que alquila son chicas que están en el colegio, jóvenes, señoras. Etc. En este momento, no existe una temporada determinada para el alquiler de trajes, todas las temporadas son buenas, en cualquier momento la gente tiene compromisos sociales, lo importante es que a uno lo conozcan. Además, para que a uno le vaya bien en este negocio, es importante ofrecer al cliente lo que necesita, lo que le gusta. Cada día los compromisos sociales aumentan. Entonces, mis clientes son personas que necesitan vestidos para fiestas de quince años, cócteles, matrimonios, cumpleaños, grados. Eso significa que todo el año puede haber salida de ropa en alquiler.

El precio por el alquiler de un vestido oscila entre $ 35 y $ 60 mil pesos. La persona se lo lleva un día antes de su evento y lo devuelve al próximo día. No es necesario devolverlo lavado, yo me encargo de limpiar el traje.

Con lo que produce el taller puedo sostener a mis hijos y mantenerme yo misma, sin lujos, estrictamente con lo necesario, comer, vestirse y muy de vez en cuando salir a pasear. De todas formas, me hace falta proyección, ahora sí necesito la capacitación, un crédito, alguna facilidad, un apoyo. La experiencia que tengo ya me sirve para responder a cualquier reto. El único proceso de capacitación que he tenido es a través de la Cámara de Comercio. La capaci-

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tación y asesoría que tomé allí fue valiosa, pero no he encontrado algo que satisfaga plenamente mis necesidades. A mí me hace falta un apoyo, en realidad a veces siento mucho temor de tomar un préstamo, arriesgar todo sin saber a ciencia cierta en qué forma voy a beneficiarme. No es nada fácil tomar la decisión de embarcarme en un préstamo. Tendría que tener mucha asesoría.

Otra cosa circunstancia que me afecta es que yo no tengo conocimiento de todo lo que hay afuera, las ofertas, los seminarios, las agremiaciones. Casi nunca estoy por fuera del local y eso significa que todos los días voy de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, inclusive no salgo ni para almorzar. Pido el almuerzo a domicilio y aquí me quedo, entre la una y las dos de la tarde.

Mi mayor obstáculo es ese; la falta de tiempo. Tengo que estar todo el día en el negocio porque no puedo arriesgarme a perder un solo cliente. Incluso para no perder clientes y no tener que salir durante la semana, dispongo del domingo para salir a comprar materiales en San Andresito.

Durante la semana, el negocio se abre de lunes a sábado de ocho de la mañana a ocho de la noche. Mi jornada comienza a las cinco de la mañana. No tengo nadie quien me ayude en la casa para cuidar los niños ni con los quehaceres. Debo levantarme temprano, preparar el desayuno, organizar la casa, y a los niños. Después los mando para el colegio, salgo para el taller. En el taller paso todo el día. Al mediodía mando a traer el almuerzo, y sigo toda la tarde hasta las ocho de la noche. Al llegar a la casa me ocupo con otros oficios como lavar, planchar y hacia las 11 de la noche me acuesto rendida. Nunca voy a un cine ni a una fiesta. Mi vida privada solamente es mi trabajo y mis hijos. En casa únicamente vivimos los tres y por eso, debo multiplicarme para atender todos los detalles.

Yo sé que a mis hijos les hace falta pasar más tiempo conmigo. Ellos me lo dicen, me lo reclaman, por eso, durante la noche, trato de compartir media hora con ellos antes de que se vayan a la cama. De todas formas ellos saben que el verdadero motivo por el que yo trabajo tanto, es la necesidad de que ellos tengan una mejor vida que la que yo he tenido. Sin embargo, yo sé que estoy perdiendo la posibilidad de compartir muchos momentos con ellos.

Como mamá uno sabe que el tiempo se pasa muy rápido y los hijos se crecen. Ese tiempo nunca se recupera y no estar con ellos es muy grave. Pero el ser consciente de ello me ha llevado a tratar de recuperarlos un poco. Estoy mirando la forma de tomarme un pequeño descanso los sábados por la mañana, para compartir mas sus cosas. Pero querer es una cosa y poder hacerlo es otra, los sábados es el día de mayor movimiento, porque los compromisos de mis clientes, por lo general, siempre ocurren los fines de semana y es durante el día, cuando la gente tiene tiempo para venir a ver qué es lo que se va a poner, qué es lo que va a alquilar.

A pesar de todo, yo veo que la evolución de mis niños es buena. Ellos están bien porque yo me sacrifico. Dejo todo por ellos y hago todo para ellos. Mi vida está en el medio y puede decirse que no tengo una vida privada. Yo no dejo nada para mí. Siempre dejo todo lo mío para después, ojalá no se me haga tarde.

A mi no me queda tiempo para nada. Ni para leer ni para ver televisión. Ahora es cuando debo programarme para tener un poco mas de espacio para los hijos y para mí. Definitivamente tengo que buscar otra forma de trabajar, por ejemplo, tener la oportunidad de delegar algunas cosas y buscar la forma de asistir a seminarios, a talleres. Del mundo de la pequeña empresa, solamente conozco algunas cosas a través de la Cámara de Comercio, y eso, de vez en cuando, porque para mí es muy difícil perder toda una mañana e invertirla en hacer una visita a la Cámara. Desde aquí, el barrio Cedritos, al norte de la ciudad, hasta el centro hay mucho camino y ese es un tiempo que después me hace mucha falta.

En el taller tengo una chica que me ayuda. Sólo puedo pagarle a una persona. Claro que a veces

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me toca contratar algunas cosas por fuera. En todos estos años yo no he podido ahorrar. El ahorro es lo que tengo aquí invertido.

Mi proyección de aquí a cinco años es que no me puede ir igual. Ni de riesgos, tiene que haber algo nuevo. A veces a mi situación yo le llamo estancamiento pero no lo es, verdaderamente, no. Lo que pasa es que yo me exijo mucho. Digo que si, pero la verdad es que no ha habido estancamiento. Este año pude separar el negocio de la casa y además no pago arriendo porque yo compré el apartamento con unos ahorros que tenía. Claro que todavía estoy pagando cuotas.

La relación de mis hijos con su papá es más o menos buena, a pesar del poco apoyo que les brinda. Parece que eso está muy generalizado. El hombre latino es sorprendente. Me da mucha tristeza pensar que los hombres puedan ser así. Si el hombre cumpliera con su parte de responsabilidad, a todos nos iría mejor. No importa que por algunas cosas no se pueda continuar la vida de pareja, pero si es muy importante que cada cual responda con sus obligaciones. De ser así todo sería más fácil. Entre parejas, ocurren muchas cosas que se le salen a uno de las manos pero la relación entre padres e hijos debe ser para toda la vida. Lástima que los hombres no sean responsables. Lamentablemente en mi caso es así. Yo he hablado con otras mujeres y también les pasa lo mismo. Yo jamás me imaginé que mi esposo fuera a resultar igual de irresponsable a todos los demás. Eso duele más que la propia separación.

Si yo tuviera el apoyo económico completo de mi esposo, con respecto a los hijos, solamente para ellos, porque nunca le he pedido nada para mí; si él se hiciera cargo de los gastos que genera la crianza de los niños, yo podría invertir el capital que se va para el apartamento, en este negocio y la carga sería más liviana. El papá de mis hijos me decía que el capital que yo estaba ahorrando para pagar la cuota inicial de un apartamento, bien podría invertirlo en el negocio. No se daba cuenta que los niños y yo estabamos muy incómodos trabajando y viviendo en tres habitaciones. Ni ellos, ni el negocio tenían oportunidad de crecer. Y eso no lo soportaba.

Entonces, como tengo la deuda del apartamento y muchos gastos, estoy muy limitada económicamente para asumir otros costos. No me gustaría responder ninguna pregunta que tenga que ver con los ingresos mensuales. Lo único que sé es que debo sacar mucha plata para cumplir todas las obligaciones. Por eso no puedo darme el lujo de perder a un solo cliente. Si es necesario rebajar un poco para atraer la clientela, me toca hacerlo. Nunca permito que un cliente se vaya de aquí con las manos vacías.

Si alguien me ofreciera trabajo en otra cosa o inclusive en una casa de modas, yo no lo aceptaría, yo no dejo esto por nada del mundo. Esto es mi vida. Los vestidos los hago con amor y entrega total. Dondequiera que vaya éste será mi trabajo. Tampoco podría acostumbrarme a recibir órdenes, no me acostumbraría a tener un jefe. A pesar de todas las limitaciones económicas, siempre he sido ama y señora de mi tiempo y de mi esfuerzo. Trabajo duro porque esto es mío y es el patrimonio de mis hijos.

Con respecto a lo que está pasando en el mundo de la moda, me mantengo informada a través de la clientela; el cliente es el que está pendiente de la moda, lo que el cliente quiere, eso es lo que se está usando. Algo que no he podido alcanzar, es cómo conocer las tendencias de la moda, es decir, lo que se va a usar el próximo año, los materiales, los colores, estilos. Esas cosas son importantes pero no he encontrado la forma de documentarme sobre ellas.

Algunas veces me siento cansada. Por ejemplo, hoy tenía sueño, pero igual, a pesar del cansancio, todos los días debo levantarme a la misma hora. No importa el cansancio, importan las obligaciones. Estoy un poco cansada porque ayer domingo, me toco trabajar duro. Fui a comprar materiales en San Andresito, un lugar muy lejos de mi casa pero es el único sitio donde se encuentran buenos materiales y a precios muy cómodos. Si San Andresito no existiera, mis ganancias serían nulas. Después de ir de compras allí, durante más de 7 años, creo que soy ex-

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perta en conseguir buenos materiales por precios muy bajos. Conozco la calidad de las telas y nadie puede engañarme. Todos los proveedores me conocen porque soy muy exigente con la calidad, inclusive he conversado con ellos sobre la posibilidad de obtener alguna clase de crédito y me han dicho que sí. Sin embargo, quiero dejar esa puerta abierta para cuando la necesite con mas urgencia.

Como decía, en realidad este año de 1998 ha sido bien importante para el negocio y para mi vida familiar: logré separar la casa del taller y también pude afiliar a mis hijos al Seguro Social. Eso fue un logro que me da mucha tranquilidad. Este año, también, cometí una locura, un absurdo … Me fui de vacaciones con mis hijos durante una semana, a San Andrés. Fue una locura porque me gasté mucha plata, pero quería darles esa alegría de salir por primera vez y conocer el mar. Además no quería que se me haga muy tarde y perder la oportunidad de disfrutar un poquito. Por eso me gasté toda esa plata que todavía estoy pagando. Cuando recuerdo lo lanzada que fui al tomar esas vacaciones me da miedo, pero no me arrepiento, todos necesitábamos un poco de diversión.

Aparte de esa semana en San Andrés, el único viaje que realizo todos los años, durante la temporada navideña, es a Boyacá, a la casa de mi familia. Con ellos pasamos la nochebuena y el fin de año.

Yo nunca he salido fuera del país y tampoco me llama la atención vivir por fuera de Colombia. Por lo que he escuchado esto es un paraíso. Tan sólo me gustaría salir para conocer los Estados Unidos y comprar materiales. Dicen que allá son muy buenos y seria interesante conocer otras cosas. Pero siempre me gustaría vivir en Colombia.

Hace un tiempo, cuando las cosas estaban muy difíciles en él barrio debido a la inseguridad, pensé seriamente en volver a vivir en Boyacá y montar allá el negocio. Estuve decidida pero me detuvo la educación de los chicos, ellos están en un buen colegio y eso es bien importante. Además, tampoco quiero alejarlos del papá. Si no fuera por esos motivos, me habría ido. Sé que allá me iría muy bien. A mí me va bien en cualquier parte porque soy trabajadora. Estoy convencida que si uno le presta un buen servicio a la gente, le tiene que ir bien.

Me gustaría vivir bien pero nunca he pensado que con este negocio voy a enriquecerme. Nunca he pensado que el camino correcto sea vender un vestido mas caro de lo que se debe, para prosperar. No soy así. Este es un servicio como cualquier otro y uno debe ser honrado. No a todo el mundo que entra aquí le vendo al mismo precio, cobro de acuerdo a como veo la necesidad del cliente. A veces vienen aquí personas con ganas de ponerse un vestido bonito que no lo pueden pagar y yo les rebajo un poco. Eso me ilusiona por ejemplo, yo veo a mis hijos en cada „clientecito„. En cada joven veo a uno de mis niños y trato de complacerlos mucho. Debe ser por eso que el cansancio se me pasa pronto, porque trabajo con gusto.

El sábado vino una chica de 14 años que siempre se viste de negro, no usa ningún otro color y yo la convencí para que se pusiera un vestido azul claro. Se veía diferente, el color le sentaba muy bien y ella quedó muy agradecida e ilusionada. Esas cosas me quitan el cansancio.

Nombre: Berta T.

Edad: 24 años

Estado civil: Separada

Número de hijos: 1

Tipo de empresa: Confección de ropa deportiva

Nombre de la empresa: Ropa al día

Tiempo de permanencia en el mercado: 8 años

Berta T, es una joven mujer colombiana con ascendencia china. Hace ocho años inició un negocio de confección y venta de ropa deportiva para dama, en compañía de su esposo, un joven cuatro años mayor que ella.

Un año después de casarse, a los quince años, Berta, en asocio con su marido, decidió montar un local para la venta de ropa deportiva en San Andresito. Sabían de las bondades de ese tipo de negocios porque un hermano suyo y algunos amigos, trabajaban allá con mucho éxito. Durante los 9 años que duró el matrimonio, la joven pareja luchó unida por sacar adelante sus pro-

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yectos de vida y de negocios. La idea empresarial fue próspera pero, tres años después y siendo de tres almacenes y de su propia fábrica, Berta T. y su esposo decidieron separarse.

„En algunos aspectos, la decisión de separarnos tuvo algo que ver con el trabajo, porque yo soy una mujer muy entregada a lo que hago. También incidió el hecho de que yo estuve 5 años en la universidad, estudié Contaduría Pública, durante la jornada nocturna. Tenía muchas responsabilidades y poco tiempo para asumirlas, pero lo hice. También creo que contribuyó a la separación, el hecho de ser una persona bastante independiente que ha logrado tomar sus propias decisiones con respecto al trabajo y a la vida personal. Entonces, como los colombianos son hombres machistas, de pronto el ser tan independiente pudo haber afectado nuestra relación.

Durante el tiempo que duró mi matrimonio monté este negocio, estudié una carrera universitaria y tuve un hijo. Todo eso a partir de los quince años hasta ahora que tengo 24. Ambos somos muy jóvenes, mi ex esposo tiene 28 años.

Casarse tan joven puede ser un error muy grave porque, primero que todo, tu no vives en la realidad, eres una niña pero te metes en los asuntos serios de una mujer, tales como salir adelante, construir un futuro, manejar un hogar. El reto era ser empresaria, madre, esposa, amiga, estudiante. Como mujer uno tiene esa capacidad pero si eres muy joven y estas metida en tantos rollos, en determinado momento puedes sentirte muy agobiada con el peso de todo eso.

Nosotros empezamos de cero. Mi papá y mi mamá nos apoyaron mucho. Por ejemplo, mi papá me prestaba los cheques y mi mamá nos servía de fiadora. Ellos fueron fundamentales y por eso, tal vez, logramos hacer tantas cosas. En esa época, nuestro capital, el que logramos reunir con préstamos de mi familia fue de aproximadamente $ 2 millones. Teníamos poco dinero pero mucho ánimo para trabajar. Nosotros fabricábamos parte de lo que vendíamos. Mi esposo se dedicaba al diseño y a la confección de los materiales. Yo me dedicaba a vender el producto.

Primero montamos un almacén en San Andresito. Luego abrimos otro y después montamos la fábrica, con máquinas propias. La fábrica funcionaba en la casa de mis padres. Al principio, ellos nos arrendaron una parte de su casa y cuando la fábrica fue creciendo ocupó, poco a poco, toda la casa y entonces la tomamos por completo en arriendo. Mis padres se fueron a vivir a otra casa.

Gracias a Dios, nosotros crecimos muy rápido y progresamos mucho. Trabajamos cuando teníamos que hacerlo. En este momento, eso no sería posible debido a la situación económica del país. Actualmente, ya no es tan fácil comenzar ni mantenerse en el mercado. La situación está tan difícil que uno a veces considera la posibilidad de salirse del negocio. Las ventas no son iguales. La gente tiene menos plata para comprarse ropa, los créditos son escasos, la competencia es mayor y cada cual hace hasta lo imposible por captar clientes. En fin, la situación no es buena.

Nosotros tenemos 5 almacenes. Cuatro en San Andresito y uno en el Centro Comercial Galerías. Además tenemos la fábrica. En total tenemos 24 empleados. Ahora, con el asunto de nuestra separación, tuvimos que partir las cosas. A él le correspondió la fábrica y yo estoy manejando los locales. Obviamente, yo estoy empezando a fabricar nuevamente y me imagino que él piensa montar un punto de venta. Este es el momento en que cada uno de nosotros piensa arrancar solo.

Nuestra separación se dio por infidelidad de parte suya, desafortunadamente pienso que a nosotros como seres humanos, nos hace falta mucha humildad, cuando alguien alcanza una estabilidad económica, se siente un „verraco„, y se le olvida de dónde viene. A mi marido se le olvidó todo lo que trabajamos juntos. Entonces, ya no eres tú, como su compañera la que disfruta de todo lo que has conseguido con esfuerzo y trabajo sino que son las amigas quienes se llevan esa lotería. Yo sufrí mucho, lloré hasta

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el cansancio, no me daba por vencida. Además, mi familia es muy tradicional y me insistía mucho para que luchara por salvar el matrimonio. Hice todo cuanto pude, pero llega un momento en que no es posible aguantar más.

Un buen día, a pesar de todos los comentarios de mi familia, me di cuenta que poco a poco, era yo quien había adquirido más responsabilidades de trabajo que él. Yo tenía a mi cargo los negocios, la casa, mi hijo, mis estudios. Mientras yo cumplía con todas mis responsabilidades, él se encargaba solamente de la fábrica aunque reconozco que lo hacía bien. La verdad es que él es muy creativo, hacía cosas muy bonitas, porque tiene mucho sentido del diseño. Como pareja, nosotros hemos recibido muchas felicitaciones por nuestro trabajo. Durante las jornadas de premiación de la Cámara de Comercio, siempre quedamos en los 10 primeros lugares. Funcionábamos bien.

Un día, hace cuatro meses, me cansé de esa situación y tomé la decisión de separarme. El proceso de separación de bienes fue muy difícil y en ese momento, conocí mejor a mí ex marido. En esos momentos es cuando uno conoce verdaderamente a las personas. Uno nunca espera que la persona con quien se ha compartido 10 años de vida, aspire a quedarse con la mayor parte de lo que es el patrimonio familiar. Mi ex marido quería casi todo, y para que accediera a firmar la repartición de bienes y acabar de una vez con ese asunto, tuve que ceder mucho.

Después de todo, mi ex marido se quedó con la fábrica y yo con los almacenes, de los cuales, dos son propios y tres son alquilados. La idea mía era que los dos conciliáramos y no tener que llamar a un abogado para que hiciera esa repartición. A mí me parecía injusto que una persona ajena a todo el proceso de adquisición de los bienes se quedara con una parte de todo sencillamente, porque nosotros no éramos capaces de conciliar y por eso, mi ex marido, salió ganando.

En la fábrica está invertido la mayor parte de nuestro capital. Para lograr ese capital yo dejé de disfrutar mucho, evité irme de vacaciones, evité comprarme ropa, comprarme un anillo, dejé todo por el trabajo y me parecía impropio pagar un abogado para que me defendiera del papá de mi hijo. Siempre pensé que las cosas estaban muy claras y que la repartición iba a ser del 50% para cada uno. Eso pensé yo pero, en realidad, mi ex marido quería más de lo que era justo. Finalmente me quedé con todas las deudas porque estaban a mi nombre y yo sabía que el no las iba a pagar, a pesar de que ambos las habíamos contraído.

De todas formas, pienso que, a pesar de todo, Dios me va a seguir ayudando para levantarme nuevamente. Además, mi papá que es de origen chino y tiene una cultura diferente a la nuestra, siempre me dijo: „Berta, nada se compara con la tranquilidad interna y si usted está tranquila con la separación, lo demás es lo de menos„.

Finalmente la repartición se llevó a cabo y yo he tratado que nuestra relación sea amigable. Lo hago por nuestro hijo. Soy consciente que a pesar de todos nuestros problemas nosotros no podemos llevarnos por delante a nuestro hijo. Pero tampoco quiero que él siga interviniendo en mi vida y por eso yo vivo sola con mi hijo.

En todo sentido, el proceso de separación ha sido muy duro. Una cosa es divorciarse de la pareja y otra cosa es separarse del socio. Estuvimos tan juntos en el proceso de consolidar nuestros negocios y la fábrica, que aún ahora, después de cuatro meses de estar separados, algunos empleados de la fábrica, todavía me llaman a consultarme cosas. Además, como era yo quien atendía a todos los clientes al por mayor, algunos de ellos aún me llaman para saber como es nuestra situación actual. Por supuesto soy muy decente y trato que ellos sigan trabajando con mi ex marido, los tranquilizo y les digo que de ahora en adelante, esos asuntos van a ser atendidos por él y que él es una persona muy capacitada y sabe tanto de este negocio como yo. Lo hago para que le vaya bien.

En los locales que me quedan, yo siempre vendía una parte de lo que fabricábamos y también, ropa deportiva de marca, de empresas nacionales e internacionales a quienes yo les he comentado la nueva situación y por fortuna, me siguen

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mandando pedidos. También logré, hace poco, sacar una producción de pantalonetas y en general ropa deportiva. Fue la primera producción sola y tuve algunas complicaciones porque nosotros nos separamos, precisamente, en la temporada en que los proveedores de tela cierran los créditos y yo no tengo la liquidez para comprar tela de contado. Entonces no he podido producir a gran escala. Pero de todas formas, creo que con toda la experiencia que he adquirido voy a seguir adelante.

Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, a pesar de los riesgos que asumí, si a mí me plantearan nuevamente la decisión de separarme de mi ex marido, lo volvería a hacer. No importa cuánto tenga que trabajar y sacrificarme, primero está mi tranquilidad y la de mi hijo. Sé que estoy atravesando un momento difícil pero estoy segura que puedo cumplir. Yo saqué adelante el negocio cuando apenas tenía 19 o 20 años, ahora a los 24 años cuando ya soy profesional y tengo toda la experiencia del mundo y además, soy buena trabajadora, no me asusta lo que tenga que hacer. Soy muy optimista y precisamente lo que necesito urgentemente, es tranquilidad y ésa, ya no la tenía en mi matrimonio.

Desde que comencé a trabajar en el negocio, mi jornada diaria es bastante exigente. Me levanto a las 6 de la mañana. Organizo a mi hijo, organizo el desayuno y salgo con él, rumbo al jardín infantil. En casa tengo una empleada que me ayuda con los quehaceres y cuida al niño. Yo salgo para los locales y me quedo todo el día, trabajando. Al final de la tarde, aproximadamente a las 7:30 de la noche, salgo para el local de Galerías para recoger cuentas. Llego a mi casa hacia las 8:30 de la noche y me quedo con mi hijo. Esa es mi vida en la actualidad.

En términos personales, no sé si lo pienso porque la separación es muy reciente, pero no quiero volver a casarme, ni a enamorarme de nadie. Quiero vivir sola. De pronto mas adelante decida tener un novio, una relación. Pero no quiero compromisos. Quiero ser independiente. Entonces, he pensado en vivir tranquila, superar este momento, trabajar duro y consolidar mi patrimonio y disfrutar. Mi hijo siempre será lo primero.

Nombre: Irene

Edad: 47 años

Estado Civil: Separada

Tipo de empresa: Confección de ropa para dama

Nombre de la Empresa: Creaciones Yolanda

Tiempo de permanencia en el mercado: 6 años

Irene, antes de abrir su taller independiente trabajó para terceros. Ellos le llevaban un determinado número de prendas cortadas, para que ella y sus operarias, las cosieran. Era un sistema de trabajo muy poco rentable, todo el pago se iba en cancelar sueldos y en comprar materiales faltantes. Irene sabía que trabajar así, no valía la pena y decidió ahorrar unos pesos para poder independizarse.

En 1997 lo pudo hacer y, a pesar del poco tiempo que lleva en el negocio de la confección de ropa, ella dice que no se puede quejar. Ahora, de forma directa, maneja clientes, contratos y operarias. Sabe cuánto gana y cuánto vale su trabajo. Hasta el momento, ese ha sido su mayor logro.

„En este momento estoy trabajando, sobre pedido, con algunas empresas de esta ciudad y me ha ido bien. Sin intermediarios uno puede percibir mas ganancias y tiene la satisfacción que, el cliente sabe, exactamente, quién le ha elaborado las prendas.

Actualmente, yo trabajo en compañía de dos personas y, eventualmente una operaria trabaja en la obra de mano. A las dos operarias yo les pago el sueldo mínimo y para mí dejo un porcentaje más alto. Claro que nunca gano igual. Mi sueldo siempre depende de la producción mensual. Algunos meses gano más y otros meses gano menos. Sin embargo, siempre es una suma un poco más alta que el sueldo mínimo.

Yo tengo 6 maquinas y todas son industriales. Todo lo adquirí mediante créditos que, en el momento, están cancelados por completo, es decir, no tengo deudas pendientes con nadie.

Yo nací en Popayán y, hace aproximadamente 21 años, me radiqué en esta ciudad. Yo salí de mi ciudad a causa de mi esposo, él era policía y continuamente lo trasladaban de sede, en una ocasión le correspondió venir a trabajar aquí y yo me vine con él, la única diferencia es que un

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tiempo después, él se fue y yo me quedé, porque hace 10 años nosotros nos divorciamos.

Durante nuestro matrimonio, nosotros tuvimos 2 hijos. Uno de ellos ya terminó su carrera universitaria y el otro está a mitad de carrera en la universidad. A raíz de la separación, hace 10 años, yo comencé a trabajar. Antes de eso, solamente era ama de casa, pero a raíz de la ruptura de mi matrimonio, me planteé la posibilidad de asumir un rol, de tener un trabajo y una entrada de dinero. Primero, me fui a una empresa y pedí empleo como operaria, trabajé durante 6 años, aprendí y luego tomé varios cursos de capacitación en el SENA y otras fundaciones.

En la fábrica me exigieron mucho. El trabajo allá era duro pero, tenía la ventaja, que uno aprendía bastante. Cuando uno es operaria, durante tanto tiempo como lo fui yo, tiene que ser una persona que está dispuesta a aprender y sabe hacer ciertas cosas con solvencia. Por eso, cuando decidí independizarme, pude manejar todos los asuntos con tranquilidad y confianza. Ya sabía cómo era este negocio y sé guiar a las personas que trabajan conmigo. Yo he formado a muchas operarias porque, la mayoría de niñas que se ofrecen para trabajar, no saben nada.

La casa, donde vivo y funciona mi taller es propia. En este momento, estoy arreglando el segundo piso. Ese proyecto lo he financiado mediante un crédito que estoy pagando mensualmente. Mi esposo, solamente ayuda económicamente a mi hijo menor, el que todavía está en la Universidad.El resto de los gastos de mi casa, los asumo con lo que este taller me deja.

Afortunadamente, desde que abrí el taller, he contado con la colaboración de varias fundaciones. Ellos nos cuentan acerca de los talleres que se van a dictar, nos hacen contacto con empresas para lograr algunos contratos, etc. Inclusive, a través de una fundación, salí en una revista especializada en las actividades de los pequeños empresarios de esta ciudad y eso me dio mucha publicidad positiva.

Mi plan, a corto plazo, es poder independizar el taller de la habitación. Tenerlo en otro lugar, abrir un local como punto de venta y seguir adelante. Para mí, eso sería muy importante porque, desafortunadamente, mi hijo menor es alérgico a las telas y ellas son la materia prima de mi trabajo. Yo trato de tener todo organizado y limpio, pero cuando él llega de estudiar, comienza a estornudar por el efecto que le causa la cercanía de las telas. Eso me preocupa bastante y por eso, estoy empeñada en sacar el taller de la casa.

Para lograr esa meta estoy ahorrando al máximo, claro que hay gastos que uno no puede recortar. Yo debo mantenerme informada de lo que pasa en el mundo de la moda, tengo que comprar figurines, revistas, etc. En el taller yo soy la Diseñadora y la Jefe de Producción, eso implica un ritmo duro de trabajo porque hay que dividirse en dos o tres personas, para sacar todo adelante. Hace un tiempo, contraté a un diseñador profesional, yo pensé que un profesional le iba a dar mucho „caché„ a mis prendas pero, que va, él no sabía nada de nada. Todo lo que sabía era pura teoría que a la hora de llevar a la práctica, eran cosas rebuscadas, tontas y feas que no le gustaban a la gente. Me toco deshacerme de él, mandarlo afuera, antes de que me arruinara.

En ese momento, cuando el diseñador trabajaba conmigo, yo estaba sacando una dotación de 30. millones de pesos, era una cosa bien importante. Él diseñó y tomó las medidas y todo resultó mal hecho. Yo no lo podía creer porque él, era instructor del SENA y, además, era profesor de una universidad en la carrera de Diseño de Modas. Cuando me di cuenta lo que él estaba haciendo y cómo lo estaba haciendo, casi me muero. Tuve que repetir todo el trabajo, pasar horas y horas deshaciendo lo que él había hecho. Entonces me convencí, que este oficio es de pura práctica, que nada vale más que sentarse frente a la máquina, durante horas, y aprender.

Ninguno de mis hijos me colabora en esto del taller. Tampoco cuento aquí, en esta ciudad, con otros familiares que me ayuden. A mí me toca hacer de mamá, de papá, de gerente, de obrera, etc. Regularmente, yo viajo a la ciudad donde vive mi madre, ella es una mujer mayor y a mí me toca velar por ella. A veces pienso que sería bueno regresar allá, para cuidarla, pero no puedo dejar lo que he conseguido, a lo largo de todos estos años. Esto es mi vida„.


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