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TEILDOKUMENT:
[page-number of print-ed.:9 ] I. Ocupación: empresaria Al proyectar un acercamiento a la mujer empresaria es imposible sustraerse a los conceptos que a partir de la segunda mitad del siglo XX se ha dado en llamar la revolución feminista. El feminismo, es una teoría y un movimiento social el feminismo, es un movimiento de mujeres, pero no todos los movimientos de mujeres son feministas. Puede decirse que el feminismo representa un abanico de opciones (feminismo radical, socialista, materialista, etc.) para enfrentar la dominación patriarcal. El género es una categoría social que explica las diferencias biológicas entre los sexos. Es igualmente, una forma primaria de relaciones de poder significantes. Los roles de género son el conjunto de expectativas, diferenciadas entre las de los hombres y las de las mujeres, sobre cómo ser, cómo sentir, cómo actuar y sobre qué posibilidades se tienen dentro de un grupo social. Estos roles son asignados por el grupo, y son asumidos por las personas, según éstas se asuman como hombres o como mujeres. El patriarcado como dominación masculina es la división sexista de la sociedad por género y su antecedente más cercano dentro de los tiempos lo trajo el capitalismo con la revolución industrial que hizo coincidir el tiempo fuera del hogar con el tiempo productivo, remunerado que son las actividades asignadas al hombre y el tiempo reproductivo, no remunerado correspondiente al cuidado de la familia lo asume la mujer. La fuerte relación entre familia y sociedad industrial lo hace presente Weber cuando indicó que el espíritu del capitalismo debía ser construido inicialmente en el ambiente austero del hogar, donde sus jefes impartían las reglas de hierro que se expandían al orden industrial. A partir de ello, en la cultura patriarcal, la sabiduría de las mujeres la intuición no es reconocida como un saber, ni es valorada en la misma escala de otros saberes. Para las mujeres los atributos de género son las certezas, lo repetitivo, los esquemas rígidos, los futuros asignados, porque constituyen el sexo que reproduce y transmite, su función es custodiar el mundo existente, preservar la cultura, junto con la función de ser purificadoras del mundo, función que se cumple a través de oficios reales y simbólicos del trabajo cotidiano. También son atributos culturales asignados al género femenino: la culpa, la falta de límites entre Yo y los otros; la subjetividad de las mujeres se construye en una pedagogía para encargarse de la vida de otros. La omnipotencia de ser para los otros y la impotencia de ser para nosotras. La modernidad ha aportado nuevos aires a este principio. Factores como el liberalismo económico, corrientes sociales como el romanticismo que individualizó los sentimientos personales de tal modo que prevaleciera sobre la alianza matrimonial el amor de la pareja como base para establecer un vínculo, los avances en educación, en salud, los cambios en instituciones en la escuela entre otros, llevan a conferir nuevas dimensiones a la relación hombre mujer. Estos avances se han reconocido en la legislación en los últimos setenta años, y para el caso de Colombia es diciente el cronograma.
[page-number of print-ed.:10] En los últimos treinta años la población urbana aumentó en Colombia de 52% a 69%, con una concentración de la población femenina explicada por el mayor flujo migratorio de mujeres hacia los grandes centros urbanos. La distribución demográfica de Colombia muestra una ligera preponderancia de las mujeres en la población (48.6% son hombres y el 51.4% son mujeres) [Departamento Nacional de Planeación – Sistema de Indicadores sociodemográficos para Colombia. Género y Desarrollo. Boletín No. 18, Bogotá, mayo de 1998 P. 6.]. Los procesos de migración campo ciudad sucedidos en las décadas de los cincuenta y sesenta se reflejan en un cambio acelerado de costumbres y de transformación de los valores. Para el caso que nos ocupa dos factores son claves: la disminución de la tasa de fecundidad y el mayor acceso y permanencia de la mujer en la educación. Para 1995 la mujer colombiana tenía un promedio de 3 hijos frente a 6.7 hijos promedio que tenía en 1969; el cambio es más drástico en ciudades como Bogotá donde el promedio baja a 2.3 hijos/mujer. [Ibid. P. 7.] El incremento en los niveles de educación favorece a los habitantes urbanos y la brecha frente a la población rural es muy significativa: mientras la población urbana que en 1995 había alcanzado diez o más años de estudios era del 38% en la población rural solo lo alcanzaron el 8%. Las mujeres llevan en los últimos tiempos una ventaja; en efecto, las estadísticas muestran una permanencia en las aulas escolares superior a la de los varones diferencia que se duplica en el nivel de enseñanza secundaria. Según un estudio citado por el DNP [C.E. Flórez y M.G. Cano. Mujeres latinoamericanas en ci fras. Instituto de la Mujer, Ministerio de Asuntos Sociales de España, Flacso, 1993 Citado por: Departamento Nacional de Planeación – Sistema de Indicadores sociodemográ ficos para Colombia. Género y Desarrollo. Boletín No. 18, Bogotá, mayo de 1998 P. 16.], se llama la atención sobre la alta proporción de hombres (48%) que declara como causa de abandono escolar en la secundaria el no querer continuar estudiando frente al 29% de mujeres que aducen la misma razón. Estos fenómenos, profundamente relacionados con la vida urbana han permitido a la mujer la liberación de tiempo dedicado a la reproducción y a la maternidad pero fundamentalmente a replantear las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Empoderamiento (empowerment) es el término que se ha venido utilizado para representar el proceso que permite a las personas tomar control sobre sus vidas. El empoderamiento de las mujeres, libera y empodera a los hombres en lo material y en lo psicológico, ya que la mujer logra acceder a recursos materiales en beneficio de la familia y de la comunidad y entra a compartir responsabilidades pero liberando a los hombres igualmente de estereotipos de género que les permite a ellos nuevas experiencias emocionales. En suma, el empoderamiento de las mujeres en las relaciones cercanas implica no sólo cambio de los comportamientos y experiencias de ellas, sino de su pareja y de los otros. En que trabajan las mujeres colombianas * * = [En el Anexo No. 2 se registran indicadores que precisan y amplían la actividad laboral de las mujeres en Colombia.]
Colombia, al parecer más aceleradamente que otras sociedades latinoamericanas y aún mundiales está registrando un inevitable proceso de incorporación de la mujer al ámbito externo del trabajo; en efecto, según estadísticas comparativas del Banco Mundial, es el país del mundo con mayor crecimiento en el porcentaje de mujeres dentro de la población activa al pasar de una tasa de participación del 26% en 1980 al 38% en 1997, con una ganancia neta de 12 puntos [Banco Mundial. Informe sobre el desarrollo mundial 1998/99: el conocimiento al servicio del desarrollo. Mundiprensa , 1999. P. 194.]. En Colombia (1995), en las siete principales áreas metropolitanas existen dos millones y medio de mujeres empleadas que corresponden al 43% de los empleados totales del país [Cecilia López Montaño. Mercado laboral colombiano y género. En: Macroeconomía, Género y Estado. Departamento Nacional de Planeación, Santafé de Bogotá, tercer Mundo editores, 1998. P. 130.]. [page-number of print-ed.:11] La mujer genera ingresos bajo tres opciones:
Un panorama de distribución del trabajo de las mujeres ocupadas durante tres períodos diferentes se refleja en la tabla siguiente. En qué trabajan las mujeres
Fuente: El Espectador Santa Fe de Bogotá domingo 7 de marzo de 1999 página 6B
Un 60% de los trabajos de la mujer se realizan bajo subordinación (empleada obrera) en el sector gobierno o en el sector privado ubicadas con preferencia en cargos administrativos, de apoyo, o en el servicio doméstico ocupación esta en la que devenga en la mayoría de los casos, ingresos inferiores al salario mínimo legal. La participación de las mujeres en los cargos directivos, tanto del sector público como privado ha crecido de una manera importante. En Colombia por ejemplo, el 27.2% de los cargos ejecutivos son ocupados por mujeres superando en la proporción países desarrollados como Alemania, Francia o Dinamarca
[Empresas vs. Familia . En: Revista Gerente, Santafé de Bogotá, julio de 1998. P. 10.].
Las investigaciones registran también que en este segmento élite de mujeres ejecutivas persiste la situación de inequidad no sólo en los salarios, sino en ciertas prevenciones, que no se manifiestan públicamente, pero que son importantes al momento de decidir si se contrata un hombre o una mujer derivadas de las restricciones inherentes asociadas a ser mujer, como la dificultad para viajar con cierta frecuencia, el inconveniente para trabajar hasta tarde, la ausencia por calamidades de los hijos, la maternidad y los inconvenientes para radicarse en otra ciudad. [Ibid. P. 12.] El cuadro anterior muestra que otro porcentaje importante, alrededor de un 30% del total, son las mujeres trabajadoras por cuenta propia. Este segmento de la población trabajadora, está vinculados en su mayoría al denominado sector informal de la economía. Son empresas caracterizadas como de subsistencia para complementar los ingresos familiares y por lo tanto son de carácter cíclico: en épocas de crisis tienden a incrementar su participación en la economía, como resultado de la acción del rebusque y en ciclos de crecimiento disminuyen su participación como efecto de la recuperación de la capacidad de empleo en el sector formal. Un porcentaje menor de las mujeres trabajadoras, se desempeñan en el servicio doméstico, pero su representatividad es decreciente a través del tiempo. Como patronas o empleadoras, que son el objeto de este trabajo, se desempeñan entre un 2 al 3% de la población femenina colombiana. ¿Porqué se han incorporado las mujeres con tanta fuerza en el mercado laboral? una expli- [page-number of print-ed.:12] cación inicial se encuentra en el fenómeno de urbanización que cambia los patrones culturales. Pero de otro lado, la incorporación de la mujer al mundo del trabajo permite que la mayoría de los hogares puedan hacer frente a la disminución real de los ingresos durante la crisis. Sin embargo, los aportes de la mujer a la actividad productiva aún no se aprecian en su justa medida y se generan inequidades. Mujer y empresa La empresa se considera un campo masculino. Los valores que están asociados al éxito empresarial (riesgo, decisión, inversiones, arrojo) parecen reñir abiertamente con la esencia de lo femenino, más ajustado a atributos como saber escuchar, posibilitar que todos estén bien, que haya tolerancia, diálogo y bienestar. Si el poder es masculino en el área empresarial, habría que preguntarse por ese extraño fenómeno de las mujeres empresarias: interrogarse por el poder que asumen, la trascendencia del trabajo de dirección frente a la familia, cómo cambiaron los códigos de dominación y en qué sentido y sobre todo identificar los elementos que caracterizan una gestión empresarial exitosa que son de alguna manera identificables como resultantes de su condición de mujeres empresarias. Desempeñarse como mujer empresaria representa acceder a una forma de poder tradicionalmente masculino; por ello son pioneras que rompen esquemas y reflejan un aspecto diferente y novedoso de la sociedad colombiana. Estos procesos que no son lineales sino que están llenos de resistencias y cambios afectan no solo a la mujer sino también al hombre, en la medida en que este afronta la pérdida de monopolios masculinos como lo son el trabajo, la política o las finanzas. La presencia de mujeres propietaria jefe es inversamente proporcional al tamaño de las empresas. En efecto la mayor participación de mujeres empresarias en Colombia se da en el ámbito de la microempresa, o sea aquellas que emplean entre 2 y 10 trabajadores. Para el año 1996 las estadísticas muestran 1.827.000 microempresas urbanas que distribuidas por género del jefe del negocio, registran 629 mil microempresas de mujeres en Colombia, es decir por cada empresa de dirección femenina, hay dos de dirección masculina. Este número de empresarias, si bien es reducido como proporción de mujeres trabajadoras, refleja el resultado de grandes cambios culturales del país. Una de las grandes riquezas con que cuenta Colombia es la diversidad étnica y cultural que caracteriza y conforma la unidad e identidad nacional, donde cada región cuenta con valores propios y distintos que le asignan a la mujer diferentes roles. [page-number of print-ed.:13] [page-number of print-ed.:14] © Friedrich Ebert Stiftung | technical support | net edition fes-library | November 2001 |