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5. ¿Qué ventajas implica la aplicación del gender mainstreaming para los varones?

Esta pregunta supone que la transformación de las relaciones de género siempre llevará a una situación en donde "todos ganan", para que exista alguna posibilidad de lograr la integración de los varones que se pretende alcanzar mediante el gender mainstreaming. De esta forma se subestiman los "dividendos patriarcales" (Connell 1999). El investigador australiano en masculinidad define así el provecho de las relaciones patriarcales que los hombres obtienen cotidianamente sin ser conscientes de ello. Si la pregunta se orienta claramente hacia las ventajas para los varones, se corre el riesgo de despertar falsas expectativas. Aquellos que realmente deban renunciar a determinados privilegios, dinero o poder, no podrán, al mismo tiempo, obtener beneficios de esta situación. El hombre que en el contexto de un proceso electoral deba dar un paso al costado para favorecer a una mujer, no podrá contabilizarlo como una ventaja.

Los análisis de género han de aplicarse en los casos de aquellos cargos de los que hasta ahora se excluye a las mujeres, o bien se las discrimina o ni se las considera en virtud de su sexo. En todos los casos en los que las estructuras existentes estén determinadas según modos de vida típicamente

masculinos como si se tratara de una cuestión sobreentendida, cabrá cuestionar dichas estructuras. Si se incorporan formas de vida típicamente femeninas y, en consecuencia, se modifican estructuras, esto puede representar ventajas incluso para algunos varones.

En el ámbito de la investigación en género, la masculinidad, tal como la feminidad, se entiende como un constructo social. Esto significa, concretamente, que no todo varón debe responder y ajustarse a los constructos de la masculinidad hegemónica. Los varones, al igual que las mujeres, se pueden distanciar de las prescripciones y posiciones que se desprenden de su propio sexo. No todos los varones tienen posiciones de poder, los varones se diferencian entre sí por su edad, clase socioeconómica, salud, origen y vínculos familiares. "Los hombres no son un bloque (sexual) homogéneo con intereses políticos homogéneos" (Döge 2001, pág. 34).

Si se analiza a "los varones" en forma diferenciada resulta evidente que puede resultar por demás ventajoso y también provechoso que los varones participen del proceso de transversalidad de género y que se incluya al sexo masculino en el análisis.

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El hombre con responsabilidad política

Para él existe la obligación legal y normativa de implementar la transversalidad de género, al mismo tiempo, es posible convencerlo por medio de argumentos ligados a la eficiencia y garantía de calidad del propio trabajo que implica la incorporación de la perspectiva de género (comp. 3).

Cuando el gender mainstreaming logra que la política de género no se quede en el campo de la política del reconocimiento de culpas, sino que se caracteriza por el desarrollo racional de análisis reales y objetivos concretos, este aspecto del trabajo técnico puede convertirse en un componente distintivo de su profesionalidad.

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El hombre como pareja y padre

Para muchos varones la dimensión de las estructuras de corte masculino en el mundo laboral y en la familia recién resulta evidente cuando viven en carne propia los problemas que suele enfrentar su pareja mujer y/o su hija. Si un varón no se cierra frente a esta vivencia, le resultará fácil integrarse al desarrollo de procesos de transversalidad de género, o incluso iniciarlos o estar a cargo de ellos.

El hombre que vive de acuerdo a la imagen estereotipada de varón

Los análisis de género que deben realizarse en el marco de proceso del gender mainstreaming, ponen sobre el tapete cuestiones como los problemas típicos de la salud masculina, el mayor índice de mortalidad masculina, las dificultades masculinas en la búsqueda de trabajo y los aspectos vinculados al ejercicio de violencia por parte de los varones. Estos problemas resultan de las consecuencias negativas de los roles masculinos tradicionales. Incluso aquellos hombres que hasta ahora no hayan cuestionado la masculinidad hegemónica, deberán enfrentarse tarde o temprano con sus consecuencias.

El hombre que no vive de acuerdo a la imagen estereotipada de varón

A este varón, la flexibilización de los roles de varones y mujeres le dará un mayor margen de juego, incluso más allá de los roles de género tradicionales. De esta forma se le abren oportunidades que le estarían vedadas en el contexto de los roles estereotipados, por

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ejemplo, al tener un papel educativo concreto como padre, nuevas formas de pensar, permeabilidad frente a las emociones, una sexualidad distinta, etc. Más allá de estas cuestiones, los análisis de género promueven discriminaciones específicas de género para los varones que trabajan en ámbitos considerados típicamente femeninos. No todos ellos ocupan cargos directivos, muchos se vuelcan al trabajo educativo o asistencial concreto. La valoración de estas profesiones "femeninas" y la remuneración justa favorecería a los varones tanto como a las mujeres.



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6. ¿El gender mainstreaming prescribe la definición de objetivos desde la política de género?

Los procesos de transversalidad de género sirven, en primer término, para poner en claro situaciones de hecho que están sesgadas por la especificidad de género. Las diferencias de género se encuentran una y otra vez en la mayoría de las áreas, ya sea en la participación de mujeres y varones en los recursos económicos, en los medios de poder o en el trabajo, pero también cuando se investigan las actitudes, preferencias y hábitos.

La evaluación de las diferencias halladas debe realizarse en el contexto de la determinación de objetivos propios de la política de género. Sin una clara definición de objetivos, las estrategias de transversalidad de género no pueden llevarse a cabo. Cada organización se ve obligada a formular sus objetivos. Esto no se da en un espacio sin pautas jurídicas. Los legisladores y tribunales han elaborado una serie de recomendaciones señalando hacia dónde deben orientarse las estrategias de igualdad de oportunidades (Baer 2002): la eliminación de la discriminación y la promoción de las personas discriminadas son las vías imprescindibles para alcanzar la igualdad material de oportunidades. No obstante, cabe destacar que las definiciones de objetivos en términos como "igualdad de oportunidades", "igualdad de posibilidades", "equidad entre los géneros" o "democracia entre los géneros" sólo brindan lineamientos abstractos, y no resulta sencillo concretarlos. ¿La igualdad de oportunidades se ha logrado cuando en todas partes las mujeres y varones están representados en un 50% respectivamente? ¿Igualdad de oportunidades significa que las mujeres deben cumplir con el servicio militar? ¿Igualdad de oportunidades significa que los recursos disponibles hasta ahora para trabajar específicamente con niñas, deban destinarse a partir de este momento exclusivamente a los niños? ¿Es que transversalidad de género quiere decir que el sexo que esté subrepresentado, es decir, no siempre las mujeres, deberá ser promovido?

En lo sucesivo se analiza si surgen puntos de inflexión en la definición de objetivos de políticas de género según el principio del gender mainstreaming, y en caso de ser así, cuáles son.

6.1. ¿Qué significa género?

En el contexto del debate que se desarrolla en Alemania, a menudo se lamenta no haber encontrado hasta ahora una palabra adecuada en alemán que pueda reemplazar "gender"1. Esto no es tan sencillo. El idioma inglés reconoce

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diferencias que no se pueden establecer en alemán: el inglés cuenta con un concepto para los aspectos relativos al sexo determinados biológicamente a través de la palabra "sex" y un concepto para los aspectos definidos social y culturalmente en la palabra "gender". No es posible trasladar con precisión el concepto "gender" al alemán en una sola palabra. "Género" significa el rol social y cultural atribuido a cada sexo, distinguiéndolo del aspecto corporal.

A través de la difusión del principio de transversalidad de género, el uso de la palabra inglesa "gender" en el contexto de la política de género también se ha instalado en el espacio lingüístico germano. Si bien es cada vez más frecuente que se alcen voces demandando un concepto más fácil en alemán, mantener el concepto en inglés tiene sus ventajas: en primer lugar, se facilita el entendimiento internacional entre las personas comprometidas en las políticas de género. Sin embargo, lo que es más importante, es que el concepto "gender" reúne tres mensajes que los términos alemanes no transmiten de igual modo:

Primer mensaje: el género tiene diversos componentes; biológicos y culturales

El género señala las dimensiones del sexo conformadas social y culturalmente. Justamente, "gender" no es lo mismo que "sex", la definición inglesa para las características físicas que hacen al sexo de una persona. De esta forma se rechaza la idea de que los rasgos naturales constituyen la condición suficiente y única para definir al género (masculino y/o femenino). "Género" significa que las formas en que se presentan los sexos en la actualidad son relativas a la cultura, a la historia y a puntos de vista específicos. Al mismo tiempo se asume como propia de estas formas su capacidad de cambio. Las opciones para desarrollar propuestas políticas se dan únicamente cuando los roles, las posiciones e identidades que hoy están vinculadas a lo genérico, no se consideran aspectos dados, incuestionables por principio.

Segundo mensaje: los varones también tienen género

El género incluye la capacidad de transformación de los roles sexuales femeninos y masculinos. Este aspecto no resulta una cuestión sobreentendida, al menos para lo que es la concepción más común de "sexo". Partiendo de la observación de que, hasta ahora, fueron principalmente las mujeres quienes se han comprometido y siguen haciéndolo por sus derechos y contra la discriminación, la conclusión a la que se llega con demasiada facilidad, es que las cuestiones de género son exclusivas de las mujeres. Muchas veces parece que los varones no tienen género en el mismo sentido que las mujeres, sino que constituyen el género en sí, y las mujeres serían más bien un desvío de esta normalidad masculina. Incluso en el lenguaje vuelve a reflejarse

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esta cuestión: las formas gramaticales masculinas siempre incluyen a las mujeres por "adición". A través del concepto de género se señala claramente que la pertenencia sexual implica la adjudicación de exigencias, roles y normas condicionadas por la sociedad y conformadas históricamente tanto para los varones como para las mujeres.

Tercer mensaje: las estructuras no son neutrales desde el punto de vista del género

El género no es solamente un atributo que se aplica a las personas, sino que, la existencia de un sistema dual en lo que hace a la pertenencia sexual, es también un principio a partir del cual se estructuran numerosos sistemas sociales y trabajos reguladores y sistematizadores. En definitiva, son ante todo las mujeres quienes vuelven a desempeñar tareas peor remuneradas en el empleo privado, y principalmente los hombres quienes ocupan cargos de poder. La pregunta sobre cómo se estructuran las relaciones de género y cómo se da su jerarquización, no se puede responder si se observan solamente conductas individuales. Más bien debe enfocarse el análisis a los mecanismos de asignación de roles y a las sistemáticas regulatorias que aportan a la "generización".

6.2. Género: ¿diferencia o construcción?

La perspectiva de género supone una crítica al entendimiento generalizado sobre "sexo", en el sentido de pertenencia sexual. La sola pregunta acerca de qué es realmente "sexo" desconcertará a más de una persona. Nada parece más seguro que el hecho de que cada individuo tiene un sexo y que, según esto, hay hombres y mujeres. La concepción generalizada y de uso cotidiano incluye muchos sobreentendidos sobre el sexo que no se cuestionan en forma exhaustiva.

En lo sucesivo se someten a debate ideas típicas sobre el sexo a la luz del más reciente debate teórico de género.

A partir de la concepción generalizada acerca del sexo pueden inferirse las siguientes suposiciones:

1. Si alguien es varón o mujer, se determina en forma unívoca a través de características físicas

2. Existen solamente dos sexos

3. Cada persona es o bien varón o bien mujer

4. Una persona no cambia su sexo

5. El sexo de una persona marca su conducta

6. El sexo es una rasgo distintivo de carácter exclusivamente individual

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Desde la mirada del nuevo debate de género, todas estas conjeturas se ponen en tela de juicio. Este debate no sólo está atravesado por enfoques filosóficos sino que también incluye resultados de investigaciones empíricas.

Acerca del punto 1:
"Si alguien es varón o mujer, se determina en forma unívoca a través de características física"

En los últimos años, el debate teórico de género se centró, en primer término, en la distinción entre sexo y género. Esta diferenciación ya indica que no es tan sencillo conceptualizar el sexo. En el transcurso de la discusión se incorporó una tercera dimensión que hace a la conceptualización del fenómeno "sexo": la sexualidad. Ésta designa a la dimensión del deseo, de la orientación sexual y de la identidad sexual. Al introducir estas tres dimensiones (sexo, sexualidad y género) como tres instancias determinantes del género de igual valor, resulta claro que la simple definición "esto es un varón" y "esto es una mujer" alude a dimensiones muy diversas. En este contexto, las características corporales (sexo) son sólo un aspecto entre muchos otros que entran en juego en la determinación.

La concepción corriente y generalizada parte de la base de que el sexo, es decir, la determinación sexual basada en las características corporales, siempre es unívoco. Sin embargo esta certeza sólo es posible en tanto se tomen exclu-sivamente los rasgos morfológicos (características sexuales primarias y secundarias). La biología más reciente reconoce al menos cinco posibilidades para la definición sexual: junto con los aspectos morfológicos, también considera la determinación de acuerdo con los cromosomas, la glándula germinativa, las hormonas y especificidades sexuales típicas del cerebro. De esta forma se cuestiona la unilateralidad con que se categoriza a una persona como hombre o mujer. A las múltiples posibilidades de determinación que ofrece la biología hoy, no le corresponde la definición bipolar de una persona como hombre o mujer, sino que a esta persona más bien le compete una posición específica en un espacio sexual multidimensional.

Los enfoques deconstructivos en la teoría de géneros incluso entienden al cuerpo sexual en su totalidad como una construcción histórica, social y cultural. El argumento es que la naturaleza no reconoce categorías ni las prioriza, las categorías (tanto masculina como femenina) se producen culturalmente y sirven al ordenamiento de experiencias. Por ello, no se niega la existencia de realidades biológicas, sino que se pone en primer plano su significado cultural y el sentido que se les atribuye. Este punto de vista somete a debate todas las di-ferencias basadas en los llamados hechos biológicos entre los sexos: incluso las afirmaciones de las ciencias naturales están sometidas al paradigma en constante cambio de estas ciencias.

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De esta forma se cuestiona la hipótesis de que el sexo de una persona se determina sólo y unívocamente según sus características corporales. Los rasgos físicos pueden tener diferentes significados y las mismas características se interpretan, unifican o polarizan según factores sociales y culturales.

Acerca del punto 2:
"Existen solamente dos sexos"

Estudios etnológicos señalan que el sistema que sostiene la existencia de dos sexos no está arraigado en todas las culturas. Hay muchos pueblos y comunidades que distinguen al menos tres sexos y, de esta forma, dan lugar a modos de vida que no están oprimidos por un sistema sexual dual: hay varones, hay mujeres, y Berdachen o Hijras o Xaniths. Berdachen o Hijras o Xaniths son personas que según su sexo son masculinos, pero se visten y comportan según patrones de roles sexuales femeninos. También se los trata como a mujeres. Del mismo modo existen sociedades africanas e hindúes que reconocen un tercer status de género, el de "mujeres con corazón de hombre", término que hace referencia a personas que según su sexo son mujeres pero que trabajan, se casan y ejercen la paternidad como varones (Lorber 1999).

Desde una consideración histórica, en el espacio cultural europeo también hubo una fase en la que no había un modelo basado en la existencia de dos sexos sino en uno solo. Hasta el siglodieciocho, los filósofos y científicos occidentales creían que había un solo sexo, el masculino, y que las mujeres eran una especie de desvío. Interpretaban los órganos sexuales femeninos como la reversión de los órganos sexuales externos masculinos (Laqueur 1992).

Estas observaciones empíricas demuestran que: la supuesta certeza de la concepción corriente en cuanto a que sólo pueden existir dos sexos, se basa meramente en las experiencias de un determinado círculo cultural. Quien tenga una mirada más amplia, descubre gran variedad de sistemas sexuales en otras sociedades o en épocas pasadas.

Acerca del punto 3:
"Cada persona es o bien varón o bien mujer"

Las investigaciones realizadas en el desarrollo fetal y embrional demuestran que la formación de lo que llamamos sexo es un proceso altamente complicado y azaroso. La disposición de los órganos sexuales recién se puede reconocer -en el sistema de la sexualidad dual- a partir de la séptima semana de vida, antes de este período no hay indicadores de un desarrollo femenino o masculino. Tres de cada 1.000 recién nacidos muestran "irritaciones" porque sus características sexuales no son unívocas. Los hermafroditas se desvían en menor o mayor medida de la norma basada en los órganos sexuales categorizados como masculinos o femeninos (determinación sexual morfológica).

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Desde la perspectiva médica, marcada por la sexualidad dual predominante, este desvío se entiende como una patología. En estos casos, los médicos y las médicas deben decidirse por el sexo "correcto". O bien lo hacen según el criterio del desvío mínimo o se opta por otra definición sexual adicional. En lo operativo se torna unívoco lo que en principio parecía poco claro.

Junto con esta incertidumbre que implica que según el sexo biológico se adjudican categorías de la propiedad varón o mujer, existen otros indicios que señalan que las categorías no significan un "o bien una cosa-o bien la otra", sino mucho más un "tanto-como así también". La idea de que en cada individuo conviven partes masculinas y femeninas está respaldada por profundas corrientes de pensamiento y escuelas terapéuticas. La maduración de una persona se da en tanto esté en condiciones de asociar e integrar sus partes masculinas y femeninas. Detrás de esto subyace la hipótesis de que no es el "sexo" de una persona lo que predetermina su desarrollo personal. Incluso una persona que crece con características físicas de aquellas categorizadas como indudablemente masculinas, no tiene por qué responder a lo que socialmente se entiende como "masculino". Existen posibilidades de desarrollo abiertas para esta persona que incluyen formas de pensar y de actuar calificadas como "femeninas". Las culturas pueden diferenciarse según la rigidez con la que establezcan la división entre los sexos y la diferencia, o de acuerdo con la escasa o nula sanción que aplique a los supuestos desvíos. La política de géneros de las sociedades se detecta especialmente en la dimensión "sexualidad": en las sociedades en las que la homosexualidad se trata del mismo modo que la heterosexualidad y no se sanciona como un desvío de la norma, a las personas les está permitido desarrollar su sexualidad y su deseo independientemente de su "sexo".

Esto quiere decir entonces que preguntarse por aquellos aspectos de una persona que tengan connnotación masculina o femenina se ajusta mucho más al nivel de avances alcanzado en la investigación que la clasificación bipolar en "varón" o "mujer".

A través del sistema sexual polar y dual se limita la verdadera diversidad y el múltiple potencial de la conformación individual de la vida, a la vez que se aporta a la preservación estructural de la jerarquía sexual existente.

Acerca del punto 4:
"Una persona no cambia su sexo"

Esta hipótesis se refuta a través del fenómeno de la transexualidad. Los transexuales rechazan la definición sexual prevista por sus cuerpos. No sienten como propio el sexo que debería corresponderles de acuerdo a sus características biológicas y se identifican con otro sexo. Pero de esta forma se someten al dictado de la sexualidad dual: para ellos también existe una vida social aceptable

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sólo si son o bien una mujer o bien un varón. No obstante, antes de su transformación sexual, las personas transexuales viven esta sexualidad dual como algo sumamente doloroso: están sometidas a la presión social de ser como no quieren. Recién la asimilación operativa de sus características físicas al sexo con el que se identifican les otorga la seguridad deseada. De esta forma, el cuerpo parece más bien el efecto y no tanto la base de procesos sociales. Las operaciones y tratamientos hormonales también son la expresión de la presión cultural y social en aras de la unificación de sexo, sexualidad y género. En sentido opuesto hay personas que no se someten a esta presión y ejercen su específica sexualidad masculina/femenina y practican un comportamiento según su propia combinación de connotaciones masculinas y femeninas. Los hermafroditas pueden vivir un período de su vida como mujeres y otro tiempo como varones. De esta forma resisten la presión que exige uniformar estas diversidades. En los espacios artísticos están muy difundidas las presentaciones sexuales iridiscentes y la experimentación con elementos designados ya sea como femeninos o masculinos. El travestismo es expresión de una práctica que consiste en identificar el orden sexual vigente como un fenómeno cultural, simplemente, invirtiéndolo. El juego con el sexo tiene un efecto provocador, lo que demuestra la profundidad del arraigo de las construcciones culturales. Por otra parte, dar lugar a una multiplicidad de presentaciones sexuales es un avance social porque desarticula normativas rígidas y permite aquello que las personas quieren.

Acerca del punto 5:
"El sexo de una persona marca su conducta"

Existe una gran cantidad de investigaciones sobre la cuestión de en qué medida el sexo (biológico) pauta la conducta de las personas. En síntesis, los resultados muestran que entre las mismas mujeres, es decir, dentro de un grupo categorizado por su "sexo", existen diferencias al menos tan grandes como las que hay entre el grupo de varones y el grupo de mujeres. Al mismo tiempo, el análisis estadístico de los valores medios no debe llevar a la conclusión de que la detección de alguna diferencia comprobada entre el grupo de los varones y el de las mujeres se pueda aplicar a cada mujer o cada varón.

Una influencia directa de la conducta a través del factor "sexo" requeriría como condición previa que las características corporales masculinas o femeninas estén vinculadas con disposiciones muy definidas, mutuamente excluyentes. Sin embargo, no existe una correspondencia directa entre los datos biológicos -e incluso éstos no siempre son unívocos- y el comportamiento. Sucede más bien que en el transcurso de la biografía individual de cada individuo se pueden dar desarrollos contradictorios en las diversas dimensiones del sexo en sentido amplio, es decir: el sexo (biológico), la sexualidad y el género. Una persona

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categorizada como mujer según sus características corporales, no debe necesariamente ser heterosexual en lo que hace a su deseo sexual, tal como lo prescribe la "normalidad"; también puede ser bisexual. Puede diferenciarse del comportamiento esperado de ella como mujer y actuar de otra manera, es decir, en forma "masculina". También en lo que respecta al status que se le atribuye como mujer, por ejemplo, de esposa o madre, y a los roles y posiciones que se le asignan socialmente, puede desarrollarse de otras maneras, resistentes a las prescritas. Lo mismo es válido para la persona categorizada como hombre. Su "sexualidad", es decir, la modalidad que asuma su deseo sexual puede ir contra las normas y orientarse hacia los varones, o bien puede adoptar comportamientos más bien "femeninos" en ciertas áreas de conducta, e incluso su posicionamiento social no debe responder a lo que la sociedad espera de un hombre.

Lo decisivo es la tensión entre sexo (biológico), sexualidad y género en cada persona, lo que lleva a que viva su "sexo" en una forma biográfica específica. Las diferencias o las similitudes empíricas entre los grupos sexuales ya no se pueden interpretar como consecuencia del "sexo biológico" de las personas, sino que se vinculan mucho más con las muy variadas formas que asuman las otras dimensiones del sexo y con la intensidad de la presión social para que cada uno se comporte según lo que se espera del propio sexo. La pre-gunta por el "cómo" de la construcción

de género, según el "doing gender", se convierte en un campo de investigación cada vez más enriquecedor. En este contexto, la diferencia entre los sexos no es lo que ocupa el centro del análisis, sino que la pregunta apunta a cómo funcionan los mecanismos para que los individuos se ajusten a la posición de género prevista de acuerdo a su sexo. El modo en que surgen las conductas de género se pone de manifiesto en las interacciones cotidianas entre hombres y mujeres, entre niños y niñas, en las clases escolares, en las empresas, en la comunicación pública. Una vez que se ha reconocido este modus, se pueden evitar las consecuencias indeseadas. Cuanto más se sepa sobre las condiciones sociales a las que deben responder las personas al formar su identidad sexual, más posibilidades existen de someter estas condiciones a una evaluación política. Un enfoque de este tipo debe despedirse de adjudicar determinadas características a "las" mujeres, pero también a "los" varones. En este sentido, no cabe esperar que todas las mujeres sean comunicativas y sensibles, así como no correspondería esperar que todos los hombres tengan una tendencia a la violencia. Antes bien cabe preguntarse qué rol juegan las imágenes de cada sexo y sus estructuras, a medida que las mujeres se van convirtiendo en personas sensibles y comunicativas o cuando los varones desarrollan y demuestran tendencias hacia la violencia.

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Acerca del punto 6:
"El sexo es un rasgo distintivo de carácter exclusivamente individual"

Esta conjetura limita la categoría "sexo" al plano individual. La investigación de las mujeres y del género se ha ocupado no solamente de la problemática de los sujetos, sino también de las normas, instituciones y regulaciones sociales que ellos han establecido.

En el centro del análisis se sitúa el efecto del sistema sexual binario y polar sobre las estructuras sociales. Esta consideración plantea diversas preguntas: de qué manera los sistemas sociales producen y reproducen la diferencia de género, cómo funcionan los procesos de oclusión y exclusión sobre la variable de género y cómo se establece la desigualdad real y la jerarquía entre varones y mujeres. La negación de relaciones específicas de género se presenta como un mecanismo particularmente eficaz. Las politólogas feministas trabajan tanto en la demostración del androcentrismo en las teorías vigentes sobre Estado y política, como también en el desciframiento de las instituciones estatales y de las políticas consideradas "neutrales" en lo que al género se refiere. Pero también el mercado laboral, los sistemas educativos, la economía de la sociedad y otros sistemas, detentan sesgos de género. El poder de los órdenes simbólicos que incluyen imágenes sexistas no sólo resulta evidente en los medios de comunicación. Cada vez hay mayor conciencia sobre el significado que tiene el género como institución social para las estructuras sociales. El género como institución social tiene un impacto decisivo, por así decirlo, por detrás de las espaldas de cada una de las personas. Las estructuras y los mecanismos están atravesados por el género. Una mirada sobre la cultura de géneros en Alemania Occidental y Oriental antes de la reunificación demuestra que el género no es sólo una característica individual: la actividad laboral de jornada completa instalada como un hecho sobreentendido para las mujeres de la ex República Democrática Alemana, sea cual fuere su fundamentación, determinaba su orientación individual, pero también determinaba la infraestructura general que el Estado ponía a disposición. Si bien esto tampoco llevó a la eliminación de las jerarquías por sexo en la RDA, sirve como ejemplo de que los roles de hombres y mujeres no se determinan únicamente desde lo individual.

Del mismo modo cabe interpretar el hecho de que en el territorio occidental apenas existan guarderías para los niños menores de tres años. Aquí se refleja la convicción de una política de género que considera que en ese periodo sólo las madres deben ocuparse de los niños. La política social del Estado en materia preventiva y asistencial se orienta claramente a los patrones de género predominantes.

El análisis de las seis hipótesis planteadas en torno al sexo apunta a poner en evidencia que para esclarecer el con-

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cepto de "género" no basta la concepción cotidiana y común de "sexo". Quien desee analizar las formas y significados de la variable de género necesita también conocimientos empíricos y teóricos al respecto. La experiencia personal ("Conozco a mi mujer, así que conozco a todas las mujeres," y "Sé como son los hombres, porque yo misma tengo uno") no es en absoluto suficiente para hablar con competencia sobre género, diferencias de género y estructuras atravesadas por el género. En el marco de los procesos de gender mainstreaming, en Suecia se elaboró un canon sobre el conocimiento necesario en la materia, y el hecho de adquirir estos conocimientos se considera una calificación concreta.

Al mismo tiempo, el breve análisis de la concepción corriente y generalizada acerca del "sexo" de las personas, pone de manifiesto que al hablar de "género" se hace referencia a una conformación de alta complejidad. Las simplificaciones corrientes que suelen utilizarse para explicar las diferencias entre los sexos no se sostienen ante los análisis críticos.

Las diferencias constatadas empíricamente entre individuos masculinos y femeninos no pueden remitirse simplemente a su "sexo", sino que se trata más bien de buscar sus fundamentos en los impactos del "género". El género determina los aspectos del sexo que son vistos como construcciones sociales. Entonces el género no hace referencia al sexo que el individuo tiene, sino que señala los mecanismos culturales y sociales que subyacen al individuo debido a su categorización según el "sexo".

De esta forma, la implementación del gender mainstreaming a través del uso del concepto de género conduce a un cuestionamiento de las hipótesis sobre sexo que no reconocen diferencias entre "sexo" y "género".

  • Quien tenga una idea polar y dual sobre los sexos y crea que el hombre es racional, fuerte y proclive a la acción por naturaleza, y que la mujer, contrariamente, es emocional, armonizadora social y contenedora, se maneja por estereotipos y considera que éstos constituyen la realidad y la verdad de los sexos.

  • Quien crea que las profesiones y oficios de mujeres corresponden a las mujeres y que los de varones corresponden a los varones, ha confundido la determinación cultural de los tipos sexuales con su determinación biológica.

  • Quien crea que el trabajo doméstico no remunerado y el cuidado de los niños es parte de las tareas naturales de las mujeres, lo que generalmente se formula como "hacerse cargo de las tareas familiares", también tenderá lógicamente a opinar que es tarea del hombre tener una vida laboral permanentemente activa y asegurar de este modo las condiciones materiales de vida para las mujeres y los niños, lo que en general se expresa como

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    "hacerse cargo de la supervivencia de la familia". En este contexto, la igualdad de oportunidades entre los sexos será vista como el reconocimiento de la igual valoración de sus -en principio- diferentes campos de trabajo, pero esto lleva implícita una adjudicación de tareas no fundamentada y basada en el sexo (biológico).

  • Quien crea que las diferencias construidas a lo largo de la historia entre los sexos se basa en la esencia misma de los sexos y resulta funcional para lograr la convivencia, está confundiendo "sexo" y "género".

La conceptualización de sexo en esta forma diferenciada lleva también a que cada forma de predominancia de algún sexo, pierda legitimidad. Cuando el sexo ya no se ve en esta forma polar y dual, las jerarquizaciones que se basan en la diferencia entre varones y mujeres pierden toda justificación. Ante una concepción tal, cada persona se ve motivada para liberarse de determinaciones forzadas y limitantes basadas en su sexo. Lo más decisivo, sin embargo, es el significado de una concepción de este tipo para la evaluación de reglamentaciones o acciones: si contienen alguna atribución referida a lo laboral, a las competencias o la orientación de una persona basándose en el sexo, deberán examinarse. Cuando no es posible presentar una fundamentación biológica ante las diferencias de género en la aplicación del gender mainstreaming y, entonces, todas las diferencias radican en el "género", para sostenerlas será necesaria una fundamentación más allá de las atribuciones esenciales basadas en el sexo biológico.

Una concepción de este tipo no niega que las diferencias entre varones y mujeres sean reales y detectables empíricamente. Pero la fundamentación de las diferencias no se remite a la esencia de los sexos y de acuerdo con ello, no se atribuye a todos los hombres ni a todas las mujeres.

El género comprende el canon social para la conformación de las relaciones entre los sexos en lo que hace a su impacto sobre cada persona. Las normas legales vigentes en la República Federal de Alemania para las relaciones de género son la equiparación y la igualdad de oportunidades para los sexos. De esta forma, la determinación de objetivos de la política de género en el marco de los procesos de transversalidad de género resulta aún menos arbitraria: apunta a la superación de toda forma de predominancia y dominio entre los sexos, la superación de las estructuras con sesgo masculino y la igualdad de trato y consideración de las formas de vida y de trabajo característicamente femeninas.

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7. ¿Qué es un análisis de género?

Un componente importante de la competencia en materia de género es la capacidad de llevar a cabo un análisis de género. Los procesos relativos al gender mainstreaming no se agotan en la confección de un listado de control en donde la relevancia del género en una decisión se determine con una pregunta cuya respuesta es SI-NO. Un análisis de género requiere una comprensión adecuada del concepto de género (punto 6) y exige conocimientos sobre las relaciones de género.

Se puede llevar a cabo un análisis de género en relación con un discurso teórico, una agenda política, un presupuesto, o una acción en especial. En toda área temática es posible realizarlo. Un análisis de género se desarrolla en varios pasos:

  1. Explicación del enfoque de género y formulación de objetivos de política de género

  2. Recolección de datos sensibles al género

  3. Formulación de problemas sensibles al género

  4. Conclusiones preliminares

Un análisis de género se funda en la perspectiva de que el sexo no es una cualidad biológica del ser humano, sino una institución social, una construcción a través de la cual el orden social se simplifica y jerarquiza. Un análisis de género no sólo se pregunta qué es lo que piensan, dicen o hacen los individuos clasificados sexualmente como mujeres o varones, sino que tiene una perspectiva más amplia. Un análisis de género se plantea en qué forma la construcción sexual dual y jerárquica estructura el campo que sea objeto de estudio.

En un análisis de género se trata ante todo de investigar qué condiciones estructurales llevan a que la posible diversidad de los individuos se vea limitada a través de la unilateralidad de la construcción sexual polar. Apelando a la clasificación por "sexo" se producen proyectos de vida, profesiones, intereses y status sociales específicos, que cercenan la variedad de posibilidades de desarrollo de una persona y, al mismo tiempo, llevan a la adjudicación de posiciones valoradas jerárquicamente.

Por medio del sexo (de la clasificación por sexo) a las mujeres se les asigna la parte menos valorizada del trabajo, menor poder de disponibilidad material, menor influencia social, en tanto que a través del sexo masculino se accede a la parte más valorizada del trabajo, mayor disponibilidad material y más influencia social. Cuando se apunta a las condiciones estructurales que hacen a estas relaciones jerárquicas entre los sexos, es decir, la combinación entre las normas de género para varones y mujeres, esto

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tiene consecuencias políticas. Estas consecuencias no se refieren meramente a recomendar a las mujeres que se impongan y que superen por su propia fuerza las barreras que en ellas existen en virtud de su sexo. Tampoco consiste solamente en recomendar a los varones que renuncien en favor de las mujeres y abandonen voluntariamente los privilegios propios de su sexo. Se trata mucho más de detectar en ambos las raíces estructurales de la discriminación y de los privilegios. Los análisis de género apuntan la mirada hacia las condiciones que llevan básicamente a que las relaciones jerarquizadas por sexo siempre vuelvan a producirse. Estas condiciones son las que se deben cambiar. No obstante, las transformaciones sólo pueden dar resultado cuando el hecho de permitir la diversidad del desarrollo de las personas categorizadas como mujeres y varones, se convierte en un objetivo de la política de géneros. La explicación del concepto de género resulta de vital importancia para todo análisis de género. Los conceptos que no sirven para desarrollar análisis de género son aquellos que conceptualizan el sexo como característica biológica e individual, legitiman las diferencias que se asignan a los sexos y consideran que éstas no son transformables desde la política. Ahora bien, para una persona que no entienda el sexo como concepto unidimensional y perciba el quiebre entre sexo, sexualidad y género; para quien no parta de la adaptación social a las diferencias biológicas entre personas individuales, sino que desea comprender la construcción social del sexo y se enfrenta críticamente a la jerarquización; para alguien que tenga enfoques de este tipo, las diferencias específicas de género constituyen un problema político.

La perspectiva de género resulta apropiada para reconocer y criticar las asignaciones específicas para varones y mujeres que se fundamentan en su sexo (biológico), por lo tanto no se puede hacer mal uso de ella cayendo en la discriminación. Sin embargo, un análisis de género impide que la discriminación por sexo se enfoque únicamente desde la situación de desventaja personal de las mujeres o dar por sentado que todas las mujeres rechazan las diferenciaciones o jerarquizaciones por sexo. También evita responsabilizar a todos los varones por el sometimiento de las mujeres. Se trata más bien de partir de un enfoque que permita a las personas tomar distancia de los atributos que se les asigna por su pertenencia sexual, pero al mismo tiempo, identificarse con ellos.

Un análisis de género hace visibles las jerarquías por sexo. Aunque una persona no perciba en su entorno vital que actúa y vive dentro de estructuras con un sesgo específico de género, esto no significa que esas estructuras no existan. El hecho de que muchas mujeres y varones consideren natural su propia práctica de una división del trabajo jerarquizada por sexo, es visto desde la perspectiva de género como un indicio de la forma en que los modelos sociales y culturales marcan el territorio de lo sobreentendi

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do. En particular los hombres suelen no ser conscientes de que su realidad vital está acuñada con especificidad de género. Para ellos, generalmente son sólo las mujeres quienes de algún modo se ven afectadas por su sexo.

A un análisis de género también corresponden relevamientos de datos. En este contexto, todos los datos relevados se diferencian en primer término por "sexo", es decir según las características sexuales biológico-morfológicas de las personas. Esta diferenciación según el criterio "hombre" o "mujer" no basta. Para responder a la pregunta referida a los mecanismos e impactos del sexo, el análisis de datos debe incluir características adicionales vinculadas con los roles que corresponden a cada sexo.

Los datos han de diferenciarse por:

  • madres y padres, es decir, según la situación familiar, edad y cantidad de hijos;

  • edad, es decir, clasificando en mujeres jóvenes, mayores y ancianas; hombres jóvenes, mayores y ancianos;

  • alcance de la participación en el trabajo remunerado, es decir mujeres con empleo remunerado de jornada completa, varones con empleo remunerado de jornada completa;

  • disposición autónoma de recursos financieros y materiales, es decir, clasificando en mujeres económicamente bien o regularmente aseguradas, varones económicamente bien o regularmente asegurados;

  • infraestructura circundante, es decir, mujeres en el campo y en la ciudad, varones en el campo y en la ciudad;

  • estado de salud, mujeres con afecciones de salud y varones con afecciones de salud;

  • pertenencia étnica, es decir, mujeres en situación migratoria, varones en situación migratoria.

Un relevamiento de este tipo se basa en el conocimiento de que las condiciones de vida de los individuos están marcadas por factores socioculturales que, a su vez, están ligados a posiciones asignadas a cada sexo. El género no conforma grupos homogéneos por sexo; las afirmaciones sobre "los varones" o "las mujeres" son generalizaciones y borran las diferencias específicas y las jerarquías entre grupos específicos.

En sucesivos pasos del análisis se plantea cómo funcionan los mecanismos con los que se construyen y conservan las diferencias específicas de género. En este sentido cabe incluir los desarrollos históricos y culturales en las relaciones entre géneros. En los países europeos ya están superados los tiempos en los que el sexo funcionaba como factor de clasificación y sometimiento y las mujeres no tenían los mismos derechos que los varones (por ejemplo, votar o estudiar en las universidades), y esto se establecía incluso desde los códigos jurídicos. Las discriminaciones directas por sexo se han eliminado en general de los códigos jurídicos. Sin embargo, en

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la realidad social, el género sigue siendo un potente factor de ordenamiento, y el orden sexual jerarquizado opera aun sin legitimación legal. Pero la investigación de las normas también debe llevarse a cabo desde la cuestión de la discriminación y los privilegios indirectos.

Ejemplo:

A través de la modificación de la Ley de Régimen de Empresa se buscaba eliminar la subrepresentación de las mujeres trabajadoras en los consejos de empresa. La Ley no incluye ningún cupo femenino para la ocupación de los consejos de empresa, sino un cupo para el sexo subrepresentado. En un primer momento la solución parece justa en relación con ambos sexos, ya que también actúa en el caso de que los subrepresentados sean los varones. Una justicia de géneros formal y abstracta de este tipo omite el contexto, tanto histórico como sociopolítico. La reivindicación del cupo para mujeres surgió de la experiencia de que las apelaciones y las manifestaciones de buena voluntad no bastaban para eliminar las exclusiones que las mujeres padecían específicamente por su rol sexual. Las elecciones en los gremios políticamente activos como los directorios, los consejos de empresa y de personal y las comisiones, están dirigidos según imágenes de género: mientras que para los varones es completamente compatible con su género ocupar lugares de ese tipo, para las mujeres no lo es, y esto también debido a cuestiones de género. En estas áreas existe una exclusión de las mujeres sobre la base de ser del sexo femenino. No se vota a las mujeres por su sexo, ya que los roles femeninos no son compatibles con la representación de intereses (en el caso de las mujeres, muchos se preguntan: "¿tendrá la capacidad necesaria?"). Los varones no dejan de ser elegidos por pertenecer al sexo masculino, ya que el rol de género masculino y la representación de intereses se combinan muy bien (en el caso de un varón, suele decirse: "Ya va a poder"). Los varones, entonces, no necesitan una particular protección en virtud de su pertenencia al sexo masculino, sin embargo, esto sí es válido en el caso de las mujeres. En el cupo para las mujeres es necesario que se evalúe el contexto desde un punto de vista de género para lograr la igualdad de oportunidades. Un cupo para varones es una promoción de los varones que no apunta a la igualdad de oportunidades, sino a privilegiar.

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El igual trato puede ser un objetivo de la política de género, sin embargo, la política de género no puede responder a una fórmula abstracta. Más bien en muchos casos se deben prever las desigualdades en el trato para eliminar las desigualdades. Sólo el análisis histórico y sociopolítico de las relaciones de género demuestra qué se debe hacer en cada caso en particular.

Por lo tanto, un análisis de género es un instrumento con el que se puede hacer visible cómo actúan los modelos sexuales polares y binarios y cómo se producen, instalan y renuevan las jerarquías de género. Se problematizan y critican las diferentes estructuras, jerarquizadas por sexo. En este sentido no son las mujeres como grupo perjudicado el eje del análisis, sino que se analiza el impacto específico de género de las normas, reglas, estructuras y procedimientos.

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Ejemplo:

    El análisis presupuestario de un municipio en el área de apoyo educativo señala que, de los casos que presentan las madres en los centros de asesoramiento, la gran mayoría corresponde a hijos varones. El 70% de la clientela es masculina. Un hecho de esta naturaleza amerita preguntarse si se trata de una situación en la que se posterga o margina a las niñas o más bien de una particular problemática de los varones. Resulta evidente que en este caso no cabe aplicar la simple fórmula que indica: la mitad de los recursos para las mujeres. Desde el aspecto de género se constata, en primer lugar, que la mayoría de las personas que se dirigen al centro de asesoría son madres que acuden allí por sus hijos varones. Detrás de este sencillo análisis se esconde una serie de problemáticas específicas de género:

  • Se debe plantear si eventualmente, por su forma específica, las particularidades de la conducta de las niñas no lleva a que las madres acudan a una institución de asesoría educativa. El mero hecho de que se presenten menos casos de niñas no basta para inferir que ellas tengan menos singularidades en su conducta. Sólo demuestra, en todo caso, que el comportamiento de las niñas es menos llamativo. Sin embargo esto también puede tener que ver con que sus síntomas se presentan de otra forma, más adaptada o típica del género, y de esta forma, parece más "normal". Para avanzar en el análisis de la especificidad de género de esta situación, habría que sondear en un paso subsiguiente si en el municipio existen otras áreas que puedan brindar información sobre la problemática de las niñas en particular. En el marco de un proceso de cooperación habría que integrar en la oferta de asesoría educativa de la municipalidad, por ejemplo, las ideas desarrolladas en el trabajo con niñas. Posiblemente esto significaría una ampliación de los recursos allí disponibles.
  • La falta de los padres varones en los centros de asesoría educativa refleja la deficiente atención de los padres hacia sus hijos/as, hecho que a su vez se basa en la división jerárquica del trabajo por sexo. La ausencia de cuidado por parte de los padres es una variable decisiva de socialización no sólo para los hijos varones sino también para las mujeres cuyos efectos han sido poco investigados hasta ahora. Seguramente, sería una exigencia excesiva para un municipio que se lo haga responsable de eliminar la ausencia de los padres en el proceso educativo. Pero se podría pensar, por ejemplo, en qué medida los centros de asesoramiento han intentado incorporar a los padres en los procesos terapéuticos y de asesoría. Esto es lo que habría que apoyar y difundir.

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El ejemplo anterior pone en evidencia que el simple discurso sobre la igualdad de oportunidades o sobre la equiparación de varones y mujeres se torna mucho más compleja ante la situación real, y destaca también que la fórmula de implementar la equiparación en la utilización general de recursos, no basta. Transversalidad de género significa analizar las relaciones vitales concretas bajo la perspectiva de género y especificar las diferentes problemáticas atinentes a cada sexo. En muchos casos se pone de manifiesto en primer término sólo el lado hasta ahora oculto del otro sexo: en este ejemplo se presta atención a las niñas, que hasta ese momento no se tenían tan en cuenta, pero al mismo tiempo se apunta la mirada a los padres, que también ocupaban un segundo plano. A través de este ejemplo también resulta claro que la determinación de objetivos de género es necesaria. Los procesos de gender mainstreaming ponen en evidencia que la división tradicional del trabajo entre padres y madres no es adecuada en tanto las madres son las principales responsables de la educación de los niños, en tanto que los padres pueden delegar completamente esta tarea. El hecho de que las madres acudan al centro de asesoría educativa es visto como un problema. Del mismo modo, el comportamiento salvaje y agresivo no se considera natural y propio de los varones, y el hecho de que se presenten muchísimos más casos de varones que de mujeres ante los centros de asesoría educativa no se interpreta como una consecuencia de pequeños excesos en los límites propios del rol masculino normal.

Los análisis de género requieren diversos métodos (comp. Döge 2001 a), no hay métodos únicos, aplicables a todos los casos. Los ejemplos han demostrado que los estudios sobre género requieren procesos de observación e interpretación técnicamente correctos y fundamentados. El análisis presupuestario desde una perspectiva de género (gender budgeting) de amplio alcance en lo que hace a sus objetivos - aunque en sus detalles aún requiera desarrollo-, es un proceso de desglose del impacto que tienen los presupuestos públicos sobre las relaciones de género (comp. Schratzenstaller 2002).

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8. La promoción de las mujeres: ¿una cuestión superada?

La relación entre las acciones para la promoción de las mujeres y el gender mainstreaming debe estar claramente definida en cada organización, considerando que no ha de conducir a conflictos, resignación o expectativas desmedidas por parte de las involucradas.

8.1. Las responsables de igualdad de oportunidades y de las áreas de la mujer no son prescindibles

Si el gender mainstreaming es considerado un éxito del movimiento de mujeres y provoca que la cuestión de las relaciones entre los géneros atraviese las instituciones cuyo accionar hasta ahora se consideraba neutral con relación al género, este proceso no debería llevar a que se cuestione o ignore a las mujeres presentes en una organización, que ya actuaban y pensaban con especificidad de género. La transversalidad de género debe llevar a una profundización del accionar dirigido hacia la igualdad de oportunidades en una organización, y no a su disolución.

La aplicación del principio de gender mainstreaming implica también -y esto es inusual para muchas organizaciones- involucrar a los varones en la responsabilidad del proceso. Como hasta ahora, por lo general, ni los varones que ocupan cargos de poder ni aquellos que desempeñan tareas técnicas se han sentido responsables en la conformación de las relaciones de género, para ellos la

transversalidad de género es algo nuevo. Esto no incluye a las mujeres que cuentan con una experiencia de años en la materia. Las áreas de igualdad de oportunidades, las secretarías o direcciones de la mujer suelen ser las únicas oficinas dentro del aparato de la administración pública en donde existen conocimientos sobre las relaciones de género. En el marco de los procesos del gender mainstreaming, estos conocimientos y los puntos de vista concomitantes resultan imprescindibles.

La transversalidad de género es la aplicación de la perspectiva de género en el trabajo específico de todos los actores de una organización. Esto no significa que todos los protagonistas deban convertirse en expertos/as en políticas para la mujer, sino que se trata del análisis de su trabajo técnico desde la perspectiva de género. Desde las áreas vinculadas con la política de la mujer (ONGs, investigación de género, política institucional de la mujer) surgen planteos, análisis o recomendaciones sobre los aspectos particularmente vulnerables de las mujeres, pero también sobre sus particulares fortalezas. Corresponde entonces incorporar estas cuestiones en el trabajo técnico e integrarlas a un análisis de género. Quienes hasta ahora hayan impulsado políticas para la mujer, seguirán haciéndolo al desarrollar diversos análisis, planteos y problemáticas.

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Gender mainstreaming significa el examen y la elaboración analítica de cuestiones de género. De esta forma al menos siempre resultará transparente qué objetivo se determinan desde la política de género. El gender mainstreaming no garantiza que se imponga el lobby de una determinada corriente de la política de la mujer, sin embargo garantiza que se pongan en evidencia las implicaciones específicas para cada sexo. De esta forma la idea patriarcal y tan difundida de que los hombres adhieran con "misericordia" a las causas de las mujeres, se transforma en la pregunta de qué consecuencias específicas de género tiene cada acción. De esta manera, el gender mainstreaming no es un vehículo para la imposición automática de particulares intereses políticos de las mujeres, sino un primer paso hacia una mayor transparencia en el accionar de las administraciones institucionales. El desarrollo de objetivos concretos de las políticas de género, los ajustes y propuestas siguen siendo competencia de las protagonistas de la política de la mujer, quienes sin embargo, deben entablar un diálogo con los cuadros técnicos. Cabe destacar que cuentan para esto con las normativas legales correspondientes a la igualdad de oportunidades y la equiparación.

8.2. Las titulares de las áreas de la mujer y de igualdad de oportunidades no son responsables de la implementación del gender mainstreaming

Muchos varones interpretan el hecho histórico de que hayan sido las mujeres quienes lucharon contra la discriminación sexual, como si las mujeres fueran las únicas responsables de la estructuración de las relaciones de género.

Las responsables de igualdad de oportunidades y de las áreas de la mujer, las direcciones o áreas de la mujer en el ámbito municipal que se ocupan de problemas específicos de género se enfrentan rápidamente a la cuestión de cómo integrar el proceso del gender mainstreaming. Una pregunta de este tipo demuestra que el principio del gender mainstreaming se ha interpretado mal. La responsabilidad por la conformación de las relaciones de género se traslada otra vez unilateralmente a un solo sexo, es decir, a las mujeres.

El gender mainstreaming es un proceso que debe incorporarse de arriba hacia abajo, es decir que la responsabilidad recae en los/as directivos/as. Estas personas son quienes deben ocuparse de la competencia de género de sus colaboradores/as, que a su vez pueden analizar su propia área técnica desde la perspectiva de género, e involucrar a sus colaboradores/as en este proceso.

La forma en que se integren las protagonistas de la política de igualdad

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de oportunidades de las organizaciones en los procesos de la transversalidad de género todavía es una pregunta abierta: si es que funcionarán impulsando procesos y/o sancionando, si asumirán funciones de control, cómo transformarán las tareas que desarrolla-ban hasta ahora, en qué áreas colaborarán, son todas cuestiones que sólo puede decidir cada organización a la luz de su propio conocimiento sobre la cultura política de género que ha desarrollado hasta el momento; esto no significa de ningún modo que las responsables de este proceso deban ser quienes hayan sido las protagonistas de la política de igualdad de oportunidades hasta el momento. Dependerá de la aceptación y de la posición de poder que tengan las protagonistas de la política de igualdad de oportunidades dentro de la organización, que puedan encontrar colaboradores/as en cada área técnica que realicen un aporte rápido y de gran alcance para trabajar en forma conjunta.

8.3. La promoción de las mujeres es una parte del proceso del gender mainstreaming dentro del desarrollo del personal

La situación de desventaja de las mujeres debido a su rol de género en el ámbito del empleo remunerado se ha analizado y documentado desde hace largo tiempo y se corrige -al menos en el sector público- a través de leyes para la promoción de las mujeres o para la igualdad de oportunidades. Al establecer áreas de la mujer o de igualdad de oportunidades dentro de los organismos públicos se busca verificar el cumplimiento de estas reglamentaciones legales.

Los ejes de acción orientados hacia la igualdad de oportunidades apuntan a la discriminación de cada mujer dentro de una organización y pretenden que las razones específicas de género que impiden una participación equitativa en todos los niveles empresariales y en todas las áreas de actividad no tengan un impacto negativo sobre las mujeres empleadas.

Los planes de promoción de las mujeres incluyen la definición de objetivos, modos de procedimiento e instrumentos de control que deberían marcar el día a día de la política de personal. En general, se elabora un registro sobre el estado de las cosas con relación a la ocupación de cargos, la remuneración, el grado de participación de mujeres y varones en los niveles jerárquicos y en las actividades de capacitación y entrenamiento empresarial. Se analizan los sistemas de evaluación, los procesos de contratación de personal y de desarrollo de calidad desde los potenciales elementos de discriminación que contengan. La promoción de las mujeres en la administración pública se basa en la definición de objetivos propios de la política de género (equiparación), la elaboración de un registro sobre el estado de las cosas relativo al género (estadísticas y análisis de procedimientos) y la evaluación de los resultados en el marco de la definición de

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objetivos propios de la política de género. La consecuencia de este análisis es una planificación con diversas acciones, sobre todo en el ámbito de la política de personal. La implementación del plan de promoción de las mujeres no recae en el ámbito de responsabilidad de la encargada del área mujer o de igualdad de oportunidades, sino que es competencia del departamento de personal, es decir, de los directivos correspondientes. Un procedimiento de este tipo expresa lo que significa un proceso de transversalidad de género en todos sus aspectos. Conceptualmente, la política de personal en el sector público ya está, en parte, "generizada", es decir, atravesada por la perspectiva de género.

8.4. El gender mainstreaming complementa y amplía las acciones para la promoción de las mujeres

La definición de "promoción de las mujeres" es problemática cuando lleva a suponer que las mujeres deberían ser promovidas de alguna manera, ya que tendrían déficit individuales. Las causas de los perjuicios específicos de género que padecen las mujeres no radican en su persona, sino en las relaciones de género en las que viven. Como respuesta a esta situación, en la reforma de la Ley de Igualdad de Oportunidades a escala nacional, se reemplaza la figura de la responsable de la mujer o titular del área mujer por la de responsable de la igualdad de oportunidades.

El gender mainstreaming extiende la mirada desde el grupo de las mujeres hacia las estructuras y procedimientos discriminatorios como así también hacia la conciencia de los varones y, de esta forma, exige una transformación en la forma de pensar también la política de personal.



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Ejemplo:

La definición de objetivos de política de género en una organización significa que las mujeres desempeñen funciones en niveles jerárquicos de decisión en la misma proporción que los varones.

Por lo general la promoción de las mujeres consiste sólo en acordar regulaciones sobre el cupo que pautan la particular toma de decisiones sobre personal, indicando cambiar los textos de llamado a concurso o incorporar ciertos controles.

Pero como las experiencias lo demuestran, este tipo de procedimientos permite avanzar muy lentamente hacia el objetivo de la igualdad de oportunidades. Un plan de promoción de las mujeres tiene un alcance muy corto si está destinado únicamente a las mujeres. Un proceso de gender mainstreaming incluye siempre un análisis de género (comp. el punto 7) y de esta forma apunta a las causas de la hasta entonces deficiente participación de las mujeres en los cargos de dirección. De esta forma la promoción de las mujeres se complementa a través de acciones de mayor alcance:

  • Los procesos de selección de personal se analizan a la luz de los elementos propios de la discriminación de género que puedan contener, por ejemplo: si se aplica un concepto de productividad típico de biografías masculinas;

  • Se investiga la participación de los varones en la preservación de las relaciones de género en los cargos directivos. Se ofrecen seminarios de sensibilización en cuestiones de género para la gerencia. Se llevan a cabo acciones que apuntan a que también se transformen los roles masculinos, por ejemplo, implementando jornadas laborales flexibles para los hombres que cumplen con tareas familiares, brindando estímulos para la capacitación profesional en carreras atípicas para determinado sexo y también para el desempeño de tareas atípicas para cada sexo;

  • Las condiciones requeridas para ocupar cargos directivos y la definición de los perfiles laborales se analizan de acuerdo a la forma en que se ajustan al típico modo de vida masculino y de esta forma sólo resultan accesibles para aquellos que están liberados de las tareas de cuidado y crianza en general. Se abren posibilidades de jornadas laborales reducidas, se transforma la cultura de las reuniones de trabajo.

Si bien estas acciones sirven a los hombres, para quienes fueron pensadas, de alguna forma también favorecen a las mujeres:

  • Si los padres asumen más tareas de cuidado y crianza porque tienen horarios laborales más flexibles, esto significa para las mujeres que las madres se liberan de una parte del trabajo de cuidado y crianza no remunerado.

  • Si a través de seminarios específicos, quienes ocupan cargos directivos conocen mejor la situación de vida de las madres y registran las distintas formas de discriminación hacia las mujeres -que usualmente están encubiertas- ellas podrán contar con mayor comprensión por parte de sus jefes.

  • Si en el marco de la promoción de la capacitación profesional atípica para cada sexo, se incorporan varones jóvenes, por ejemplo, a los jardines de infantes, las niñas y niños pequeños ya percibirán nuevas imágenes en el desempeño de los roles por sexo.

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No se trata entonces de identificar el sexo de una persona específica, sino de detectar el impacto de género de las estructuras como un problema y eliminar su masculinización. Esto significa que la forma de vida típicamente masculina no debe ser la única orientación normativa para la configuración del empleo remunerado.

El gender mainstreaming es por lo tanto el instrumento para la conformación de un marco de condiciones y estructuras más equitativas con relación al género. A través del gender mainstreaming se trabaja desde la prevención contra mayores discriminaciones de género, perjuicios de género y limitaciones de género. Por ello se deben desarrollar perspectivas de género en todos los ámbitos e intervenir en todos los cuestionamientos y planteos analíticos. En este sentido no se trata de promover a las mujeres como grupo particular, sino que las acciones superadoras de amplio alcance apuntan a la cultura de las organizaciones, la articulación de áreas técnicas y la transformación de procesos.

La implementación del gender mainstreaming apunta, por lo tanto, a la transformación sustentable de las estructuras.

Esto significa que el gender mainstreaming es mucho más que la promoción de la igualdad de oportunidades individual, es decir, de cada mujer frente a los hombres:

  1. El gender mainstreaming extiende el alcance de la promoción individual de las mujeres hacia la transformación de estructuras para eliminar la discriminación de las mujeres en general;

  2. El gender mainstreaming no sólo apunta a las mujeres, sino también a los hombres en todos aquellos espacios en que estén directamente involucrados en la persistencia de la discriminación de las mujeres (ejemplo, a través de su deficiente participación en el trabajo doméstico y asistencial), pero también allí donde los varones queden excluidos o se vean limitados por la existencia de estereotipos de género. En estos casos tampoco se trata de promoción individual de varones, sino de la transformación de estructuras que permiten desarrollar la vida más allá de los estereotipos de género.





    • 1 N. de T. : esta aclaración está planteada en el original del texto en idioma alemán, pero cabe señalar que es distinto el caso en el idioma español, ya que el término "gender" se traduce por "género", y "sex" por "sexo". Sin embargo existe un tercer término en alemán "Geschlecht" que en el presente documento fue traducido como "sexo" o "género" según cada caso.

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