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Sumario

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1
LA REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA
UN MODELO SOMETIDO A PRUEBA



La evolución del Modelo Alemania (Occidental)

El Modelo Alemania, surgido en la época de postguerra, se ha caracterizado por una economía dinámica, un sistema político cooperativo, un Estado social con amplia eficacia aseguradora y una división tradicional del trabajo entre sexos. A través de la competencia que genera la economía de mercado y mediante el crecimiento económico, se pudo conseguir el pleno empleo. Amplios estratos de la población disfrutaron de una creciente capacidad adquisitiva. El continuado aumento de los ingresos fiscales permitió al Estado financiar una infraestructura eficiente. Una divisa infravalorada mejoraba las oportunidades de exportación de la industria alemana, que desarrolló sus puntos fuertes en el sector de los bienes de inversión y de consumo producidos por una fuerza laboral altamente cualificada. Los motores del crecimiento económico fueron la reconstrucción y el deseo de mejorar las condiciones de vida. No se advirtieron, o se consideraron insignificantes, los riesgos de agresiones contra el medio ambiente.

La economía de mercado capitalista se vio refrenada por una regulación cooperativa de las relaciones laborales en la industria. Empresarios y sindicatos negociaban los salarios y las condiciones laborales en el marco de autonomía de la negociación colectiva. Los convenios colectivos garantizaban a las empresas la igualdad de condiciones en un sistema de competencia y fortalecían la posición negociadora de los trabajadores. La legislación y la jurisdicción laboral servían para proteger a los trabajadores en las empresas y en el mercado laboral. La organización de las empresas y la cogestión se consideraban como un primer paso hacia la democratización de la economía.

El Estado social alemán estaba y sigue estando guiado hoy día por la idea básica de impedir el deslizamiento de las personas activas y de sus familias hacia la pobreza. En consecuencia, los sistemas solidarios de seguridad están casi exclusivamente relacionados con la participación en el trabajo

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retribuido y se financian fundamentalmente con las aportaciones que proceden de las rentas salariales corrientes. En los casos de paro, de enfermedad y en la vejez era posible mantener un nivel de vida cercano al conseguido durante la vida profesional activa. Un crecimiento económico sostenido y un alto nivel de ocupación aumentaban el margen para la redistribución y garantizaban unas prestaciones sociales que no sólo cubrían los riesgos habituales de los trabajadores, sino se ampliaron al ámbito de las oportunidades de formación, la provisión de viviendas y, últimamente, a ayudas a los padres y asistencia a personas necesitadas de cuidados.

El sistema alemán de la Seguridad Social presuponía un crecimiento económico que garantizase el pleno empleo. Hasta bien entrada la década de los 70, "pleno empleo" significaba oportunidades de trabajo continuado para los cabeza de familia masculinos. El modelo alemán de Seguridad Social se basaba en el principio de una división del trabajo específica por sexos, que transfería fundamentalmente al varón la responsabilidad de ganar el sustento de la familia, mientras que la mujer asumía preferentemente el cuidado y educación de los hijos y las labores domésticas. El trabajo remunerado del hombre - prolongado durante 45 años - formaba parte del supuesto normal en el modelo alemán, al igual que los derechos a las prestaciones sociales de aquí derivados en beneficio de madres y amas de casa casadas. En cambio, la República Democrática Alemana se inclinó por el fomento de la integración de las madres en el mundo laboral en igualdad de condiciones. A este objetivo se encaminaba su política social.


El Modelo llega a sus límites

El modelo de la economía social de mercado debía su credibilidad y aceptación a la fase de reconstrucción que se prolongó hasta los años 60, en la que el crecimiento económico sostenido iba a la par con un aumento del empleo y una expansión de las prestaciones del Estado de bienestar. La prosperidad generalizada y la progresiva democratización de la sociedad favorecieron, a partir de mediados de los años 60, también en Alemania las transformaciones socioculturales a las que tuvieron que hacer frente todas las sociedades occidentales: el cuestionamiento de las relaciones de autoridad tradicionales entre generaciones y sexos; la relajación de las normas sexuales y las específicas de los sexos; la insistencia en los valores de la autorrealización personal frente a los valores impuestos.

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La presión del cambio no sólo afectó al mundo cotidiano del ciudadano alemán, sino también al sistema económico. Los choques de la economía mundial en los años 70 redujeron indudablemente la eficacia económica del modelo, pero ni el colapso del sistema monetario internacional de Bretton Woods, ni la dramática elevación - en dos ocasiones - del precio de los crudos, ni el hundimiento de la coyuntura económica, ni el aumento masivo del paro en 1973/74 y 1980/81, han logrado que los dirigentes empresariales y los responsables de las decisiones estatales adoptasen un firme cambio de rumbo. Se intentó, más bien, seguir logrando, con los bien acreditados fundamentos del "Modelo Alemania", los objetivos de un crecimiento económico sostenido y de un elevado nivel de empleo, a pesar de que los mercados financieros internacionales, que crecían extraordinariamente, ya habían comenzado a reducir la autonomía de los Gobiernos de los Estados nacionales. Sobre todo en la segunda mitad de los años 80, que se habían caracterizado por un crecimiento económico continuo y por la creación de nuevos puestos de trabajo, se dejó pasar la oportunidad de impulsar el cambio estructural mediante la supresión de las subvenciones de mantenimiento y el fomento de las innovaciones. Tampoco se dio un cambio decidido de rumbo en favor de una gestión ecológica de la economía.

El "Modelo Alemania" no tenía suficiente fortaleza como para asimilar las consecuencias de la reunificación. La forma en la que se financíeron los flujos de transferencias a los nuevos 'lánder' dejó al descubierto los déficit inherentes a muchas de las instituciones de la Seguridad Social.

A comienzos de los años 90, el Modelo Alemania, aunque evolucionado, había perdido capacidad de funcionamiento. La causa estaba en la confluencia de poderosos cambios, que desembocaron en una rápida sobrecarga del sistema: el fin de la "guerra fría" y la apertura de Europa Oriental a las inversiones occidentales, la reunificación alemana y sus costes, la implantación del mercado único europeo, la interdepencia global de los mercados de capitales.

Una de las consecuencias fue el extraordinario endurecimiento de la competencia internacional, que en la crisis coyuntural de comienzos de los años 90 provocó una profunda caída de la producción industrial. Las empresas alemanas reaccionaron con aumentos bruscos de su productividad. La destrucción masiva de puestos de trabajo afectaba ahora también al núcleo duro de los trabajadores especializados. Estos múltiples cambios se vinculan, en el debate público, al llamativo concepto de la "globalización".

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Situar en un primer plano los problemas estructurales

La Comisión ha llevado a cabo un análisis detallado de los diferentes aspectos de la globalización y ha extraído las conclusiones que se enumeran a continuación. La competencia global ha puesto de relieve, con mayor claridad, las rigideces y los déficit estructurales de la economía alemana. Hay que realizar adaptaciones, que afectan también a aspectos fundamentales del "Modelo Alemania". La Comisión consideró, por tanto, que merecía la pena acometer la tarea de elaborar algunos de los elementos esenciales para un nuevo "Modelo Alemania" que demostrara tener una solidez y una armonía interna comparables a las del modelo antiguo. Con todo, en el actual debate sobre la globalización existe el peligro de que, más allá de las auténticas necesidades de adaptación, se pretenda disponer de algunas instituciones (tales como relaciones industriales, formación profesional o estatuto de la empresa) que merece la pena conservar. La Comisión entiende que los desafíos de la creciente competencia mundial no están tanto en las relaciones con los países en desarrollo del Tercer Mundo, sino considera que se endurecerá drásticamente la lucha por la competencia en Europa, lo que puede llevar al recorte de estándares fiscales, sociales y ecológicos si no se alcanza un entendimiento a nivel europeo.

En el debate sobre la posición de Alemania como emplazamiento para actividades económicas, se cuestiona con frecuencia y de modo radical la capacidad competitiva de la economía alemana. Los análisis empíricos confirman, sin embargo, que esta economía ha sabido mantener hasta ahora sus cuotas de mercado en la competencia internacional. Es cierto que la fortaleza de las exportaciones de la economía alemana ha podido encubrir algunas debilidades estructurales que son perjudiciales para las futuras oportunidades de desarrollo. En la discusión alemana sobre la localización de industrias se ha insistido en exceso, según opina la Comisión, en el aspecto de los costes y no se han tenido suficientemente en cuenta los problemas estructurales. Por consiguiente, la Comisión ha situado en el centro de sus reflexiones y sus recomendaciones el problema de las distorsiones estructurales y la necesidad de cambios a largo plazo.

Hoy día los crecientes problemas de localización no sólo afectan a la República Federal de Alemania, sino a todos los importantes competidores industriales, y en especial a una serie de Estados europeos, además de Japón y también, y pese a todos sus éxitos, de los Estados Unidos. Ciertamente las condiciones de partida y periféricas difieren tanto de unos

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países a otros que promete escaso éxito la mera traslación esquemática de las estrategias extranjeras - y menos aún la utilización selectiva de algunos elementos aislados. Para Alemania, por tanto, no tiene sentido dejarse arrastrar hacia una competencia a la baja en materia de costes. En lugar de ello, debe seguir desarrollando dinámicamente la estrategia de diversificación y especialización, que ha dado buenos resultados hasta la fecha, y apostar por productos, servicios y sistemas para cuya venta el factor determinante sea la calidad o la innovación y menos el precio.

La Comisión no comparte la tesis, muchas veces expuesta en el debate sobre la globalización, de que la capacidad de maniobra política de los Estados nacionales haya llegado a su fin. No ignora que hace falta ampliar las regulaciones europeas y multinacionales, aunque éstas se enfrenten a extraordinarias dificultades. Y tampoco ignora que la internacionalización de la economía ha reducido los márgenes de maniobra nacionales. Pero en el ámbito nacional todavía sigue habiendo considerables posibilidades de acción de la Federación y de los 'Länder', de los sindicatos, los empresarios, la ciencia, los partidos y las Iglesias. Por esta razón, la Comisión se centra primariamente en las estrategias de acción que se puedan llevar a cabo en el marco nacional.


En contra de los conceptos estratégicos de corto alcance:
callejones sin salida desde el punto de vista social y ecológico

En la actual discusión político-económica se registran dos reacciones diferentes ante los problemas de la globalización, cuyas consecuencias lógicas desembocan en dos diferentes sendas de desarrollo.

A la primera de estas sendas le correspondería una estrategia consecuente de reducción de costes para conservar la capacidad competitiva internacional y recuperar la dinámica de crecimiento necesaria para un alto nivel de empleo. Se piensa aquí en la exigencia planteada a los trabajadores y a sus sindicatos de aceptar incrementos salariales por debajo del crecimiento de la productividad o incluso caídas de los salarios reales para reducir, por este medio, los costes laborales unitarios frente a los competidores del mismo sector. En esta misma dirección avanzan las exigencias de disminución de los costes laborales no salariales que recaen sobre las empresas, de los impuestos que gravan a otros factores de producción y de un amplio recorte de los impuestos vinculados a los beneficios. A esta misma lógica responden también las demandas de supresión o de

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amplia reducción de los convenios colectivos sectoriales, de desregulación del derecho laboral, incluida la legislación sobre despidos, y de una radical flexibilización de la organización del trabajo y de la jornada laboral. La Comisión considera que algunas de estas demandas son perfectamente razonables. Pero, tomadas en su conjunto, provocarían una disminución de las rentas nominales del trabajo y de los ingresos fiscales, lo que podría tener efectos macroeconómicos negativos.

Más importantes aún le parecen a la Comisión los riesgos que supondría una estrategia consecuente de reducción de costes para la integración de la sociedad alemana. Si las rentas salariales disminuyen y aumenta la brecha entre salarios, se acentúa el peligro de pobreza de muchas familias que ya hoy tienen escasos ingresos así como de un gran número de personas con menor cualificación y sin vínculos familiares. Al reducirse las oportunidades de obtener ingresos y decrecer la seguridad en el puesto de trabajo, los ciudadanos se sentirán más desanimados e inseguros en sus proyectos de vida. Como resultado de esta estrategia, disminuirá la disposición a vincularse a largo plazo a un consorte y una familia y a asumir compromisos en el vecindario o en asociaciones no lucrativas. Aumentarán en nuestro entorno cotidiano, las relaciones a corto plazo, exclusivamente orientadas al beneficio, que reducen el riesgo de asumir costes. Serán más escasas las oportunidades de practicar la confianza y la cooperación y, de este modo, se agotarán las fuentes de las que bebe una cultura política democrática.

Si, al mismo tiempo, se le priva al Estado social de los recursos para amortiguar el riesgo de caer en la pobreza, será inevitable contar con la marginación social de una parte creciente de la población. Ello afectaría sobre todo a los hijos de las familias socioeconómicamente desfavorecidas y a los jóvenes carentes de formación profesional que, sin el apoyo del Estado social, pierden definitivamente la posibilidad de acceder a la vida laboral, como enseña la experiencia norteamericana y, en su defecto, recurren cada vez más a formas ilegales de subsistencia. Las consecuencias sociales y políticas de esta evolución resultan imprevisibles.

Todo ello es tanto más grave cuanto que aún no se ha cerrado el proceso de transformación en Alemania oriental. Más bien, está entrando en una nueva fase. Esto afecta, en primer lugar, a las condiciones de vida y a las mentalidades, es decir, a las "derivaciones" sociopolíticas y culturales de la rápida reunificación. Pero es asimismo aplicable a la recuperación económica y social - seriamente paralizada - de los nuevos 'Länder' federales. Ese estancamiento no es un parón coyuntura!, sino expresión de problemas

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estructurales. Debe asumirse, por tanto, que habrá una división a largo plazo del mercado laboral en detrimento de Alemania oriental. La economía de los nuevos 'Länder' está probablemente en el mero inicio de una segunda y muy larga etapa del proceso de transformación. Sus condiciones de partida son el resultado de la primera fase del cambio: en el haber, una infraestructura técnica modernizada y unos potenciales similares de cualificación entre la población activa; en el debe, una base industrial drásticamente mermada, con el peligro de una "crisis terciaria" y unas condiciones de vida cada vez más polarizadas.

En conclusión: Una estrategia consecuente de reducción de costes desemboca, al parecer de la Comisión, en una senda de desarrollo que lleva a un "callejón sin salida social".

Respondería a la segunda senda del desarrollo una estrategia consecuente de crecimiento. Esta vía presupone una política monetaria y fiscal expansiva, pero también debe haber instrumentos para la contención de los costes, si no hay otra forma de evitar los repuntes inflacionistas. Una estrategia primariamente orientada al crecimiento debe procurar, ante todo, eliminar cualquier "obstáculo a la inversión" para llegar por este medio a un aumento y aceleración de inversiones favorables al crecimiento y generadoras de puestos de trabajo. Ello estaría en consonancia, por ejemplo, con la exigencia de suavizar la legislación medioambiental actualmente en vigor, de revisar los valores límite vigentes, de renunciar a los análisis de compatibilidad a largo plazo con el medio ambiente y de eliminar o, en todo caso, de acelerar radicalmente los procedimientos de autorización.

Aquí la Comisión también abriga dudas sobre el cumplimiento de las expectativas de crecimiento vinculadas a esta estrategia. Resulta, en todo caso, claro que el deterioro de las condiciones medioambientales iría en detrimento no sólo de la calidad de vida de la población, sino también del atractivo para la localización de sectores económicos intensivos en investigación, servicios y capital humano. Y, sobre todo, en este supuesto habría que renunciar a las ventajas competitivas hasta ahora conseguidas en los mercados para tecnologías de protección del medio ambiente.

En resumen: En opinión de la Comisión, una estrategia que apuesta fundamentalmente por el crecimiento desemboca, a causa de sus riesgos imponderables, en un "callejón sin salida ecológico".

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Eficacia económica, cohesión social, sostenibilidad ecológica:
Tres metas - un camino

En su lugar, la Comisión ha llegado al convencimiento de que las actuales dificultades de la economía y la sociedad alemana sólo se podrán superar mediante estrategias capaces de compaginar la eficacia económica, la cohesión social y la sostenibilidad ecológica. En términos abstractos y teóricos, este triángulo de objetivos puede parecer armonioso y nada polémico. Pero en la actualidad son muchos los que propugnan que se debe conceder mayor peso a los intereses económicos. Otros defienden firmemente la primacía de la cohesión social o la de un medio ambiente intacto. Es evidente, sin embargo, que la persecución rigurosa de uno cualquiera de estos objetivos - sin respetar los otros dos - va en detrimimento del objetivo mismo. Quien se incline, por ejemplo, exclusivamente a favor de la eficacia económica, socava los presupuestos sociales e incluso naturales de la economía misma, si no contempla la cohesión social y la estabilidad ecológica. En la realidad y en la valoración política, los conflictos entre los mencionados componentes constituyen el caso normal. La Comisión propone que se minimicen dichos enfrentamientos mediante estrategias creativas y que si sitúe el fiel de la balanza en un punto cercano a los tres objetivos.




Cuatro proyectos de reforma estratégicamente importantes

A partir de esta idea previa, la Comisión ha seleccionado un total de cuatro "proyectos". Estos muestran, a título de ejemplo, cómo se pueden desarrollar unas estrategias de futuro bajo el requisito de la compatibilidad económica, social y ecológica. Estas estrategias podrían llevar de nuevo a

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un armonioso y sólido ,,Modelo Alemania" bajo las condiciones marco previsibles para las próximas décadas. Cada uno de estos proyectos está coordinado con uno de los vértices del triángulo de objetivos antes expuesto. Pero todos tienen como característica que no sólo deben maximizar el valor del objetivo que persiguen en primera línea, sino que también deben contemplar, al mismo tiempo, el marco de condiciones y de exigencias apuntadas por los otros dos polos:

  • Mejora de la capacidad de innovación y fortalecimiento de los recursos humanos (Proyecto 1).

  • Mejores posibilidades de empleo para las personas con baja cualificación (Proyecto 2).

  • Cambio en la familia y crisis del empleo como desafíos para una política de integración social (Proyecto 3).

  • Modos de vida y de economía compatibles con el medio ambiente (Proyecto 4).

El Proyecto 1, "Mejora de la capacidad de innovación y fortalecimiento de los recursos humanos", se consagra al problema de cómo asegurar la capacidad competitiva de un país de costes elevados, como Alemania, en sectores de la economía expuestos a la competencia internacional. A la vista de un nuevo tipo de cambio estructural, se exponen las exigencias que un aumento sostenido de la capacidad de innovación de la economía y del Estado plantean a la organización de la investigación y el desarrollo, a la organización de los procesos de producción, a la formación tanto inicial como permanente de los trabajadores y a la organización de unos servicios estatales eficientes.

Con el Proyecto 2 la Comisión intenta "mejorar las posibilidades de empleo para las personas con baja cualificación" mediante modificaciones en las estructuras del Estado social. Este Proyecto se sitúa en el campo de tensión entre las exigencias de la economía de mercado y la integración social. La Comisión distingue entre posibilidades de empleo en los sectores económicos expuestos a la competencia internacional y en las ramas de actividad encaminadas a satisfacer la demanda regional y local, por un lado, y entre las posibilidades de empleo para personas con elevada y con baja cualificación profesional, por el otro.

Para garantizar la competitividad y el empleo de elevada cualificación en sectores económicos expuestos a la competencia internacional, el Proyecto 1 apuesta por el fortalecimiento de las fuerzas innovadoras y del capital humano. Mientras, el análisis comparativo del mercado laboral en-

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tre países señala, entre otras cosas, que la peculiar estructura del Estado social alemán se opone a la creación de nuevos puestos de trabajo para las personas de escasa cualificación. Cerca de la mitad de los parados no posee - o no ha llegado a concluir - ninguna formación profesional. Son, además, los pocos cualificados o poco cualifícables los que forman la masa de los desempleados de larga duración. La Comisión considera que la marginación social permanente de millones de ciudadanos supone un serio peligro para la constitución democrática del país. El Estado nacional - responsable hoy como antes del empleo - no puede mantenerse durante décadas a la espera de que los países de bajos costes laborales aumenten sus demandas para lograr mejores condiciones de vida y salariales, lo que reduciría la presión de la competencia sobre los mercados de bienes y de trabajo y facilitaría así la reincorporación de trabajadores poco cualificados al mercado laboral. Por esta razón, hace propuestas para una apertura socialmente aceptable de un mercado de trabajo de salarios bajos.

El Proyecto 3, "Cambio en la familia y crisis del empleo como desafíos para una política de integración social", se centra en los conflictos entre objetivos que surgen de la evolución contrapuesta entre orientación hacia una actividad remunerada y la posibilidad de obtenerla, junto con la modificación simultánea de los parámetros de la política social. Hoy día, se espera que las mujeres ganen, con su trabajo personal, su propio sustento cuando en la casa no hay niños ni otros miembros de la familia necesitados de cuidados. El elevado grado de educación de las mujeres y sus buenas cualificaciones profesionales han mejorado considerablemente sus oportunidades de obtener rentas del trabajo. A ello se añade que las mujeres desean participar en la vida laboral activa, muchas de ellas de forma continuada y en ocupaciones a jornada completa. Por otro lado, la crisis del empleo ha reducido, para hombres y mujeres, las oportunidades de lograr un puesto de trabajo seguro con buenas posibilidades salariales y de ascenso profesional. Esto resulta especialmente aplicable a Alemania oriental, donde la mayor integración de las mujeres en el trabajo asalariado hace que la forma predominante de vida de los ciudadanos sea la de una familia - o unión - en la que los dos adultos participan plenamente en la actividad laboral.

La familia es - y no sólo en el modelo alemán - un importante pilar de la producción de bienestar. Por otra parte, en el futuro el sistema de Seguridad Social se reorganizará más claramente - como de hecho ya está ocurriendo ahora - sobre el principio de una relación entre aportación y

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prestación individual. Amenaza, por tanto, con marginar a quienes están menos integrados en el trabajo asalariado o tienen menor disponibilidad para acceder a él, entre ellos muchas mujeres. La Comisión hace, por tanto, propuestas para compaginar la familia, el mercado laboral y la política social, de modo que se reduzcan los conflictos y pueda conseguirse una mayor integración social. Dado que la orientación hacia y la integración en la vida laboral de las mujeres de Alemania Oriental, así como su estilo de vida privada, difieren de los de Alemania Occidental, la Comisión ha analizado por separado la situación germano-oriental.

El Proyecto 4, "Modos de vida y de economía compatibles con el medio ambiente", describe la compleja tarea futura de analizar cómo se pueden compatibilizar las estrategias encaminadas a reducir el consumo de bienes medioambientales con el objetivo de fomentar el crecimiento económico y qué cambios en el estilo de vida y en el comportamiento social serían necesarios y posibles para alcanzar los objetivos ecológicos. Aquí se trata tanto de analizar los diferentes instrumentos de la política medioambiental como la posibilidad de promover innovaciones técnicas, institucionales y sociales compatibles con el medio ambiente. Para responder adecuadamente al carácter transfronterizo de muchos de los problemas medioambientales (como los daños en la capa de ozono, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, etc.), se aludirá a la vez a la necesidad de una más amplia internacionalización de la política medioambiental, incluidas las reformas institucionales.

En su conjunto, los proyectos y propuestas de la Comisión se caracterizan por la aspiración de atenerse a los objetivos del Modelo Alemán de una economía social de mercado más extensa, incluso bajo las condiciones de una competencia internacional más intensa y de los cambios en la situación social. Pero el éxito sólo se alcanzará a condición de renunciar al intento de defender a ultranza las estructuras convencionales del Modelo Alemán. De ahí que la Comisión haga propuestas que se alejan, desde varios puntos de vista, de las soluciones clásicas que se adoptaron en las décadas de la postguerra, con el apoyo de los sindicatos y de la socialdemocracia.

La Comisión no se ha podido dedicar intensamente a todos y cada uno de los problemas que tienen, en su opinión, una importancia determinante. Se han dejado de lado, sobre todo, los conceptos para el saneamiento de una Seguridad Social financiada por cotizaciones, el estudio de las crecientes desigualdades distributivas en el sistema fiscal así como el potencial, hasta

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ahora infrautilizado, de la demanda privada de servicios todavía predominantemente prestados por el sector público en el ámbito de la enseñanza, la cultura y la sanidad.

Tampoco se ha ocupado la Comisión de los temas a corto plazo que surgen en el actual debate político, porque ha pretendido situar en el primer plano de sus reflexiones los problemas estructurales de importancia en el futuro.


© Friedrich Ebert Stiftung | technical support | net edition fes-library | Mai 2001

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