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INTEGRACIÓN ECONÓMICA Y COMPLEMTACIÓN PRODUCTIVA

Marta Bekerman
Pablo Sirling


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2. Una gestión adecuada del proceso de integración.

Los beneficios aquí señalados no son automáticos sino potenciales. Esto significa que no se producen espontáneamente a partir de la reducción de los aranceles intrazona. La obtención de los mismos requiere que el proceso de integración sea gestionado adecuadamente por parte de las autoridades públicas de los países socios. De lo contrario, no sólo no se desarrollarán esos beneficios, sino que hasta se pueden llegar a generar mayores problemas para ciertos sectores productivos de los países socios.

Una buena gestión del proceso de integración implica, en primer lugar, el desarrollo de políticas que potencien la capacidad de las firmas locales para encarar operaciones regionales (de exportación, de asociación, etc.).

Se trata de políticas horizontales que le brindan a los empresarios locales:

  • información sobre oportunidades de negocios en los países socios;

  • información y apoyo logístico en lo que hace a la instrumentación de las operaciones de comercio exterior (transportes, aduanas, etc.);

  • financiamiento adecuado para ofrecer condiciones crediticias similares a las que priman en los mercados de exportación;

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  • asistencia técnica para alcanzar los estándares de calidad y los requerimientos técnicos exigidos por las autoridades de los países socios; etc.

  • incentivos para asociarse con otras empresas de los países socios.

En segundo lugar, corresponde avanzar en la armonización y coordinación de políticas. Las políticas nacionales, tanto macroeconómicas como microeconómicas, definen el "campo de juego" en el que los actores privados tomarán sus decisiones de producción, inversión y exportación. Si dichas políticas son muy disímiles, se generan distorsiones en la competencia que pueden afectar el patrón de producción y especialización regional y disminuir los beneficios captados por algunos países socios del proceso de integración.

Un caso prototípico de distorsión lo constituyen las políticas industriales que intentan atraer inversiones hacia un país o región determinada ("guerra de incentivos"). Esto implica, muchas veces, "juegos de suma cero"; esto es casos en los que lo que gana el país que implementa la política lo pierden los restantes países socios. Dichas políticas distorsionan la competencia intrarregional y, además generan, una pérdida neta para la región (en términos, por ejemplo, del impacto de los subsidios otorgados en las cuentas fiscales). Por lo tanto, los estados miembros del bloque regional deben acordar la eliminación de este tipo de incentivos. La Unión Europea, a través de su legislación de Defensa de la Competencia, vigila estrictamente el cumplimiento de estos criterios.

Sin embargo, las políticas nacionales no siempre implican "juegos de suma cero". Las políticas de asistencia crediticia, de promoción tecnológica, de desarrollo regional, etc., plantean una doble situación: por un lado afectan la competencia intrarregional (al desnivelar el campo de juego) pero por el otro tienen beneficios netos dados por sus efectos positivos sobre el desarrollo del sector productivo de todos los países socios. En estos casos, los países miembros deben armonizar las políticas nacionales; esto es, fijar criterios y límites comunes que deben cumplir estas políticas.

La armonización de políticas deben también avanzar en el campo macroeconómico. Las asimetrías en las políticas macroeconómicas (tipo de cambio real, nivel de actividad, tipo de interés real, etc.) también afectan al proceso de integración. Los actores privados para planificar sus decisiones de producción, inversión y exportación necesitan señales de precios relativos estables y equitativas. Si una nación devalúa fuertemente su moneda respecto de los países socios, cambian radicalmente las reglas de juego pre-existentes y esto puede generar modificaciones definitivas en el patrón de especialización intrarregional (cambios en los flujos de comercio y relocalización de las inversiones).

Es por ello que resulta conveniente para los países que se integran avanzar en la armonización de políticas macroeconómicas de manera de reducir estos "ruidos" que afectan al sector productivo. Este tipo de avances resulta muy difícil de concretar debido a que implica una fuerte pérdida de soberanía en las

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políticas nacionales. Sin embargo, es importante ir estableciendo metas graduales que permitan avanzar en este campo. Los países de la Unión Europea muestran logros notables en este sendero al fijar metas comunes en materia de tipo de cambio (primero a través de una banda cambiaria y, posteriormente, a través de la creación de una moneda común), déficit fiscal y tasa de interés. En la medida en que persistan fuertes diferencias en las políticas macroeconómicas, será conveniente establecer distintos mecanismos de salvaguardia o compensación para los países socios que se ven afectados por bruscos cambios en las mismas.

Ahora bien, la agenda de política de un espacio regional integrado no se agota con la armonización explícita de políticas sino que requiere, en muchos casos, avanzar un paso más hacia la coordinación de las políticas nacionales. Se trata de aquellos casos en los que es necesario que las autoridades de los distintos países socios planifiquen conjuntamente políticas nacionales o comunitarias que benefician al conjunto de la región. El desarrollo de las infraestructuras de transporte, tecnología y comunicación, y las políticas de desarrollo de regiones fronterizas constituyen claros ejemplos donde resulta necesaria la confluencia coordinada de esfuerzos de todos los países socios.

Es más, un bloque regional bien constituído debe preocuparse por propender a que el desarrollo económico se extienda a todos los países socios. Cuando el tamaño y el grado de desarrollo inicial de las industrias es muy diferente entre los países que se integran, se corre el riesgo de que la producción industrial tienda a concentrarse en el país de mayor tamaño y grado de madurez del aparato productivo; aún en ausencia de políticas especiales de incentivos. La concentración de los beneficios de la integración en pocos países o regiones plantea, en última instancia, una amenaza a la misma viabilidad de largo plazo del proceso de integración. Es por lo tanto necesario impulsar políticas que tiendan a elevar el nivel de desarrollo de las regiones más atrasadas (como las desarrolladas por la Unión Europea) y generen condiciones atractivas para las inversiones en todos los países de la región.


© Friedrich Ebert Stiftung | technical support | net edition fes-library | Mai 2001

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